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Una revuelta global de contaminadores pobres

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¿Qué son los chalecos amarillos? ¿Un movimiento de protesta contra Emmanuel Macron, o el emergente local de un fenómeno global? Steve Bannon, ideólogo de la alt-right y ex jefe de campaña de Donald Trump, esbozó ayer una posible respuesta. “Los chalecos amarillos son el mismo tipo de gente que quienes eligieron a Trump y votaron por el Brexit. Gente que quiere recuperar el control de su país”, afirmó en un acto en Bruselas, donde pasa sus días diseñando The Movement, una fundación que apoya a partidos euroescépticos de extrema derecha de cara a las elecciones europeas de mayo de 2019.
Los chalecos amarillos nacieron en rechazo a un impuesto que grava el consumo de combustible fósil, un esquema diseñado por el Palacio del Elíseo para lograr la transición hacia energías limpias y cumplir con las metas del Acuerdo de París. Trump dijo que esas protestas le daban la razón de salir de aquel acuerdo. Jair Bolsonaro, en tanto, amenazó con imitar el portazo climático del republicano. El premier de Canadá, Justin Trudeau, también enfrenta la oposición de las autoridades de Ontario y Saskatchewan a su plan de imponer un impuesto a las emisiones de carbono. Argentina tampoco escapa a la tendencia, con el desmonte de miles de hectáreas en el norte del país y la expansión de la frontera de la soja.
La lucha por mitigar el calentamiento global es un campo más de batalla en la disputa por la supremacía mundial entre Estados Unidos y China, cuyas industrias son responsables del 30% de las emisiones de dióxido de carbono del planeta. Pero también funciona como una herramienta discursiva para captar votos en la esfera nacional. “Empieza a cuajar una revuelta global anti ecologista de los contaminadores pobres contra la fiscalidad medio ambiental”, escribió Lluís Bassets, columnista de El País. Trump y sus “copycats” le hablan a esos votantes empobrecidos. Ellos son los chalecos amarillos.