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argentina, finalista en el mundial de basquet

Ya entraron en la historia

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Scola. El sobreviviente de la Generación Dorada que lidera la renovación. | fiba

La piel de pollo me recorre todo el cuerpo cada vez que Argentina está en boca del mundo por otro hito más en el deporte. Entre tantas pálidas, la selección nacional de básquet nos tiró un salvavidas para poder volver a sentir orgullo de ser argentinos. Por un rato nos rompemos las manos de aplaudir a estos genios que nos regalan una sonrisa y nos hacen caer alguna que otra lágrima. La alegría por alcanzar la final es un plus más que viene dentro del paquete de emoción que ya nos genera ver semejante entrega y amor por la camiseta celeste y blanca.

Hoy, desde las 9 de la mañana, Argentina tendrá la oportunidad de arrancarse la espina que está clavada desde hace 17 años: la final del Mundial de Indianápolis. Fue una derrota 84-77 ante Yugoslavia y fue el primer golpe fuerte que sufrió la camada que luego sería la Generación Dorada. España será el rival a vencer. Viene de derrotar a Australia por 95-88 en tiempo extra. Y ahora este grupo nuevo tendrá la tarea de cobrarse la revancha de aquella final.

Hay dos coincidencias que vale la pena resaltar. Tanto en 2002 como hoy, estos jugadores no viajaron con la presión por conseguir una medalla. Se prepararon para utilizar el Mundial como una prueba para su formación, para ganar experiencia y empezar a darle la esencia propia. Pero estos pibes no responden a la lógica y sorprendieron al país y a todo el planeta. Con el alma en las manos, dejaron todo en cada partido, y eso traspasó las pantallas. Contagiaron su energía y nos motivaron para creer que siempre hay que ignorar las variables que nos plantea la coherencia y plantarnos ante los gigantes. Se sentaron en la mesa de las potencias y dejaron en claro que no fueron de paseo. Eliminaron a Serbia y a Francia con una naturalidad digna de un seleccionado que se conoce de toda la vida.

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En 2002, el gigante derrotado fue Estados Unidos. El primer bombazo de ese grupo. Y aun con el tropiezo de la final, el camino fue cuesta arriba y hoy son una de las selecciones más queridas y reconocidas de la historia del deporte argentino. La otra coincidencia que encontramos es nada más y nada menos que Luis Scola. Cuando tenía 22 años ya brillaba como joven promesa. Hoy, con 39, es el líder de estos pibes. El único jugador argentino en tener doble medalla olímpica y doble mundialista. El “viejo” que no solo enseña con la teoría, muestra dentro de la cancha cómo se hace esto. Un ejemplo del básquet argentino: amor por la camiseta, profesionalismo, constancia e insistencia. Ningún golpe lo derriba fácil. No habla por hablar. Es el único sobreviviente de la Generación Dorada y afirmó que veía cosas de aquella camada en este grupo. Fue el único que se atrevió a decir que este año se podía ganar una medalla. Ayer, luego del partido, escribió en redes sociales sobre los cinco objetivos que se planteó y que ya se lograron: “Pasar el grupo, entrar a cuartos, clasificar a los Juegos Olímpicos, entrar a las semis y ganar medalla”. El remate al tuit: “Vamos por más”. ¡Y claramente, un tipo como Luifa irá por todo! Imposible no ilusionarse con gente que juega con fuego en el alma y deja un pedazo de su amor en cada pelota que agarra. Amor por el deporte, por Argentina, por sus compañeros y ex compañeros, por el público, por su familia. Eso contagia Scola. Eso sentí cuando vi ese abrazo explosivo con Manu Ginóbili. Recordé los partidos de ellos juntos y las alegrías que nos regalaron.

La FIBA no está alejada de la opinión pública y ya postuló a Scola como MVP del Mundial. No fue el único argentino nominado. Facundo Campazzo nos deleitó con sus habilidades a lo largo de todo el certamen y también está entre los mejores jugadores. Otro pibe más que desconoce de prejuicios e ideas preestablecidas como dogmas en el básquet. Su altura no impide que haga magia con la pelota en las manos. Además de ser un jugador práctico, disfruta de los lujos como si fuera uno de los Globetrotters, y a nosotros se nos escapa un constante “¡wow!”. Ordena y guía a sus compañeros, es el motor. Merecidísima su nominación.

A horas del primer gran desafío de este joven plantel, todo lo que indicaba ser una transición quedó en el pasado. Estos pibes ya están en la historia.