SOCIEDAD
Oportunidades

Los ganadores de la crisis: cómo funciona el negocio de las rematadoras

En cada negocio que cierra, hay quienes ven una posibilidad de comprar barato. Ganadores y perdedores de un drama.

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Subasta | Perfil: Dylan Resnik

Se dice que crisis es una mezcla de peligro y oportunidad. Y los argentinos aprendimos a vivir de crisis en crisis, porque la economía de este país no da respiro. Sin embargo, siempre hay quien se las ingenia para encontrarle la vuelta y salir adelante. Uno de los argentinos que en esta crisis tiene más trabajo es Alejandro Rodríguezdueño de una empresa de remates

Parado sobre un cajoncito, Rodríguez grita entre un semicírculo de 50 personas: “¡Sale lote once! Nueve jarritos para café. Empezamos en 25 pesos cada uno”. “Una ganga -se toma la situación con cierto humor- un café solo te sale 50”.

Los remates como este, en el que se está vendiendo hasta el último detalle de lo que fue una cervecería y panadería, dejan entrever su doble cara: por un lado quienes agobiados por los números en rojo y las cuentas que no cierran, deciden desprenderse todo; y, por otro lado, los que ven en en esta situación, la posibilidad de obtener, por mucho menos de su precio normal, alguna cosa que le haga falta.

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“Después de pensarlo un poco, llegué a la conclusión de que la gente no tiene otra opción. Yo creo que no pueden decir ‘si no hago esto, hago aquello’. Quedan atrapados hundiéndose cada vez más”, dice Rodríguez. “Me pasa que me contacta gente que había hablado conmigo hace un año y me llama hoy en una situación mucho peor de lo que estaba”, agrega quien heredó hace 23 años el negocio que su padre empezó hace 60.

“Para mi la gente no tiene opción y se sigue enterrando en lo que está. No ve otra cosa para hacer. No pueden ir todos a manejar un Uber”

Su opinión sobre la actualidad del negocio del remate consiste, por un lado, en la aclaración de que “a nadie le sirve la crisis”. Ellos pueden tener más negocio por estos días, “pero si por cada local que cierra, no hay 10 que abran”, asegura, “no le sirve” porque “no tiene compradores”. Por otro lado, con un tono apenado, Rodríguez - que esta misma semana estuvo rematando el famoso Café Los Compañeros - suelta: “El incremento de las tarifas es un factor determinante”.

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Los precios se consiguen hasta más de un 50% más barato de lo que sale nuevo. Foto: Dylan Resnik

Al ingresar al local no hay duda en cómo es el funcionamiento. En la puerta, sobre una silla roja, que tendrá un nuevo dueño al final de la jornada, están apoyadas una veintena de fotocopias que llevan anotados prolijamente los 143 lotes que subastarán. Los productos van desde dos computadoras con teclado y mouse - que se remataron cada una a 1800 pesos - hasta un juego de 6 cortantes cuadrados para pastelería, un teléfono viejo, o un cartel luminoso de “prohibido fumar”.

“Se remata todo. Puede ser que el dueño quiera defender algún elemento para quedárselo y entonces hace una oferta, pero son excepciones”, aclara Claudio Izsak, dueño de otra de las firmas que hacen este trabajo. Los precios se consiguen hasta más de un 50% más barato de lo que sale nuevo.

Enumerando algunos ejemplos, en los remates se puede conseguir: 10 ceniceros a 120 pesos; un estante con dos pisos a 1000; un teléfono viejo de línea por 150; y hasta copas de vino a 15 pesos cada una. El único impedimento para el comprador que busca artículos para la casa es que, en muchos casos, los lotes son grandes y se vende todo junto y no por unidades.   

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“Vengo acá por si encuentro algo para casa que me sirva y sea económico", dijo un comprador. Foto: Dylan Resnik

En la actualidad pueden haber alrededor de 10 remates por fin de semana. “El fondo de comercio es muy difícil de venderlo. Entonces después del fondo de comercio, la segunda opción que tiene el dueño para vender todo es el remate” asegura Izsak. Agrega que entre que recibe el llamado del cliente y el local está vacío “pueden pasar 10 días como mucho”. El promedio de este último tiempo que tiene en su empresa es el de entre “8 y 10 remates de locales que cierran por mes”. El resto de los trabajos que tiene son para grandes supermercados y mercadería defectuosa o empresas que buscan remodelar la planta.

“Actualmente hay muchos que cierran porque tenían otra expectativa”


Compradores

En el depósito al que visita Perfil para esta nota, hay unas 50 personas. El horario no fue un impedimento: aunque la subasta estaba programada para las 16, el mayor flujo empezó a llegar a las 17, con los remates recién empezando. Los perfiles van desde hombres solitarios vestidos de entrecasa; jóvenes que hablan por lo bajo, vestidos con trajes limpios y prolijos, tomando anotaciones; y familias enteras - papá, mamá y tres hijos - que, como en una fotografía, se ordenen prolijamente uno al lado del otro.

José Luis Civale, de 46 años, está recorriendo el galpón con la mujer. Levanta algunas chucherías, las analiza y las pone prolijamente en su lugar: “Vengo acá por si encuentro algo para casa que me sirva y sea económico. Vivo acá a tres cuadras, vengo cada vez que rematan”, dice sobre su presencia en la subasta. La última vez se llevó un matafuego por 600 pesos “lo que sale solamente la carga”. Aunque esa sensación de festejo se fue cuando pujaron por un microondas pero le terminó pareciendo caro.

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En la actualidad pueden haber alrededor de 10 remates por fin de semana. Foto: Dylan Resnik

Por su lado, Diego Alfonso y Raúl Fabraci, se vinieron desde Quilmes a Boedo para conseguir los elementos que necesitan para armar un buffet dentro del Club Universitario Quilmes. Ellos estiman que al comprar en subastas un gasto total de 500 mil pesos, lo pueden resolver con la mitad del presupuesto. “Arrancamos con el proyecto hace una semana y este es el tercer remate al que venimos”, cuenta Alfonso. Ayer fueron a un remate en Tigre del que no se llevaron nada, por lo que fue para ellos un día perdido, aunque con simpatía aclaran: “Por 250 mil pesos no me molesta perderme un mes entero”.

Alfonso y Fabraci tienen anotado en un cuaderno azul un listado con todos los elementos que necesitan para su proyecto. “Acá anotamos las cosas que necesitamos y cuánto sale en internet. Si se acerca mucho al precio, ya sabemos que no lo compramos”, aclara Fabraci. Por el lado contrario, Alfonso agrega: “También hay veces que las cosas están tan baratas que me las llevo igual. Alguna utilidad le voy a encontrar”.

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“Es una contradicción, cuando hay inflación alta es un mejor momento para nosotros, pero no lo desea nadie”, aseguran empresarios del sector.

Es claro: como un reflejo espejado, del otro lado de las empresa que cierran y que encuentran en los remates el último tirón de aire para pagar las cuentas pendientes, para mucha gente los remates significan una posibilidad, sea para iniciar un nuevo y expectante proyecto o para conseguir, en medio de una situación económica ajustada, una alternativa barata para las faltas del hogar.