OPINIóN
Desde Madrid

Diario de la peste: la voz de Almodóvar

El miércoles Almodóvar estrenó un corto de treinta minutos en más de un centenar de cines de España. Solo él puede romper el guion de lo establecido.

Pedro Almodovar
Pedro Almodóvar | AFP

Llovía torrencialmente en Madrid anoche y en las terrazas, amparadas por sombrillas -el aforo en el interior de los bares es restringido y el uso de la barra no está permitido- se hablaba del final de la moción de censura presentada por Vox, el partido de ultraderecha, contra el Gobierno.

En el sistema español de monarquía parlamentaria, donde el poder pleno se ejerce en las Cortes a través de los representantes, la moción de censura es un mecanismo que permite pedir al Congreso de los Diputados la destitución del Consejo de Ministros con
el presidente a la cabeza a través de la mayoría. Así cayó el expresidente Mariano Rajoy cuando el actual mandatario, Pedro Sánchez, pidió su cese. Esta vez fue Santiago Abascal, secretario general de Vox, quien llevó adelante el reclamo y, aún sabiendo que no ganaría el envite, esperaba acumular capital político con el apoyo del Partido Popular y de Ciudadanos, el triángulo de la derecha: ultras, conservadores y liberales, en ese orden.

Tal y como está escrito en la última frase parece una anomalía, ya que, tanto conservadores como liberales al acompañar a los ultras construyen un oxímoron político pero ese fallido se produjo hace un par de años en un acto público, en la Plaza Colón de Madrid que contó con los tres partidos, la presencia estelar de Mario Vargas Llosa (quien por entonces quitaba hierro al incipiente Jair Bolsonaro y presentaba en Madrid a su flamante ministro de Justicia, Sergio Moro) y la ausencia de Manuel Valls, ex primer ministro francés y por entonces, candidato de Ciudadanos en Cataluña. El martes Ciudadanos anticipó su voto negativo pero hasta ayer, casi sobre la hora de la votación, Pablo Casado, líder de los populares no hizo pública su posición. Fue, finalmente, negativa y con su viraje al centro cambió la relación de fuerzas de la cámaras. Aunque como dijo Vázquez Montalbán del inicio de la transición, más que correlación de fuerzas se trata de una correlación de debilidades.

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Diario de la peste: encender la luz

La verdad, Vox se lo puso fácil al PP ya que era imposible seguir su deriva. No se ahorraron nada en la ponencia del hipotético programa de gobierno, un verdadero manifiesto medieval que empezó por la recuperación de las esencias, las masculinas y las autoritarias, atacó a Europa y a China, planteó la ilegalización de todos los partidos nacionalistas, en fin, los analistas más cautos dijeron que esbozó el plano de una «dictablanda». No había manera de apoyar ese programa y Casado no lo hizo. Además, sorprendió con una intervención muy por encima de su nivel habitual, al punto que el vicepresidente Pablo Iglesias, en el turno de palabra que pidió, lo elogió. En lo que va de legislatura jamás se había vivido una sesión donde se hablara de política pura y dura. Tuvo que aparecer un fantasma recordando la oscuridad de la dictadura para devolver el sentido al hemiciclo. Un analista recordó al conservador Cánovas del Castillo por el discurso de Casado y otro, a Enrico Berlinguer por la intervención de Pablo Iglesias.

Un día es un día pero, de ningún modo, una jornada sin covid-19 en la agenda. Superamos el martes el millón de contagios, un shock que durará días hasta que sea rutina. Sí, la pandemia hace cotidiano lo trágico en una falsa asimilación porque las marcas del trauma no se escriben en el aire donde el virus de camufla: la tristeza y el miedo aparecen en las miradas que se cruzan en un bus o en el súper, pero fundamentalmente, con cada uno de nosotros puertas adentro.

El miércoles Almodóvar estrenó un corto de treinta minutos en más de un centenar de cines de España. Solo Almodóvar puede romper el guion de lo establecido -por otro camino, quien lo diría, terminará cruzándose con Buñuel-: en medio de la pandemia rueda un corto y lo exhibe en salas con el horario de una película estándar. La obra esuna versión libre de La voz humana de Jean Cocteau que ya ha citado en un par de películas suyas pero esta vez la aborda de pleno y para ello convocó a Tilda Swinton, quien ejecuta un unipersonal en el alto registro del resto de sus actuaciones. El resultado es brillante pero el efecto es demoledor porque, en definitiva, la sensibilidad
de Almodóvar es capaz de, involuntariamente, involucrar lo trágico de la realidad - confinamiento, soledad, dolor, violencia- en las imágenes creadas.

Swinton interpreta a una mujer abandonada por su amante de quien no tiene y espera noticias. Solo sale de su casa para comprar un hacha, toda una declaración de intenciones y el resto del tiempo se confina mientras espera una llamada. Habla con el exterior a través del celular y sale al balcón tal y como lo hacíamos nosotros hace dos meses atrás; siente el dolor con un vuelo que no pasa lejos de la circunstancia de cualquiera más allá del objeto que lo involucra.

Esta semana, aquí, entonces, sin saber aún que nos depararán las medidas que anuncien por la tarde y que regirán nuestra vida en los próximos días, Almodóvar ha dado su versión de un viejo dolor que parece nuevo por su repentina ocupación del presente. La política nos dio un respiro: por una vez construyó un sentido. La peste, no: lo sigue destruyendo.