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El País ya no es un diario progresista. Es un diario de negocios. Y sin embargo, el tratamiento que hizo del tema es impecable.

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Me siento injuriado, atacado, maltratado y, por qué no, algo deprimido. La injusticia se abatió sobre mí y todavía no me repongo. He sido blanco de una de las peores cosas que le pueden pasar a una persona de bien: la infamia. Y para peor, de parte de dos queridos amigos (a esta altura ex amigos, por supuesto). Para no pasar por el oprobio de tener que tipear sus nombres de pila, los llamaré simplemente A y S. Estábamos los tres en Colmegna, mirando distraídamente el entorno y decidiendo si después íbamos a tomar unos drinks a la barra del Four Seasons, del que somos habitués. De repente uno de ellos dijo: “Tendrías que tomarte más en serio tus columnas. Siempre un chistecito al comienzo, luego la glosa de un libro –del que no consta que haya sido leído por completo–, un remate ingenioso y chau”. Su cómplice asintió con un gesto que redobló la ignominia. ¡Cómo es posible que digan eso! ¡Justo de mí! ¡De mí, que he entregado la vida entera al periodismo cultural! ¿Así que eso piensan? Pues bien, ex amigos, me hicieron enojar: lean los 2.037 caracteres que faltan hasta el final de esta columna y verán lo que es el rigor intelectual, el pensamiento crítico y la pluma sin igual.

Como es sabido, hace unas semanas el conglomerado Penguin Random House compró la editorial Salamandra –que publica los Harry Potter, entre otros best-sellers– aumentando de manera cada vez más obscena un proceso de concentración editorial, que solo es posible en el escenario de neoliberalismo mundial en el que vivimos (y padecemos). También es sabido que en uno de los sellos (de goma) de ese conglomerado concentrado, Cristina Fernández de Kirchner publicó su libro. Sin embargo, curiosamente, las secciones culturales, y los medios argentinos en general, le dedicaron muy poco espacio al tema de la adquisición de Salamandra (que sigue a la anterior compra de Alfaguara, etc., etc., etc.) y al contexto de concentración inédito de los grandes grupos editoriales y de la industria del entretenimiento. Doblemente curioso, si se lo compara con la cobertura de otros medios de otras partes, como por ejemplo la de El País, de Madrid. El País no es un diario independiente: forma parte de Prisa –ex dueño de Alfaguara–, inmenso grupo de la industria de la comunicación, con ramificaciones accionarias en toda la lengua española e incluso en la francesa, como en el caso de Le Monde. Tampoco El País es, ya, un diario progresista. Es sobre todo un diario de negocios (de defensa de los negocios). Y sin embargo, el tratamiento que hizo del tema es impecable. Un manual de qué es prioritario discutir en el debate cultural contemporáneo. El día en que se anunció la compra de Salamandra, le dedicó dos páginas completas en la sección cultural diaria del periódico, firmadas por el editor y el subeditor de la sección, gesto que denota la jerarquía que le otorgan al asunto. La nota principal, a cargo de Iker Seisdedos, estaba repleta de información, acompañada por una clarísima infografía de la historia reciente de los procesos de concentración tanto de Penguin Random House como de Planeta. La columna de opinión de Javier Rodríguez Marcos era igualmente aguda. Y una semana después, le dedicó la nota de tapa de Babelia, su suplemento cultural. Mientras tanto, entre nosotros el tema está prácticamente ausente. Hay todavía mucho para decir.