COLUMNISTAS
De reforma judicial, Vicentin y otras yerbas

Frente de Todos (los quilombos)

Aunque podría aprovechar las faltas de la oposición, el oficialismo acaba por caer en su propia trampa: el arte del contraste y el consenso con poco marketing.

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El Gobierno mandó al Congreso el proyecto de ampliación del Presupuesto 2020. | Télam

Después de semanas de correcciones, parches y discusiones, el Gobierno cerró el proyecto de ley de reforma judicial. Fue anunciado con la enorme expectativa de acabar con la inexplicable lógica de la Justicia Federal, entre otras deficiencias, en un momento en que el país discute el hastío del aislamiento, la crisis terminal de las pequeñas y medianas empresas (los monotributistas quedaron ya olvidados en la discusión) y reacciona ante la inseguridad que crece, en cantidad y en rasgos de violencia.

Mientras tanto, la negociación de la deuda entra en pausa y se caen los intentos del oficialismo para, a su modo, salvar Vicentin. El Alberto Fernández director de orquesta cambió las partituras. Al parecer, no le cierran algunos tonos, aunque de momento jura y perjura que todos los músicos se quedan donde están.

Se repuso del desconcertante “fuego amigo” al que lo sometió, antes que nadie, su compañera en el Ejecutivo y los que, más cristinistas que ella misma, la siguieron con anteojeras. Bastaron algunas declaraciones públicas y el acuerdo privado de calmar a las fieras, mandato que todos acataron, a excepción del ministro Sergio Berni que, de a poco, vuelve al histrionismo para el público antizaffaroniano.

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Efectiva para disimular el ruido interno -que ahora se mantiene sotto voce-, esa determinación parece no bastar para acallar las pulsiones del Gabinete nacional, cuestionado por el dispar movimiento de algunas áreas. La cuarentena, el virus, el congelamiento de la actividad económica no alcanzan a excusar el letargo de algunos ministros, apunados en el poder en tal solo ocho meses de (no) gestión. A algunos ya no les piden goles sino un plan.

Al menos una jugada por fuera del prometido paquete de sesenta medidas. El Gabinete de los comentaristas empieza a caer en desgracia ante los que piden acciones concretar para la crisis actual pero también para el día después. Saben que habrá cambios, todos coinciden en que este no es el momento.

Tampoco es el momento de las estatizaciones. El reclamo de los intendentes contra Edesur se frenó en razón de días. No fue magia: sin gestiones de parte del ministro de Energía, fue Fernández quien se reunió directamente con el CEO de la empresa. No hay planes para hacerse cargo del servicio.

Más que la intención, pesan las deficiencias de infraestructura, urgencias de inversión y riesgo de reclamos judiciales por las tarifas (donde Argentina ya tiene fallos en su contra) para resistir esa tentación. En una lógica similar, el Presidente dio marcha atrás con la intervención de Vicentin. Caído el Plan Perotti pocas horas antes, anunció la derogación del DNU que disponía la intervención, ya frenada en la Justicia.

En dos meses, el Gobierno aseguró que entraría en la empresa, lamentó que pocos festejaran la medida para finalmente volver sobre sus pasos. Con rédito cero, la iniciativa de la senadora Anabel Fernández Sagasti no proveyó seguridad a los acreedores ni promovió un plan de soberanía alimentaria para el mediano y largo plazo.

El salvataje de una empresa histórica para el agro local acabó por convertirse en un laberinto construido por el Gobierno para sí mismo, que lejos de fortalecerlo en el diálogo con el campo, lo desgastó al punto de convertir los banderazos a favor de la empresa en las primeras protestas contra el albertismo en buena parte del país. Salvo los Nardelli, acá no festeja nadie.

O sí… La “nueva normalidad” de Rodolfo Canicoba Corral lo encuentra lejos de los juzgados 6 y 12 de Comodoro Py. En su primer día como exjuez, deviene en comentarista judicial en una entrevista a Futurock: asegura que el Gobierno tiene “la intención de reformar Comodoro Cloaca”. Sólo horas antes de esa declaración era parte de ese sistema. Lo dejó con avances en una de las causas que más incomodan a la gestión Cambiemos, sin rendir cuentas sobre su enriquecido patrimonio y con una jubilación cercana a los 330 mil pesos mensuales.

Una suerte inexplicable, como la del expresidente Mauricio Macri, que disfruta de la “libertad y responsabilidad” francesa. En cuanto cumplió la cuarentena de su viaje a Paraguay, voló a Europa.

Dice que lo hace por motivos laborales y que no entiende el por qué del escándalo. Un espléndido. ¿Son las tarifas del hotel en que pasó la primera noche? ¿La poca empatía y las indirectas hacia el país que gobernó hasta hace unos meses? ¿La molestia de algunos de sus compañeros políticos, que deben respaldar en público lo que denostan en privado? Mientras él insiste en retener el liderazgo de JxC, en ese espacio crece el discurso que aboga por despegarse de la falta de olfato de Mauricio, síntoma que ostenta desde mucho tiempo antes de la llegada del coronavirus al país.

Por suerte o por desgracia, el Frente de Todos tiene tantos problemas hacia adentro de la coalición que ni siquiera logra capitalizar estos incidentes. Hubieran servido para distraernos un rato y correr el atención sobre la pasmada acción de gobierno.