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UN PROYECTO DE LA UNT

Mujeres de la Independencia, invisibles para la historia oficial

Ocho figuras femeninas tucumanas –como religiosas, pedagogas y promotoras de la paz– fueron imprescindibles para el desarrollo de la Independencia argentina. Un grupo de docentes logra sacarlas del olvido.

La casa sufrió diversas intervenciones y fue demolida en 1904, auge del período de libertad y espíritu positivista.
| Cedoc Perfil

El martes 9 de julio de 1816 estaba soleado. Para festejar la declaración de la Independencia, la Ciudad de Tucumán estaba llena de flores, guirnaldas y banderas blancas y celestes. Por la noche y al día siguiente, hubo peñas y bailes. En la Casa Histórica, sonaban el minué y la zamba. Entre los que mejor bailaban, se destacaba el general Manuel Belgrano.  
Durante el festejo, decidieron elegir a la reina de la fiesta. Se armó un jurado y por mayoría salió electa Lucía Aráoz, a la que llamaron “la rubia de la Patria”. Todos querían bailar con ella. Afortunadamente, a partir de esa noche y para el resto de nuestra historia, fue a la única a la que se llamó “reina”. Años después, en 1824, Lucía se casó con Javier López, caudillo y ex gobernador de la provincia, sellando la paz entre las dos familias históricamente enfrentadas: unos representaban la población rural y otros, la urbana, bandos muy sangrientos de la guerra civil tucumana. El matrimonio tuvo ocho hijos y duró hasta el 25 de enero de 1836, día en que Javier López fue fusilado por orden del gobernador Alejandro Heredia.
Como Lucía Aráoz, hubo otra serie de mujeres tucumanas que participaron de la vida social, cultural, política y económica de Tucumán y de Argentina, que la historia oficial invisibilizó. Un grupo de docentes, investigadoras y estudiantes de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán se propusieron llevar adelante la tarea de sacarlas a la luz. “Para hacerlo fue necesario revisar y rehacer conceptos, dado que los que nos son propios han sido construidos en base a una visión del mundo en la cual el género ha quedado afuera”, asegura a PERFIL Hilda Beatriz Garrido, directora de la investigación, junto con Noemí Liliana Soraire, Emilse Marteau y Ana Martina Camuñas. Para avanzar en este estudio de mujeres del bicentenario tucumano, realizaron una búsqueda exhaustiva de datos biográficos, consulta de fuentes documentales y de bibliografía pertinente, y recolección de fotografías y retratos. A continuación se resaltan las biografías e imágenes de ocho mujeres nacidas antes, durante y pocos años después de la Independencia del 9 de julio de 1816.
Manuela Hurtado
Pedraza
Conocida como La Tucumanesa, fue una de las mujeres que se destacaron en la defensa de la ciudad de Buenos Aires durante la Primera Invasión Inglesa, en 1806. Ella sobresalió por su fortaleza y lucha para enfrentar a los invasores, formando parte, junto a su esposo, de las milicias locales. Luego de terminada la contienda, su labor fue reconocida por las autoridades, concediéndole sueldo y grado de subteniente de Infantería, según Resolución Real del 24 de febrero de 1807.

Agueda Tejerina de Posse
Hija del español Fermín de Tejerina y Barrera y la tucumana María Teresa Chaves Domínguez, se casó con el acaudalado español Manuel Posse. Movilizó el apoyo de sus comprovincianas a la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas de 1807. Desde Tucumán se enviaron cerca de 1.600 soldados a Buenos Aires para luchar contra los invasores.
En una proclama de 1807, se dirigió a sus coterráneas, diciendo: “Tucumanas: llegó el tiempo en que es preciso manifestar los sentimientos de patriotismo, vasallaje y honor que nos animan. Aunque la honestidad del sexo nos excluye de la comparecencia personal al socorro de Buenos Aires, no por eso niega otros recursos para demostrar que nuestros deseos se nivelan con los que han dado a luz los nobles ciudadanos del pueblo. (...) Tucumanas, nuestro sexo jamás puede reputarse de menor condición en esta parte, y así es preciso que expliquéis nuestros sentimientos suscribiéndoos a continuación por las sumas que queráis oblar, que yo me suscribo por la de cincuenta pesos”.

