CULTURA
Aniversario

César Tiempo: talento argentino

Hoy se cumplen 40 años de la muerte del notable periodista, escritor, guionista, dramaturgo y miembro del Grupo Boedo. En estos días, además, se reedita su mítico libro "Versos de una...".

Nicolás Olivari 20200908
César Tiempo (Yekaterinoslav, Ucrania, 3 de marzo de 1906 – Buenos Aires, 24 de octubre de 1980). | Cedoc Perfil

Nació en 1906 como Israel Zeitlin en una ciudad ucraniana pero se convirtió en un integrante de la Academia Porteña del Lunfardo en Buenos Aires, ciudad en la que festejó su primer cumpleaños y a la que dedicó ríos de tinta. El nombre de César Tiempo, con el que se hizo conocido como periodista, escritor, guionista, editor y dramaturgo, fue elegido por él mismo a los quince años. Hoy se cumplen cuatro décadas de su muerte.  

Cuando era adolescente, participaba de cuanto concurso literario había. Obtuvo la ciudadanía argentina en 1924 y ese mismo año editó su primera revista, Sancho Panza, de la que aparecieron sólo dos números. En 1927, con el seudónimo de Clara Beter publicó el libro Versos de una… Los poemas habían llegado por correo a la editorial Claridad, firmados por Clara Beter, una prostituta ucraniana traída a Buenos Aires con engaños para su explotación sexual. El libro causó gran revuelo y en pocas semanas se agotaron tres ediciones. ¿Quién era esa escritora? “La vida misma es una fatamorgana, un gran engaño, un fraude –escribió el mismo Tiempo décadas después sobre aquel osado debut literario-. Pero Elías Castelnuovo, el prologuista del libro, no pensaba lo mismo. Cuando se enteró del engaño, publicó un artículo señalando que todos habían sido defraudados. Pues la tal prostituta había resultado un prostituto. El prostituto era yo”.

Este mes, el sello Clara Beter acaba de reeditar ese mítico libro. “Se recogían los poemas que, desde hacía unos meses atrás, una enigmática prostituta oriunda de Ucrania y radicada en Rosario, hacía llegar por correo –cuenta el escritor y editor Gito Minore-. Los poemas, en clave realista, pronto se ganaron el respeto de sus pares varones del grupo Boedo. Propulsores del ‘arte para la liberación del hombre’, Castelnuovo y compañía veían en esa mujer a una hermana en la misma vereda estética y política que ellos. Vereda antagonista de las ideas que impulsaba Florida, el otro grupo del momento, defensores del arte por el arte”. Sin embargo, nadie conocía a la autora. “Tiempo después, el misterio se develó –agrega Minore, que firma el minucioso prólogo de la reedición-. Detrás de ese nombre se escondía César Tiempo, el miembro más joven del grupo. Tras esta primera aventura, continuó escribiendo y publicando no solo poesía, sino también narrativa, crónicas, dramaturgia, guiones de cine. El 24 de octubre de 1980 falleció en Buenos Aires, dejando una obra frondosa. A modo de homenaje, a cuarenta años de su muerte, el sello editorial que lleva el nombre de su álter ego femenino acaba de editar ese libro pionero con ilustraciones de diversos artistas contemporáneos como  Lautaro Dores, Isidoro Reta, Claudia Sanzone, Mariano D´Angelo, Gustavo López Armentía y la mexicana Violeta García”.

En 1927, Tiempo compiló con Pedro Vignale Exposición de la actual poesía argentina, y en 1930 dio a conocer su segundo libro de poemas (esta vez firmado con su nombre), Libro para la pausa del sábado, que obtuvo en 1930 el Primer Premio Municipal de Poesía. “No sé hasta donde podrá dictaminar en materia hebrea un mero, incircunciso argentino, pero sospecho que este judaizante y no judaico libro de Zeitlin, padece una discordia –escribió Jorge Luis Borges sobre esa obra-. ¿Qué pensaríamos de un discípulo de Dostoievski que se expresara solamente en acrósticos, o de un caníbal vegetariano, o de un ferviente adorador de Picasso que dilapidara todas sus rentas en la continua adquisición de croquis de Sirio? Una no menos milagrosa incongruencia me acecha y me incomoda en este perseverado volumen. El tema es Israel, la larga sangre de Israel, sus emigraciones, sus días; el estilo movilizado con ese eterno fin es un dialecto literario de la lengua española, practicado por unos pocos muchachos del distrito central de la prescindible ciudad sudamericana de Buenos Aires, indescifrable en Tehuantepec o en Saavedra. ¿Necesitaré recordar a César -Israel Zeitlin- Tiempo, tan abundoso de eruditos epígrafes y de guturales cursivas, que hay un estilo hebreo, una como respiración natural de la poesía judaica?”.

