COLUMNISTAS
TRANSICION

Misión imposible

Lanzan medidas sin convicción ni chances electorales. Alberto debe jugar, pero callado.

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Marea cambiante. | Pablo Temes

Las PASO se han convertido en un laboratorio impreciso que finalmente provocó el resultado más extremo: han generado un presidente en ciernes mientras otro está en ejercicio. Es cierto, las primarias tenían la función de elegir candidatos, pero se han transformado en términos políticos en un plebiscito no vinculante, y con un mensaje explícito: el rechazo al modelo que propone (o proponía) Mauricio Macri.

¿Game over? La velocidad de los acontecimientos hace que toda crónica quede desactualizada en cuestión de minutos. No hay tiempo para un análisis teórico de la cuestión. Se ha visto al Presidente en todos sus estados desde el domingo, casi desde el mismo momento en que votó, a eso de las 11 de la mañana, hasta hoy. Desde el del discurso, el mismo domingo, reconociendo la derrota y mandando a dormir a los argentinos sin conocerse los datos o el Presidente desbordado al día siguiente echando la culpa a los votantes y al kirchnerismo de la devaluación de la moneda, hasta el que pide disculpas y anuncia una serie de medida paliativas. Medidas que son bienvenidas pero que no marcan un nuevo rumbo económico y, por el contrario, fueron leídas por el poder económico como un final de obra, tiempo de cambiar de interlocutor y desarmar el grupo de WhatsApp empresarial Nuestras Voces.

Radicales apuestan a octubre pero con la mira puesta en el Congreso

Aplicación de la Ley de Abastecimiento, quita de IVA a los productos de la canasta básica, congelamiento de las cuotas de los créditos UVA y los combustibles, con muchas otras medidas que entran y salen de las usinas de rumores, son algunas de las herramientas que el Presidente está sacando de una galera de mago que se desconocía que tenía. Sin embargo, no se puede evitar notar que la mayoría de las medidas tienden a caducar tras las elecciones de octubre. Son atenuantes que tienen un indisimulable aroma electoralista. Es claro que causan un alivio a los posibles beneficiarios, pero provocan perplejidad a sus propios votantes, que observan a un Macri desconocido del que arengó al país durante casi cuatro años sobre evitar los atajos, las trampas y dejar atrás cuarenta, setenta años de peronismo.

A los botes. Una reunión del gabinete ampliado en el Centro Cultural Néstor Kirchner, mezcla de charla Ted con stand-up, transformada en una reunión partidaria en un espacio público. Patricia Bullrich puesta en modo trinchera sacando el famoso poema de Almafuerte: “No nos daremos por vencidos ni aun vencidos”. Jaime Duran Barba cuestionado duramente por Carrió, quien declama por un fraude presuntamente realizado por los narcos (¿?) y llama al triunfo total en octubre: “Solo nos van a sacar muertos de Olivos”, mientras pasa factura a quienes “se fueron a esquiar al verano europeo”. Los radicales Mario Negri y Alfredo Cornejo pidiendo una transición ordenada con Alberto Fernández. Nicolás Dujovne y Marcos Peña asediados bajo los rumores de renuncia (que se pueden concretar en cualquier momento), entre tantas otras efemérides, marcan más un desbande que los preparativos para enfrentar en forma exitosa las elecciones generales. Los recuerdos sobre el final del gobierno de Raúl Alfonsín atormentan a quienes ya peinan canas.

El Plan 2021 es con Vidal y Larreta pero deja afuera a Macri

Más allá de todo, la pregunta sobre si el Gobierno estaría en condiciones de dar vuelta el resultado electoral del domingo 11 está cada vez más lejos. La posibilidad de ganar en provincia de Buenos Aires se ha ido como arena entre las manos, y la elección nacional está a años luz, solo un error garrafal en el Frente de Todos podría abrir a Juntos por el Cambio las puertas selladas del ballottage.

El mejor escenario para el macrismo en la retirada es sostener el 32% y asegurar de ese modo una razonable representación legislativa, sostener las intendencias donde le ha ido bien y, por supuesto, la Ciudad de Buenos Aires, motivo por el cual Horacio Rodríguez Larreta decretó que “se terminó el duelo y hay que seguir adelante”. Su posición hacia la noche del domingo parecía cómoda, en condiciones normales no tendría que tener problemas para escalar un poco más de tres puntos, mientras que Lammens tendría que sumar veinte. Pero estas no son condiciones normales, sino todo lo contrario. Los incentivos, fruto del voto bronca para desbancar al PRO del reducto que lo vio nacer, irán creciendo con el pasar de las horas. ¿Podrá capitalizar el jefe de Gobierno las obras que el oficialismo sobreexplotó en la campaña electoral, o será definitivamente el fin de una etapa de 12 años en el poder?

El Frente de Todos se envalentona y apunta a correr al macrismo de su reducto porteño

Qué hacer. En el otro lado del campo político, las miradas se pasan a centrar en el ganador indiscutido de la noche del domingo, Alberto Fernández, sobre quien se ciernen complejas encrucijadas en términos de su rol presente. Es claro que no puede cogobernar, pero tampoco se puede desentender. Toda alternativa es lost-lost: si interviene en las decisiones de gobierno puede quedar atrapado en la deriva gubernamental; si no lo hace, será blanco de las críticas. Si dice, por ejemplo, que el dólar a 60 pesos es correcto, puede (como lo hizo) frenar en forma milagrosa la corrida cambiaria, pero si el tipo de cambio se desmadra nuevamente, puede comenzar a desgastar prematuramente su capital político, todavía intacto. Para bien o para mal, tendrá que elegir cuidadosamente sus intervenciones.

Tampoco se puede dejar de observar que algunos están dispuestos a tenderle trampas a Fernández para debilitarlo a futuro, lobbies de todo tipo están tremendamente activos en estas horas. Además, debe sí o sí atravesar las elecciones del 27 de octubre, no existe forma de saltar esta etapa si pretende sostener su legitimidad de origen; el único cargo que posee hoy Fernández es el de candidato a presidente por el Frente de Todos. Claro que los rumores sobre alternativas por fuera de lo establecido, como el llamado a una Asamblea Legislativa o el adelantamiento de las elecciones, están a la orden del día. Todas esas opciones pueden sonar agradables para quienes desean precipitar el proceso político, el “que se vaya ya”, pero estas aceleraciones –con resultados impredecibles– robustecen la idea de que el país se ha vuelto definitivamente inviable. Una amarga conclusión para sus sufridos habitantes.

*Sociólogo (@cfdeangelis).