OPINIóN

Pietragalla, Formosa, el ataque de sus padres montoneros y el pago a los soldados

Los padres del secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla fueron responsables del ataque montonero al cuartel formoseño donde murieron 10 soldados, un sargento, un subteniente y un policía, y 12 montoneros.

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El secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, visitando los centros de aislamientos en Formosa. | Twitter @SDHArgentina

“A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”. La frase de Jorge Luis Borges ayuda a entender el curioso rol del secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti, de visita en Formosa. Su viaje fue pensado por el consejo nacional del Partido Justicialista para avalar al gobernador Gildo Insfrán frente a las graves acusaciones de sus adversarios políticos, pero también de referentes de la sociedad civil —la Iglesia, en primer lugar—, sobre las condiciones de vida en los centros de aislamiento obligatorio para los contagiados de covid-19 y los sospechados de serlo.

En realidad, Pietragalla Corti trasciende esa misión: sus padres ya estuvieron en Formosa, el 5 de octubre de 1975, en el ataque de Montoneros al cuartel local, y ahora él, debido a su cargo en el gobierno nacional, debe determinar si corresponde o no que los padres de los soldados muertos aquel domingo, en plena democracia peronista, cobren una indemnización por la pérdida de sus hijos. Aquel día, en el bautismo del llamado “Ejército Montonero", murieron 10 soldados, un sargento, un subteniente y un policía, y 12 montoneros.

Todos eran jóvenes y todos eran peronistas. Los soldados, de 21 años, los más pobres del cuartel; los que no se podían ir de franco.

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La asimetría es que los padres de los montoneros muertos ya cobraron —hace muchos años— dado que sus hijos fueron considerados víctimas del terrorismo de Estado. A pesar de que atacaron un regimiento del Ejército durante el gobierno constitucional de la presidenta Isabel Perón. ¿Cuánto? El equivalente a unos 240 mil dólares, según la fecha de cobro.

Antes de finalizar su mandato, el presidente Mauricio Macri firmó un decreto que reconoce a los padres de los soldados un dinero equivalente. Pero ese pago no ha sido concretado porque falta el aval de Pietragalla Corti, entre otros pocos funcionarios.

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Si nos guiamos por lo que Pietragalla Corti pensaba hace unos años, entiendo que seguirá sin avalar ese decreto. Para él, los soldados formoseños murieron del lado equivocado, del otro lado de la grieta: estaban en el bando del Ejército de la oligarquía y del imperialismo, defendían un capitalismo salvaje y explotador. En fin: lo mismo que pensaban sus padres.

Precisamente por eso Horacio Pietragalla padre y Liliana Corti participaron de la planificación y del ataque al regimiento de Formosa. Para fundar un ejército popular, que defendiera a los pobres y a los excluidos de un sistema injusto.

En 1975, los padres del actual funcionario se habían mudado a Resistencia, donde tenían un negocio de venta y reparación de máquinas de escribir. Pero era una pantalla que ocultaba una activa base montonera, no solo en Chaco sino en todo el nordeste. Ese fue el punto de concentración de los autos y camionetas que trajeron desde distintas provincias a los montoneros que atacaron el cuartel formoseño. Allí se formó la columna que irrumpió en el Regimiento de Infantería de Monte Número 29.

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El copamiento no salió como esperaban. Los soldados que estaban de guardia aquel domingo a la siesta no se rindieron; el combate duró treinta minutos y hubo 24 muertos. Los montoneros también mataron a un policía cuando coparon el aeropuerto formoseño para que aterrizara el avión de Aerolíneas Argentinas que habían secuestrado en pleno vuelo. Fue la llamada “Operación Primicia”, ciertamente espectacular, escenográfica.

Pietragalla y Corti sobrevivieron y pudieron escapar. Horacio padre se refugió en Córdoba con un compañero; allí fueron rápidamente secuestrados, torturados, asesinados y desaparecidos por un grupo paraestatal, el “Comando Libertadores de América”. Liliana murió tiempo después durante un tiroteo; Horacio hijo fue robado, uno de los tantos niños robados por los represores, y recuperó su identidad gracias a las Abuelas de Plaza de Mayo.

Uno podría pensar que tanto dolor personal y familiar debería abrir el corazón del secretario de Derechos Humanos a la tragedia de las madres y los padres de los soldados formoseños. Yo conocí a varias de esas madres cuando investigué para escribir mi libro Operación Primicia; no a los padres porque todos ya habían muerto. Esas madres también han sufrido mucho y merecen que el Estado reconozca el sacrificio de sus pobres hijos y de ellas mismas.

*Periodista, editor ejecutivo de Fortuna, su último libro es Los 70.