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La libertad de expresión es la madre de la verdad

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1915. Comienza la tragedia de los armenios, negada aún por Turquía. | afp

Los lectores habrán observado en el Correo de hoy que una sola carta ha ocupado la mayor parte del espacio. Es que se trata de un envío del embajador de Turquía en Buenos Aires, Sefic Vural Altay, quien responde en su texto a afirmaciones realizadas por su colega armenia, Estera Mkrtumyan, en una entrevista publicada por PERFIL el sábado 15 de julio en la página 28 (https://bit.ly/30lfzZy). Es la excepción que confirma la regla de limitar los textos de las cartas a un máximo de mil caracteres, pero tiene una explicación que lo justifica: se trata de una respuesta afirmativa de este medio al ejercicio del derecho a réplica reclamado por el embajador, y reducir su extensión reduciría su efectividad y motivación.

También en la edición de ayer se dio pie a ese derecho con la publicación de las opiniones del embajador de Azerbaiyán en la Argentina, Rashad Aslanov, vertidas en una columna con su firma en la página 25. 

En un artículo publicado en 2016 por el periodista mexicano Francisco Sandoval Alarcón en la Red Ética de la Fundación Gabo, la aplicación del derecho a réplica es analizado desde el punto de vista jurídico (que, según de qué país se trate, resulta  positivo para el ejercicio libre del periodismo o una valla para esa libertad):  “La réplica es un derecho que en todos los casos debería estar garantizada por los propios medios de comunicación, no solo cuando la información pudiera resultar polémica, sino cuando la o las personas citadas en las notas periodísticas así lo soliciten”, señala la nota de Sandoval, que agrega: “No hay que perder de vista que los medios de comunicación tienen el compromiso de escuchar todas las voces involucradas en un tema y no hacerlo de esa manera los convertiría en una opción informativa excluyente”.

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Este ombudsman comparte esas definiciones, que tienen el respaldo académico y profesional de los especialistas en ética periodística, como el colombiano Javier Darío Restrepo, quien dirigiera hasta su muerte la Red de Ética Segura de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). No reconocer ese derecho significaría “un abuso de poder del periódico o de sus periodistas”, pues en ningún momento se puede pretender reducir al silencio “a sus contradictores”.

El periodismo busca la verdad, aseguraba Restrepo, y en esa búsqueda el periodista debe estar abierto a escuchar y valorar todas las voces y opiniones favorables o divergentes de la suya. “Lo contrario implicaría la práctica de un periodismo dogmático y excluyente”, sintetizaba Restrepo.

El derecho de réplica debe estar basado en las buenas prácticas del periodista y de los medios, sin esperar la exigencia de una autoridad administrativa o judicial para brindarla. 

Lo interesante de este tema es que reproducir las opiniones divergentes acerca de una cuestión desarrollada por un medio y por sus periodistas no compromete ni modifica necesariamente la postura que ese medio tiene respecto de la cuestión central, en este caso particular la tragedia de los armenios en 1915. Respecto del conflicto por la región de Nagorno Karabaj, es un tema muy espinoso, y la mirada geopolítica de hoy puede resultar sesgada porque se juegan allí intereses no solo nacionales, históricos y territoriales sino también económicos y estratégicos de gran envergadura.  

“La libertad de expresión es la base de los derechos humanos, la raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, es reprimir la naturaleza humana y suprimir la verdad” (Liu Xiaobo, defensor de los derechos humanos y premio Nobel de la Paz en 2010).