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La época del ruido

1-11-2020-Logo Perfil
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El ruido de una época define el relato que hacen los muertos a los vivos y los muertos a los muertos, de tumba a tumba, de libro a libro. Y define a sus poetas, a sus músicos. El ruido de una época define a las personas que vivieron en ese capítulo de la Historia, capítulo 4 en la París del siglo XIX, capítulo 10 en la Buenos Aires de 1900, capítulo final en la Viena de 1500. Ya lo decía el canadiense R. Murray Schafer con El concepto de paisaje sonoro o soundscape escrito en defensa del valor del silencio y del sonido por sí mismo como fuente de creatividad. El ruido define la sensibilidad, el estilo, el nivel de los gritos, los alaridos y soliloquios y los delirios durante el sueño. ¿Hubiera escrito Chopin el Etude Op.25 No.9 sobre el vuelo de una mariposa si no hubiera escuchado lo que escuchó entre 1832 y 1834 en la campiña francesa? ¿De dónde sale la composición atonal, la música dodecafónica de Schönberg, o de dónde surge el silencio de la luz solar de los cuadros de Vilhelm Hammershøi? El ruido de una época define las declaraciones de pasión, sus variaciones, como un poema cien veces releído. El ruido y, el silencio, ese reto a duelo. Tiempo del Ruido es el nombre que recibió el fenómeno ocurrido en 1687 en la entonces villa de Santafé de Bogotá y sus alrededores. Ese ruido misterioso y fortísimo de origen desconocido generó pánico colectivo en los habitantes de la ciudad. Pienso en las campanadas que diariamente y a cada instante recordaban a los hombres el sentido mismo de su existencia. Recuerdo cuando era estudiante en Puan, en la biblioteca de la universidad había que hacer silencio, pero para los que no era suficiente ese silencio obstruido por chistidos se podía entrar en una sala vidriada. Como las cabinas para fumadores, y estar más en silencio. Hace unos días miraba la nieve caer sobre el humo de las chimeneas, sobre los cobertizos, sobre la madera que va quedando del invierno y pensaba en el momento en que descubrí que podía escribir. Fue en la casa de una señora en el campo, al borde del río. Había un piano y discos de Glenn Gould. Yo no lo conocía. Escuché ahí por primera vez a Gould cantando y frenando la partita n2. Deja de tocar, se pone de pie, va hacia la ventana, luego vuelve al piano y nunca pierde el ritmo, como si tuviera un metrónomo incorporado. Es ese silencio de las manos suspendidas sobre las teclas, escribir.