COLUMNISTAS
Tras los anuncios del Gobierno

Hagan algo: agárrense de las manos

Las medidas que implementa Cambiemos solo servirán para llegar a octubre, y no hay salida fácil en diciembre.

Mauricio macri manos
Mauricio Macri. | Gentileza Flickr Presidencia

Mauricio Macri tiró la toalla. Los anuncios de este miércoles solo confirman la inviabilidad del proyecto económico y social de Cambiemos. El Gobierno que vino a reemplazar al kirchnerismo para que no vuelva más termina haciendo kirchnerismo económico (pisar tarifas y precios, financiar consumo a cuenta) para llegar a octubre, noviembre y diciembre. Todo cortesía del FMI que endeuda a futuro a todos los argentinos, a razón de 57.000 millones de dólares. Cada uno de los 44 millones de argentinos pasa a deber unos 1300 dólares, cuatro salarios mínimos y medio, para darle al oficialismo la chance de ganar cuatro años más de ajuste. Por las dudas, Christine Lagarde aclara que "sería una tontería" cambiar de rumbo.

El desgaste quedó reflejado en el video que publicó Macri para comunicar las nuevas medidas. Mal grabado, mal editado, con un mensaje confuso. Un jefe de Estado cansado, que tuvo que cancelar su gira europea (con lo que le gusta ser elogiado en el exterior) para explicarle los anuncios a una vecina coacheada, un recurso del manual del timbreo, también agotado después de que quedaran expuestas las "coincidencias" de los videos de Cambiemos. Un default total de comunicación oficial.

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Se puede discutir eternamente si la herencia que recibió este Gobierno del anterior fue buena, regular o mala, pero es innegable que el resultado actual es mera responsabilidad del oficialismo. Pasaron cosas: la inflación que prometían solucionar "fácil" en campaña fue de 47,6% en 2018, la más alta en 27 años, y los pronósticos para este año no son mejores. El peso se devaluó un 50,6% solo el año pasado y los sobresaltos del último mes obligaron a congelar el techo de la banda cambiaria en $51,45 (si hacían "las cosas bien", prometía Alfonso Prat-Gay en 2016, iba a quedar más cerca de $9,50). La pobreza, que Macri proponía como medida del éxito de su gestión, que prometían llevar a cero (imposible de cumplir, pero al menos servía de objetivo), que el kirchnerismo dejó de medir, y que en 2017 había bajado al 25,7%, esa misma saltó a 32% a fin del año pasado y promete seguir subiendo por la devaluación y la inflación. Lo inédito para nuestra democracia es que una gestión tan gastada todavía tenga chances de reelegir. Y lo insólito es que el Gobierno admita antes de las elecciones que no funciona el mismo programa que seguirá aplicando después de los comicios. La idea es repetir 2017: que la imagen de Macri toque fondo antes de las PASO y que haya algo de recuperación para octubre. Era más fácil hace dos años, claro, el dólar y la inflación a la mitad y la pobreza cinco puntos más abajo. "Hagan algo", le pidió el obrero de la construcción a Macri, y Macri solo pateó el problema para adelante.

No hay salida fácil en diciembre: una eventual tercera presidencia de Cristina Kirchner (o la primera de Roberto Lavagna o de Sergio Massa) puede defaultear o renegociar la deuda con el FMI, intentar reactivar el consumo y rezarle al precio de la soja (una plegaria desatendida por la guerra comercial entre China y Estados Unidos). Pero ya no quedan stocks para quemar y es poco probable que haya milagros como en 2003. Macri o Vidal también tendrían que renegociar si ganan, pero solo serviría para ganar tiempo. En el largo plazo estamos todos muertos, decía John Maynard Keynes hace casi un siglo, sin poder prever la situación argentina actual: en el corto plazo también.

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El plan octubre solo servirá para eso, para llegar a octubre. La inflación con suerte quedará más cerca del 40% que del 50% y la actividad como mucho dejará de caer. Pero el problema no son los números sino los golpes que recibe la sociedad con cada crisis: los que se cayeron del mapa en la hiper de 1989 no se recuperaron antes de los cacerolazos de 2001, y muchos de los que salieron de la pobreza desde entonces volvieron al mismo estado para 2019. El derrumbe es para todos, pero para algunos en especial implican tres décadas perdidas.

Lo único que queda es la golpeada y vilipendiada sociedad civil argentina, esa que festeja en los atrasos cambiarios y recibe las culpas por 12, 70 o 200 años de fracasos en las devaluaciones. La que abarca a los piqueteros y a los que odian los cortes de calles, a los cartoneros que luchan contra los containers blindados y a los automovilistas que rompen espejos de colectivos, a los jubilados que no pueden comprar medicamentos. La que reinventa la yerba secada al sol en cada default, la resiliente y solidaria. Solo eso va a quedar durante y después de esta crisis. Tomen un consejo: llamen a sus abuelos, abracen a sus amigos, arréglense con su familia. Hagan algo: agárrense de las manos.

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