COLUMNISTAS
culpas

Un millón de amigos

imagen default
| Cedoc

La pasión por los extremos es, quizás, el rasgo más arraigado y transversal de los argentinos. El riverboquismo, a veces encaramado en la grieta, a veces en el estar a favor o en contra del aborto, la policía, el papa Francisco o cualquier tema que oficie de leitmotiv para enfrentarnos, franquea clases sociales, géneros, nichos etarios, niveles culturales e ideologías. Fanatismo, confusión, endogamia y otros ingredientes que no son en sí ni buenos ni malos acicatean esa vocación de evadir matices que el Covid-19, como era de esperarse, confirmó. 

De la subordinación acrítica al encierro en marzo, al temerario relajo generalizado en octubre. De “matar a papá” en caso de ir a saludarlo en su día, a exponer a mamá a los incontables contactos que implica comer en restaurantes. De la lavandina a cada producto que llegaba del supermercado, a los amontonamientos en marchas callejeras. De amonestar a la señora que llevó su reposera a Palermo cuando casi no había casos, a no cuestionar la apertura de casinos cuando la cantidad de infectados es tan grande como para que algunos médicos hablen de inmunidad de rebaño en ciertas zonas. 

Es que el claroscuro no es para nosotros, jugamos a todo o nada, si hasta renunciamos a consultas por enfermedades crónicas cuando la cuarentena era furor, aumentando riesgos cardiovasculares y oncológicos. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

También caímos en vicios contrapuestos, pero igual de abyectos, como el conspirativismo que niega la enfermedad y el ninguneo de las necesidades de los sectores que nunca estuvieron en condiciones de mantener distancia social. 

Hoy, con un récord de 218 días en diversos grados de confinamiento y un puesto top en el ranking mundial de contagios, seguimos haciendo honor a nuestra histórica personalidad nacional y peleamos por determinar quién tiene la razón y quién la culpa. 

Lo importante es no dejar de lado las diferencias, no amigarnos.