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Soberanía nacional

Gran Bretaña bautizó con nombres ingleses 28 lugares de la Antártida

Para celebrar los 200 años de “su” descubrimiento de la Antártida, Gran Bretaña distribuyó 28 nombres ingleses por la geografía antártica, la misma que reclama Argentina. En 2012 había denominado “Reina Isabel” a 437.000 km2

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Antartida Bases inglesas | Subglacial Lake Ellsworth Consortium-REDES

Para celebrar lo que Gran Bretaña considera “los 200 años de [su] descubrimiento del territorio antártico”, bautizó con nombres ingleses 28 lugares de la Antártida. Esos nombres “honran a quienes hicieron una contribución excepcional para completar la comprensión, protección y manejo antártico en los últimos cincuenta años y cuyos logros iluminan los de los primeros exploradores”, reza el comunicado oficial.

Para hacerlo, el Territorio Británico Antártico (BAT, por sus siglas en inglés) consultó al Comité de Denominación de Sitios Antárticos (APC) y utilizó “principios y procedimientos internacionales”, asegura. 

Y luego publica la nueva nomenclatura catastral, cuya difusión está acompañada por campañas en Twitter e Instagram. En ella se suceden doce glaciares (Bamber, Bremner, Bone, Heywood, Hindley, Watkins, King, Ladkin, Morris,  Shanklin, Thomas y Heywood Glacier); tres colinas (Corr, Hindmarsh y King Dome); dos montes (Cox y Fiennes); varios conjuntos rocosos (Dudeney, Rodger y Pinnock Nunataks), un cabo (Cape Fothergill), tres bahías (Giles, Pudsey y Laxon Bay), un pico (Francis Peak), un piamonte (Fricker Ice Piedmont), un promontorio (Mulvaney) y una isleta (Turner). 

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El Reino Unido de Gran Bretaña tiene experiencia en rebautizar territorios. Para empezar, lo que hoy conocemos como Estrecho de Drake es el Mar de Hoces, justamente porque lo descubrió el navegante español en 1526.

Ya en diciembre de 2012, para celebrar los 60 años de la Reina Elizabeth II, el Foreign and Commonwealth Office denominó Queen Elizabeth Land (Tierra de la Reina Isabel) a una superficie de 437.000 kilómetros cuadrados, con vértice en el polo sur. 

La Cancillería argentina no se quedó dormida y criticó inmediatamente el gesto, diciendo que era un sistemático ataque”  y “una provocación”  luego de los años tensos que se vivieron por la Guerra de las Islas Malvinas. Hasta Rusia se subió al púlpito citando la letra chica del Tratado Antártico: “Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región” (artículo 4).

Rusia invocaba el Tratado Antártico que entró en vigor el 23 de junio de 1961, pero que Gran Bretaña, Rusia, Argentina, Australia, Bélgica,  Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Estados Unidos habían firmado en 1959. 

El Tratado Antártico permite utilizar la Antártida “exclusivamente para fines pacíficos”. Pero exigía renunciar a “establecer bases y fortificaciones militares”, realizar “maniobras militares, así como los ensayos de toda clase de armas”.

Con todo, podrían emplear personal militar y equipos militares “para investigaciones científicas o para cualquier otro fin pacífico” (art. 1).
El Territorio Británico Antártico es la denominación del sector que el Reino Unido de Gran Bretaña reclama sobre la Antártida. Un total de 1.709.400 kilómetros cuadrados (superior a lo que demanda argentina) que abarca tierras al sur del paralelo 60º S, entre los meridianos 20º O y 80º O, con vértice en el polo sur.  

Lo que Argentina considera propio equivale al 40% de nuestra cartografía actual. Se extiende por debajo de los 60° S y entre los 25° a 75° Oeste. Es ese triangulo que antes venía como recuadrito de los mapas escolares: 1.461.597 kilómetros cuadrados sobre la Tierra de San Martín y la puntita norte de la península Tierra de la Trinidad.

El primer argentino que puso un pie en la Antártida fue el comodoro Guillermo Brown, cuando en 1815 en una campaña naval para hostigar a la flota española que merodeaba por el Pacífico, cruzó el Cabo de Hornos y terminó llegando al paralelo 65º S. Y lo dejó por escrito, en Acciones navales de la República Argentina, 1813-1828.

Tres años más tarde, el 25 de agosto de 1818, el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata otorgó a Juan Pedro Aguirre las primeras concesiones para la caza de focas y pingüinos en territorios antárticos, hecho que subrayaba un dominio territorial. 

Y aunque parezca una anécdota, no lo es, ya que Gran Bretaña reclama su soberanía trayendo a cuento que el primer hombre que “divisó” el continente Blanco fue William Smith, en febrero de 1819. Sin embargo, parece que Smith siguió apurado hasta la Isla Livingston, que anexó para la corona como Nueva Bretaña del Sur. En la Antártida nunca había desembarcado.

Con cero grado en verano y -60 en invierno (alguna nochecita de invierno llegó a -82º C), la Antártida no es el lugar más acogedor del planeta, sin embargo su riqueza en plancton y krill (la base de la pirámide alimenticia marina), el bacalao antártico, las 4 variedades de ballenas, 3 tipos de focas, las orcas, la posición estratégica, la reserva de agua dulce y el petróleo que probablemente tapen esas descomunales moles de hielo, hicieron que por primera vez en siglos el mundo entero se pusiera de acuerdo en que debía ser un territorio exclusivo para la paz y el desarrollo científico. 

El celo por proteger la Antártida -y los intereses americanos- curiosamente logró que Chile y nuestro país se abroquelaran en una causa común “de apoyo mutuo y recíproco” contra las pretensiones británicas. Y eso, a pesar de que la Antártida Chilena coincide en varios puntos con parte de la Tierra de San Martín que Argentina embandera como propia. Todo ese sector está atravesado por los pliegues longitudinales de Antartandes, la continuación geológica de nuestra Cordillera de los Andes

Desde 1904, Argentina tiene presencia humana contínua en el Polo sur. Allí sostiene seis bases permanentes y siete que sólo funcionan en verano. El Departamento Antártida Argentina es parte integrante de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. 

El reclamo argentino sobre la Antártida no sólo se apoya en indiscutibles razones geológicas (los Andes y la Plataforma Continental de 350 millas) e históricas sino en hechos.

El primer bebé que nació en el continente antártico es argentino y vino al mundo en la Base Esperanza: Emilio Marcos Palma, en la Base Esperanza. 


Gracias a ELMA (Empresa Líneas Marítimas Argentinas), en la década del 60 Argentina fue pionera en los viajes turísticos ecológicos a la Antártida. 

Al promediar los años 70, Argentina fabricaba y probaba desde suelo antártico los cohetes Castor, con sensores de radiación y destinados a investigaciones meteorológicas.

El British Antarctic Survey (BAS), que hoy se presenta como el paladín de las investigaciones antárticas y toma por su cuenta todas las decisiones con respecto al iceberg A68a, que está a punto de colisionar contra la Isla Georgia del Sur (ubicada en el territorio continental que reclama internacionalmente Argentina ), no es sino el Falkland Islands Dependecies Survey que Gran Bretaña creó en 1943 con fines militares, durante la Segunda Guerra Mundial. 

Entre 1949 y 1961, Argentina, Chile y el Reino Unido firmaron una Declaración Naval Tripartita en la que se comprometían a no enviar buques de guerra al sur del paralelo 60º Sur. Nunca más se renovó. 

mm / ds