Con el dinero del premio, el joven Tiempo viajó a España, donde participó de las tertulias literarias de Rafael Cansinos Assens, que prologó su tercer libro, Sabatión argentino (1933). Con estas obras, a las que hay que sumar Sabadomingo (1938) y Sábado pleno (1955), fue reconocido como el primer escritor en la Argentina que abordó la temática judía desde la lírica. En ellos se refiere a los rituales judíos y le otorga significación poética a la pausa del sábado. Este eje temático se mantuvo en gran parte de su producción, tanto como narrador de las costumbres, como poeta y como denunciante del antisemitismo en la Argentina y en el mundo. En 1935 firmó el texto “La campaña antisemita y el director de la Biblioteca Nacional”, en donde caracterizó como antisemitas las novelas de Hugo Wast, seudónimo del entonces director de la Biblioteca Nacional, Gustavo Martínez Zuviría. 

Integró el famoso grupo literario Boedo, que en la década de 1920 rivalizaba estética e ideológicamente con el de Florida. “Hubo una época en que el meridiano de la literatura nacional pasó por Boedo –sostuvo Tiempo en un artículo recordatorio-. Boedo es una calle y un barrio. Una calle que nace en Almagro y termina en el Parque de los Patricios y un barrio que crece hacia arriba y no se detiene jamás. De pronto, mediante no sabemos qué misteriosos ardides, aparece en Avellaneda, en Lanús, en Lomas de Zamora, después de haber cruzado por el convés de hierro y cal hidráulica del Puente Valentín Alsina que permite a la provincia codearse con la ciudad. Pero además de ser una calle y un barrio, Boedo fue una divisa”. 

Fue guionista de películas como Safo, historia de una pasión, Adán y la serpiente, Los pulpos y La muerte camina en la lluvia, de Carlos Hugo Christensen; Pasaporte a Río, de Daniel Tinayre; Las procesadas, de Enrique Carreras, y Proceso a la infamia, de Alejandro Doria, entre muchas otras. En algunas, incluso, se lució como actor de reparto. Y entre sus obras teatrales se pueden mencionar Pan criollo (1937), La dama de las comedias (1951 y escrita en colaboración con Arturo Cerretani), El lustrador de manzanas (1957) e Yrigoyen (1973, en colaboración con Ulyses Petit de Murat).

Como señala César Aira en su Diccionario de autores latinoamericanos, Tiempo escribió la primera novela argentina protagonizada por Carlos Gardel, El último romance de Gardel, de 1975. El 24 de febrero de 1964, mientras vivía en Bruselas, aceptó por carta la designación de Académico de Número de la Academia Porteña del Lunfardo. “César Tiempo fue –dijo José Gobello– nuestro maestro total: maestro de poesía, porque la suya era limpia y original, leve y honda como su mirada; maestro de prosa, porque la suya nos deslumbraba, pero al modo que se deslumbran los bichitos cuando se precipitan al carozo de la luz que es el fuego. La pedrería lujosa de su escritura no era bisutería; no nos despistaba de su pensamiento y de su sentimiento, que en él era más o menos la misma cosa”. Durante la dictadura militar, Tiempo publicó sus últimos dos libros: Mi tío Scholem Aleijem y otros parientes y Capturas recomendadas, ambos de 1978. Ese mismo año, ensayó una definición sobre la labor del poeta: “Un taumaturgo capaz de convertir un trozo de carbón en un diamante y luego vender ese diamante como si fuera un trozo de carbón”. En 1979, se lanzó Poesías completas, hoy inhallable en librerías. Y en octubre de 1980, semanas después de la muerte de Elena Itzscovitz, su mujer, falleció en Buenos Aires. 

Dos poemas de Clara Beter
Quicio 
Me entrego a todos, mas no soy de nadie; 
para ganarme el pan vendo mi cuerpo.
¿Qué he de vender para guardar intactos
 mi corazón, mis penas y mis sueños?

Sol
Sol y sol en las copas de los árboles,
oro de sol en mi cabeza rubia,
moneditas de sol en las serenas
y especulares ondas de las fuentes.
Lluvia de sol sobre las calles grises,
pinceladas de sol en las paredes;
sol por doquier, dorando cuanto besa.
Pero a mi alma no llega ni el más leve
rayo de sol.