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Pandemia de coronavirus

Una falsa dicotomía: debo o no debo usar barbijo en la calle

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Coronavirus. Distancia social. | GP.

He utilizado barbijo casi todos los días de mi vida, en los últimos treinta años. Como anestesiólogo debo hacerlo, desde el momento mismo en que el material estéril que se va a utilizar en la cirugía comienza a ser desplegado por la instrumentadora. Siempre tuve claro que yo uso el barbijo para proteger ese material estéril y al paciente de los microorganismos que se alojan en mi boca y en mi nariz. Que de esta forma evito, al hablar o respirar, que micropartículas cargadas de bacterias o virus vuelen y se implanten en la herida del paciente.

Entonces me pregunto por qué no hacer lo mismo en esta etapa tan crucial para todos nosotros, donde bajar la curva de infectados es la meta más preciada.

Si nos han dicho que debemos guardar una distancia social de dos metros, es porque nos han colocado de alguna forma un barbijo virtual. Están tratando de impedir que los pacientes sin síntomas, pero infectados, transfieran el virus a otras personas.

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La distancia social parece muy útil en el caso del Covid-19 si solo habláramos o respiráramos normalmente pero, ante una tos o estornudo imprevisto, el virus puede volar hasta seis metros, y algunas pruebas dicen que más.

Hay muchas recomendaciones médicas para que no se utilicen barbijos cuando estamos en la calle, incluso la OMS no lo recomienda. Un argumento muy válido podría ser que si todos tenemos que usar barbijos, los médicos se quedarían sin este preciado elemento para trabajar.

Sin embargo, no necesitamos un barbijo quirúrgico para salir a la calle, simplemente necesitamos un tapaboca (incluye la nariz) para evitar que el virus vuele muy lejos. Un simple pañuelo cumpliría con este objetivo. Una gasa, una bufanda si hace frío, un cuello alto, etc.

Usted entonces pensará que cualquiera de estos elementos es de igual eficacia. Lamentablemente no lo es, pero sin duda es mejor que nada. Cada uno de estos elementos tiene un entramado que detiene o aminora la velocidad con que muchos virus son lanzados junto con gotas de saliva al toser.

La idea fundamental es que, si somos portadores asintomáticos, filtremos con este elemento un gran número de virus (no todos, por supuesto) y que aquellos que logren atravesar esta protección no alcancen distancias tan importantes. Esto haría mucho más eficaz la distancia social.

Puedo citar varias fuentes científicas para sustentar el uso de barbijo (o pañuelo) en las calles por las personas comunes. Recientemente George Gao, director general del Centro Chino de Control y Prevención de enfermedades, ha tenido una gran difusión al afirmar: “No implementar el uso generalizado de máscaras para protegerse del Covid-19 es un gran error que están cometiendo Estados Unidos y Europa”. Y esto fue publicado por la revista Science, una de las más prestigiosas en el ámbito médico.

Para este especialista, entre otros pilares fundamentales para bajar la curva de contagio se requiere: 1) uso generalizado de mascarás en las calles; 2) tomar la temperatura a todas las personas en lugares públicos; 3) aislamiento de las personas infectadas.

Otro artículo médico muy interesante publicado en marzo de 2020 (Shuo Feng y col., Lancet, Respiratory Medicine) describe que en países asiáticos como Corea del Sur, Japón y otros, el uso de protectores faciales del tipo máscara quirúrgica no se discute, está presente en todas partes, todo el tiempo. Este sería el motivo por el que mantienen un bajo nivel de contagio. En China ha sido declarado de uso obligatorio y se han realizado recomendaciones y guías para el uso, tanto para los trabajadores sanitarios como para la población en general.

Quizá la recomendación más importante de este artículo es para los médicos, que habitualmente nos apoyamos en la evidencia científica, para aceptar nuevos tratamientos o recomendaciones: “La evidencia sobre el uso de máscaras en la población general es escasa, pero es claro que todos los médicos las utilizamos para prevenir los contagios por gotas en las infecciones respiratorias. Quizá –agrega– no se trate de falta de evidencia, sino simplemente de ausencia de evidencia, por no haber suficiente investigación al respecto”.

El uso de barbijo o sustitutos por parte de la población general o en personas en riesgo, como aquellas mayores de 65 años, debería acompañarse de educación por parte de las autoridades sanitarias, ya que un uso eficaz dependerá de su correcta colocación, limpieza, tiempo apropiado de uso y reutilización, cuando sea posible.

Es una herramienta más, simple y útil, que no debería descartarse.

*Ex director de la carrera de médico especialista en Anestesia, Analgesia y Reanimación. UBA. Secretario científico del Congreso Mundial de Anestesiología (Buenos Aires, 2012).