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Lecturas de época

Si algo está datado es nuestra época, hecha de conservadurismo y falsa literatura "de calidad" que pasa por vanguardista.

Glauber Rocha
Glauber Rocha | Cedoc Perfil

Cuántos años hace que escribo en PERFIL? ¿10? ¿12? ¿14? Ya no me acuerdo, vivo acá adentro (de hecho, para hacerme unos mangos más –el estipendio de esta columna me alcanza apenas para comprarme una Leliq de vez en cuando– también limpio los escritorios de los periodistas cuando terminan sus tareas). Lo que quiero decir es que, en todos estos años, nunca me pasó lo de estas dos semanas.

Hace 14 días escribí sobre la búsqueda de un libro que no llegué a hallar en ninguna librería de San Pablo, Brasil (Riverão Sussuarana, única novela de Glauber Rocha). Ahora bien, evidentemente esa columnita tuvo un efecto parecido a un llamado a la solidaridad (se necesitan dadores del libro de Rocha para que este modesto escriba dominical pueda leerlo). Va entonces mi agradecimiento a todos (sorprendentemente muchos) los que me dieron consejos, pistas y datos de cómo encontrarlo. Aunque mi máxima gratitud se la lleva mi amigo P.G., quien directamente me mandó el PDF de la novela, que encontró en internet, junto con una nota que decía algo así como “Imagino que debés detestar anillar fotocopias, pero podrías leerlo así”. Gran razón tiene P.G.: en mis jóvenes 83 años de vida, solo leí anillados tres libros. Uno es la biografía de Raymond Roussel, de François Caradec, que estuvo agotada durante años (hoy se la encuentra muy fácilmente). Otro es el programa completo de Prometeo, la ópera de Luigi Nono con texto de Massimo Cacciari (Verso Prometeo, La Biennale di Venezia, 1984). Del tercero ni idea de por qué lo tengo fotocopiado, siendo que es muy sencillo de conseguir. Es la traducción al inglés de Iluminaciones, de Rimbaud, por John Ashbery (Norton & Company, Nueva York, 2011). Así que seguí el consejo e hice anillar la novela de Rocha.

¿Novela? Sí, Riverão Sussuarana es una novela, solo que entendiendo novela como reservorio, depósito, desembocadura de géneros, estilos, cortes temporales, fragmentos y collages. Detrás del texto se huele a Guimarães Rosa e incluso a Joyce, solo que atravesado por la psicodelia y por una ambición desmedida, fallida y genial a la vez, como las propias películas de Rocha. Podría decirse que la novela, publicada en 1978 pero comenzada a escribir en los 60, tiene algo de la experimentación que hoy llamaríamos “datada”, propia de esos años. Pero no, es al revés. Si algo está datado es nuestra época, hecha de conservadurismo y falsa literatura “de calidad” que pasa por vanguardista; de amor por el mainstream y fantasías de publicar en Penguin Random-House, de autobombo cloacal de los propios autores en las redes sociales y escrituras que de tan convencionales terminan teniendo la estética del boletín oficial de la literatura contemporánea. De editoriales independientes que sueñan con funcionar como empresas eficientes (¡Empecé de cadete y ahora soy gerente!) y del olvido terminal de que la literatura es una artesanía.

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Si la literatura no recuerda que es una forma de arte, entonces pierde todo interés. Pues nuestra época es el problema, no la novela de Rocha. Y si la lectura de Riverão Sussuarana necesita de un gran esfuerzo, no lo es por la espesura del texto sino por la dificultad (la utopía imposible) para salirnos de nuestro tiempo, perforar nuestra lengua ganada por el lenguaje de los medios, por la trivialidad apabullante del presente. Volveré sobre Riverão Sussuarana en otro momento.