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Espartanos

La batalla por una segunda oportunidad

El proyecto del rugby en la cárcel comenzó hace 10 años en Buenos Aires y hoy abarca a 21 provincias. En Córdoba, Río Cuarto y Bouwer son los pioneros.

Los Espartanos
Escape a la victoria. El Proyecto Espartanos, con el rugby como uno de sus pilares, se replica en las cárceles de Bouwer y Río Cuarto. | CEDOC PERFIL

Los Espartanos se llama el equipo de rugby que, con una decena de jugadores y un par de voluntarios, se formó hace 10 años en una cárcel de máxima seguridad de Buenos Aires: la Unidad Penitenciaria Nº 48 de San Martín.

Aquella experiencia arrancó en marzo de 2009, cuando Eduardo “Coco” Oderigo, abogado penalista y ex jugador del San Isidro Club, entendió que era el momento de “dejar de juzgar y empezar a jugar”, según él mismo refiere. “Pluralidad, espíritu de equipo, sentido de pertenencia: son los valores que nos propusimos inculcar a través del deporte”,  enfatiza.

Una década después, ya con el formato de fundación, Los Espartanos llevan adelante un programa de integración, socialización y acompañamiento que funciona en 57 cárceles de 21 provincias argentinas y que incluye a más de 3.000 reclusos, entre hombres y mujeres.

“Esto no estaba en nuestros planes una década atrás”, admite Oderigo, quien esta semana (el martes a las 18 horas, en el Campus de la Universidad Siglo 21) acompañará en Córdoba la presentación del libro “No permanecer caído”, en el que el periodista Federico Gallardo habla del origen y la evolución del proyecto y visibiliza historias en primera persona.

“Queremos agilizar un poco todo lo que se está haciendo en el interior del país y el tema del libro es un espaldarazo para potenciarlo”, destaca en alusión al trabajo que incluye a las cárceles de Bouwer y en Río Cuarto.

Los entrenamientos y los partidos forman parte de una propuesta que se complementa con la enseñanza de oficios, la práctica del yoga y momentos de reflexión y espiritualidad. Todo confluye en el objetivo de allanar el camino hacia la futura inserción socio-laboral de los reclusos.

“Hicimos convenios con 74 empresas, principalmente de Buenos Aires, y ya tenemos 204 personas trabajando en blanco”, cuenta Oderigo. El círculo se cierra con un programa de contención a los familiares de los presos. “Tratamos de brindarles la mayor cantidad de herramientas para que puedan salir adelante y tener una segunda oportunidad”, puntualiza.

“Todo se hace a pulmón”, destaca el creador de la ONG que se financia con las donaciones que recoge desde su sitio web (www.fundacionespartanos.org). Con el dinero recaudado se cubren gastos, se editan los libros y hasta se construyen canchas de rugby en los penales.

El equipo de la Unidad Penitenciaria Nº 48 de San Martín, que en 2015 visitó al Papa Francisco en el Vaticano y en 2017 recibió al seleccionado neozelandés de rugby, All Blacks, tiene 286 jugadores. Entre sus integrantes, el porcentaje de reincidencia delictiva –que en términos generales promedia siete de cada 10 casos- alcanza un 5 por ciento.

Águilas del Imperio

En Córdoba, el primer proyecto de rugby en la cárcel se inició hace dos años en la Unidad Penitenciaria Nº 6 de Río Cuarto, con el equipo Águilas del Imperio.

“Nuestra propuesta tiene tres pilares: deporte, espiritualidad y educación. Casi 200 internos ya participaron de este proyecto, que está bajo el ala de Espartanos”, cuenta Joaquín Mosso, el coordinador general.

“Hay tres días de actividades: los lunes se trabaja en espiritualidad y valores, los martes se juega al rugby y los viernes hay entrenamiento físico. La idea es inculcarles humildad, respeto, compañerismo y solidaridad, y prepararlos para una segunda oportunidad”, sostiene.

Águilas del Imperio ya jugó varios partidos como local. “Nos visitaron Urú Curé, Jockey, Aero Club, La Carlota y Achiras”, cuenta Mosso. “También hicimos un encuentro afuera, el 22 de abril pasado, y fue un hito. Salieron 16 internos para enfrentar al equipo de Bouwer. Más allá de haber ganado, lo pasamos muy bien. Fue una experiencia espectacular”, destaca.

“Hemos logrado muchísimas cosas y estamos totalmente satisfechos”, concluye.

Ruaj

Soplo de Dios es la traducción del nombre hebreo con el que bautizaron a su escuadra de rugby los internos del Módulo MX2 de la Cárcel de Bouwer, que aloja a multireincidentes.

“Sería mucho más fácil hacer nuestro trabajo con otros privados de su libertad, pero en un pabellón de máxima seguridad las necesidades y los desafíos son más grandes”, destaca Marcelo Ruiz, químico de profesión, ex jugador de Tala y encargado del proyecto que incluye a un centenar de reclusos. “A estos chicos la vida les metió un tackle y nosotros queremos ayudarlos a que puedan levantarse”, añade.

En Bouwer “la guinda” empezó a rodar en marzo de 2018 como parte de un plan que tiene como otro de sus pilares a la enseñanza de la catequesis, que está a cargo de los sacerdotes de la Sociedad San Juan.

“Tenemos el apoyo del Ministerio de Justicia, el Servicio Penitenciario y varios clubes de la ciudad, y hasta Monseñor (Carlos) Ñáñez asiste a la cárcel para compartir nuestras actividades. También es importante el respaldo de empresas de construcción, gastronomía y otros rubros para lograr el propósito de que los presos puedan reinsertarse”, precisa Ruiz.