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El desafío de alcanzar un crecimiento sustentable

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SENDEROS. El Gobierno hace equilibrio entre el mercado y la calle, hacia 2019. | CEDOC PERFIL

El apetito por el riesgo argentino sigue siendo esquivo.  Ni el riesgo país, o sea el precio de los bonos argentinos, ni la cotización de las acciones argentinas arrojan signos de mejora.
El spread de los bonos argentinos respecto del bono del tesoro norteamericano a 10 años está de nuevo por encima de los 800 puntos básicos (b.p.). Se incrementó nada menos que 140 b.p. en el último mes y 450 puntos en el año; y es nada menos que 600 b.p. superior al promedio de la región y si bien este subió en lo que va del mes (15 b.p.) y en lo que va del año (43 b.p.) la diferencia de comportamiento y de niveles es notable. Por ejemplo, el spread de los bonos argentinos es 680 b.p. superior al de Perú, 600 b.p. superior al de Colombia y unos 540 b.p. superior al brasileño. En cuanto a la cotización de las acciones argentinas, el índice en dólares elaborado por MSCI arroja una caída del 50% en lo que va del año y del 3% en el mes, aunque esta última caída está en línea con lo sucedido en la mayoría de las bolsas de la región y globales.  La diferencia entre lo sucedido en lo que va del año en nuestro país (-50%) y en los mercados emergentes (-14%) y en los de la región (-11%) es notable y debería ser suficiente para que el mercado local luzca atractivo.
Las razones de este comportamiento son varias. Las dudas sobre la estabilización macro siguen vigentes. Tanto sobre la calidad y la probabilidad de éxito del actual esfuerzo estabilizador como sobre la capacidad del Gobierno de perseverar en el ajuste dada la fatiga de la opinión pública a raíz de las consecuencias que este  tiene sobre el poder adquisitivo del salario, el empleo, el consumo, la actividad económica y la pobreza.  Asimismo, esta dinámica económica tiene consecuencias sobre la dinámica política preelectoral. Una dinámica que también se ve afectada por las derivaciones de la denominada “causa de los cuadernos” que involucra a muchos de los principales empresarios argentinos incluyendo a miembros claves de la familia presidencial. Las chances electorales de la oposición se han visto incrementadas en este contexto y son muchos los interrogantes de qué podría suceder en el caso que pudiera imponerse una opción populista en las elecciones presidenciales de octubre próximo. Por último, también pesan las dudas relativas a la sustentabilidad de la deuda y a la capacidad del tesoro de hacer frente a los vencimientos de intereses y amortizaciones que operarán a partir de 2020, cuando ya no esté disponible la posibilidad de cubrirlos totalmente con el financiamiento del FMI. Pero detrás de estas dudas también subyace un interrogante fundamental: ¿en base a qué crecerá la Argentina?  Y no es cuestión sólo de encontrar alguna respuesta para el próximo año o para 2020, sino ir algo más allá también.
Podemos ir por la vía usual y dar una respuesta a partir de lo sectorial. Surgen así el agro y la energía y las cadenas de valor de ambos sectores como los de mayor potencial de crecimiento.  Pero nos quedaríamos a mitad de camino si no planteamos también una estrategia de crecimiento de mediano y largo plazo, basada en un uso inteligente de esos recursos naturales.
La Argentina cuenta con una posibilidad enorme de aprovechar la inmensa dotación de recursos no renovables que ofrecen los yacimientos no convencionales de Vaca Muerta (que es biomasa acumulada en el pasado), pero no puede ni debe dejar de lado las ventajas que presenta la producción de insumos y bienes de altísimo valor agregado a partir de los recursos renovables de la biomasa. Pensar una estrategia de desarrollo sustentable, siendo responsables con el medio ambiente, es posible si pensamos en un país que apunta a desarrollarse a partir de un modelo “bioeconómico”, sustentado en sus ventajas competitivas. Precisamente la bioeconomía intenta, desde una perspectiva integral, realzar las ventajas competitivas que provienen de la alta dotación de biomasa de la Argentina y de la innovación aplicada al desarrollo de nuevas tecnologías y a la búsqueda permanente de una mayor sustentabilidad social y ambiental. Del lado de los recursos, se trata de circularizar y reciclar, de optimizar los ciclos energéticos, de usar y hacer mejor lo que ya se está usando o haciendo, de aprovechar el potencial de lo que no se está aprovechando (utilización de residuos de la producción agrícola), etc.  Del lado de los productos abarca la producción de alimentos, medicamentos, bioenergía, biomateriales (insumos industriales a partir de procesos biológicos) y otros bioproductos de consumo (a partir de biomateriales). Se trata de favorecer la investigación en biotecnología y la aplicación de sus principales desarrollos en biorrefinerías, donde transformar la biomasa en un amplio espectro de productos y energía que pueden llegar al mercado.
Pero, planteado de esta forma, tal vez estemos evitando una cuestión más delicada que tiene más que ver con lo que podríamos denominar la cuestión de la viabilidad de mediano y largo plazo de la Argentina. Lo que en términos de crecimiento no es ya en base a qué sectores
pueden crecer o sobre la base de qué modelo desarrollarse sino si puede hacerlo. Porque atención, ha quedado y está quedando más en evidencia que nunca que el sector privado está al límite de su capacidad de financiar un Estado enorme e ineficiente. La presión impositiva récord, la inflación y la renuencia de los mercados por demandar riesgo argentino son expresiones de ese límite.
Crecer y desarrollarse de manera sustentable, aprovechando todo el arsenal de recursos naturales (y humanos) que posee nuestro país seguirá siendo no más que un ejercicio de pensamiento, si no se toma conciencia de que no hay ventaja competitiva que soporte el voraz apetito confiscador del Estado.