SOCIEDAD
son ceos, abogados o docentes

Hacen cursos de stand up para aprender a ‘soltarse’ en sus trabajos desde el humor

Para mejorar su oratoria o romper con la rutina, cada vez más profesionales se acercan a aprender esta técnica pero sin subirse al escenario. En los negocios también lo aplican.

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Caso. Evangelina logró romper con su rutina de abogada. | d.andrea

El stand up se baja del escenario y cada vez más personas lo buscan como herramienta para sus vidas profesionales, desde cómo darle una vuelta lúdica a lo que hacen, perder el miedo a hablar en público, o incluso, tomarse con humor situaciones de la vida cotidiana. Así, en medio del boom que vive el género, en las clases se mezclan escritores, periodistas, abogados y docentes, con actores y aspirantes –reales– a “standaperos”. También, las escuelas de negocios lo aplican para mejorar la oralidad de los CEO de las empresas.

“Me pasa mucho que en la primera charla antes de las clases ya me dicen que quieren hacerlo como un aprendizaje en su vida personal, más que como una herramienta profesional. Muchos hacen la muestra y no se suben más a un escenario. Creo que la gente ve que aprendiendo stand up se aprenden un montón de otras cosas; y empiezan a adoptarlo como una necesidad de expresión en la vida cotidiana, de autoconocimiento”, dice Diego Wainstein, referente del stand up local.

En sus clases, cuenta, pasan personas de todos los oficios  que buscan, siempre desde el humor afinarse en lo que hacen. “Información y remate son la base del stand up. A medida que lo vas haciendo se te agudiza la mirada del entorno. Y desde lo lúdico empezás a reírte y soltarte cada vez más, a hablar y no sentir presión”.

Técnicas. Por ese motivo, en la IAE diseñaron el programa Bla, apuntado a ejecutivos de empresas, al que sumaron clases de stand up. Fue tras conocer los resultados de una encuesta a más de cien CEO de empresas, donde una de las preocupaciones era el mal desempeño en las presentaciones. “Los problemas iban desde cómo se movían, los tiempos de preparación que dedicaban, hasta la capacidad de decir las cosas en pocas palabras. Entonces, viendo que el stand up venía teniendo una explosión decidimos llevarlo al mundo de los negocios”, cuenta Javier Silva, a cargo de las clases de las que participan hasta cuarenta ejecutivos de empresas.

Durante tres días, en grupos, aprenden las técnicas del stand up, desde cómo armar monólogos dinámicos y atractivos, que generen interés en quienes los escuchan, y puedan aplicarles un remate. “En las presentaciones hay mucho que se aplica; desde cómo generalizar lo que contás en función de tu audiencia, cómo lograr que tenga interés, y cómo rematar, no para que se rían, sino para que sea más entretenido, aunque estés hablando del presupuesto”, agrega Silva.

Nueva vida. Evangelina D’Andrea descubrió en el stand up un escape a su realidad cotidiana de abogada en una oficina. Cuando empezó, acababa de separarse, y encontró en esta técnica una manera de ver la vida con humor. “El curso fue liberador, casi como autoayuda. Y me animé a subirme a un escenario, era raro, todo el día en una oficina y de noche haciendo mi rutina. Me fueron a ver mis hijos y pudimos reírnos de cosas que nos pasaron. Me sirvió para mirar todo desde un lugar con más humor, eso fue una gran herramienta”, cuenta. Danilo Monge, actor, estaba en la misma clase. “En mi caso, que vengo del teatro donde todo ya está escrito, crear mi propio material, mis propios chistes, me sirvió mucho en cuanto a la actuación. En clases siempre hablé de cómo fue venirme a Buenos Aires, y ahora estoy armando un unipersonal desde las situaciones cotidianas que se dan siendo del interior en Capital”, cuenta.

Juampi González es uno de los “standaperos” que dan cuenta de otro fenómeno: los que pasaron las redes sociales al escenario, y que ya tiene show propio en el Teatro Liceo Comedy, donde sólo hay comedia. Empezó mientras estudiaba Ingeniería, y en ese momento lo ayudó a mejorar su desempeño en los orales. Hoy, se dedica a hacer reír.

 

La comedia llevada a la mínima expresión

Gabriel Grosvald*

El stand up es la comedia llevada a la mínima expresión. El comediante está solo en un escenario, sin representar personajes, sin rodearse de escenografía y desarrollando un contenido escrito por él mismo. Es un género en ascenso seguramente como consecuencia de un mundo de contenidos globalizados donde varias generaciones se criaron viendo Los Simpsons y Seinfeld, y accediendo a comediantes ingleses o norteamericanos desde YouTube. Este humor es particular: combina una estructura simple con el toque de cada comediante. Algunos exploran la cotidianidad mientras otros profundizan en un discurso político o ideológico. El público que ve stand up tiene mayor poder de abstracción que los amantes de otras disciplinas teatrales, se divierte viendo a una persona en un escenario sólo provista por sus palabras. El comediante se ríe de sí mismo, se expone, se hace preguntas sobre temas comunes y se ríe de actitudes cotidianas: la clave del éxito radica en la empatía. Después de casi veinte años de tener el género instalado en Argentina, la cantidad, variedad y calidad de los comediantes aumentó en forma exponencial y esto trajo como consecuencia un aumento del público. Un público que ya no se conforma con escuchar a alguien “contar un chiste”, sino que va en busca de un humor que los haga pensar y una conexión con la cosmovisión que propone el comediante.

*Productor y administrador de Liceo Comedy.