Lucía Aráoz
El 10 de julio de 1816, un día después de declarada la Independencia, la ciudad de San Miguel de Tucumán continuaba festejando el acontecimiento. En la plaza se improvisaban bailes; se realizaron desfiles y, a la noche en la casa del gobernador Aráoz, se eligió a la reina de la fiesta, coronándose a Lucía Aráoz, una joven rubia y muy linda que, desde entonces fue conocida como “la rubia de la Patria”. En 1824, la hija de Diego Aráoz, Lucía, “la rubia de la Patria”, contrajo enlace con Javier López, sellando este matrimonio la paz entre las familias de ambos, que venían de profundos enfrentamientos.

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Elmina Paz de Gallo
Desde joven, tuvo manifiesta inclinación religiosa y tiempo después, al perder a su esposo e hija de tan sólo tres años, resolvió dedicarse con más fervor a la caridad. En 1886 estalló la epidemia de cólera más grave que se expandió por casi todo el país; en este contexto, Elmina donó su fortuna y decidió abrir su casa para dar asilo a niñas y niños huérfanos. Posteriormente, se consagró al servicio de Dios y, junto con otras damas tucumanas, fundaron la Congregación de Hermanas Dominicas Terciarias del Santísimo Nombre de Jesús. Las obras de la Congregación se multiplicaron por diversos lugares de la provincia y el país.

Guillermina Leston
Se destacó por su gran labor benéfica y caritativa. En 1902 promovió la construcción del templete para la conservación del Salón de la Independencia. En 1906, junto a su esposo, Alfredo Guzmán, fundaron la Sala Cuna, que desde
sus inicios asiste a niños y niñas provenientes de familias con diversas problemáticas sociales.

Catalina Jiménez de Ayala
Fue directora de la Escuela Normal de Maestras entre 1890 y 1921. También se desempeñó como profesora de Pedagogía e Instrucción Moral y Cívica desde la fundación del establecimiento, en 1888, destacándose por ser la profesora más joven en asumir ese cargo. Además, se perfiló como una acérrima defensora, frente las autoridades de gobierno, de la excelencia académica y el mejoramiento edilicio de la institución. Catalina Jiménez fue designada como delegada de la Escuela Normal ante el Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina, organizado por la Asociación de Universitarias Argentinas, realizado en la ciudad de Buenos Aires en mayo de 1910. Ella fue la única representante de la provincia de Tucumán que participó en este evento tan caro para el movimiento feminista argentino. Durante esa época, se destacó su prima: Cornelia Montero de Figueredo Iramain. Ella tuvo una destacada actuación en la vida educativa y cultural de Tucumán ya que fue maestra y profesora de Historia y Geografía en la Escuela Normal, donde además se desempeñó como secretaria hasta el año 1901. Se dedicó con entusiasmo al periodismo escribiendo en el diario El Demócrata, de propiedad de Melitón Camaño, donde publicó artículos de interés general y de interés para las mujeres, firmando con el seudónimo de Celeste. Se destacó también en otras manifestaciones artísticas como la música, la pintura y la escritura. Sus descendientes guardan un álbum en donde Cornelia recogió los pensamientos y reflexiones de destacadas figuras de Tucumán, y en donde aparecen ilustraciones realizadas por ella.

Lola Mora
La escultora Dolores Candelaria Mora Vega inició sus estudios en Bellas Artes en la ciudad de San Miguel de Tucumán, continuando su formación artística en Italia. Sus obras más significativas fueron talladas en granito y mármol. Se destacan la Fuente de las Nereidas, la Estatua de la Libertad, el Monumento a Juan Bautista Alberdi y el Conjunto de Esculturas, ubicado en el Monumento a la Bandera en la Ciudad de Rosario, en Santa Fe. Particular mención merecen los bajorrelieves de bronce emplazados en la Casa Histórica de la Independencia, realizados hacia 1900.
Lola Mora fue una artista muy controversial y cuestionada por la élite de comienzos del siglo XX, por la singularidad de sus obras y por su vida privada

Amalia Prebisch de Piossek
Fue una literata de renombre de la provincia de Tucumán, autora de numerosos artículos, conferencias y discursos, pero, sobre todo, se destacó como poeta. Su obra de mayor trascendencia es La randera tucumana y otros poemas. Además, fue docente en la Escuela Normal y en la Escuela Sarmiento. También ejerció como profesora de Metodología y Práctica de la Enseñanza de la Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.