POLITICA
Entrevista

Cómo podría la Argentina llegar a su "Pacto de la Moncloa"

Ramón Tamames, figura clave de la España constitucional y republicana, habló con PERFIL y analizó a la Argentina y el mundo, a la luz de la experiencia española.

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Tamames | Cedoc

En tiempos en los que en Argentina se habla de consenso y unidad, la visita del catedrático y economista español Ramón Tamames (*) aporta un enfoque histórico y realista de cómo se puede lograr este tipo de diálogo entre distintos partidos y movimientos sociales y económicos. Tamames no sólo fue firmante de la Constitución de 1978, sino además fue uno de los fundadores de los Pactos de la Moncloa, que permitieron acordar puntos centrales para encauzar el país.

Esos acuerdos políticos, sociales y económicos buscaron consensuar una estrategia para salir de la inflación y el desempleo que imperaba por aquellos años, con los que se deseaba restablecer la estabilidad en el país, que recién salía de la dictadura de Francisco Franco.

Mediante la gestión del referente del FR Juan Eduardo Barrera, ex funcionario alfonsinista, Tamames realizó una serie de conferencias en el país en donde dio cátedra -entre otros temas- sobre las "siete vidas del capitalismo". En su comprimida agenda, pudo pasar por PERFIL en donde respondió a las siguientes preguntas.

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—¿Qué podemos esperar de China, tras los incentivados acuerdos comerciales con Argentina, la región y Europa?
—China es un mundo por sí solo. Son 1400 millones de personas, trabajando todos los días. Inviertiendo, consumiendo. Tienen unas relaciones diplomáticas con una capilaridad absoluta. Llegan a todas partes. Pero no sólamente China como país, es el Instituto Confucio, los centros culturales, son toda una serie de manifestaciones artísticas, económicas, etc. Ellos recuperaron la prevalencia mundial y ya están en una situación que si habláramos de carrera hegemónica, ya están en una carrera con los Estados Unidos, van a tener una base habitada permanente en la Luna, y tienen sondas espaciales ya al nivel de la Nasa. Es lógico que China quiera estar en las relaciones económicas para dar trabajo a su gente, para seguir creciendo al 6% que no está nada mal. Tiene cortes de población tremendas todavía, de 12 o 15 millones de personas que emplear cada año. Se dice pronto, pero es mucho. China va a seguir haciendo ese esfuerzo.
Tengo mucha amistad con ellos, escribí varios libros sobre China, fui profesor en Pekín, Macau, etc. Y creo que está muy bien la visita de Macri a China. Todos los presidentes tienen que pasar por China. Es un gran mercado. Aquello que decía Napoleón: "Dejad que China duerma porque cuando despierte el mundo temblará". Aquello ya pasó a la historia.

—La política exterior de Donald Trump, e inclusive la visión económica y financiera que aplica a Estados Unidos, tiene impacto en Argentina y España. ¿Cómo ve sus políticas en estos primeras meses de gestión?
—Una cosa es lo que él dijo en la campaña electoral y otra cosa es lo que va a suceder. Y lo vamos viendo. El se puede marchar del Acuerdo del Pacífico, porque no estaba siquiera ratificado por el Congreso de los Estados Unidos y era previsible que no fuera tan fácil de ratificar. Pero en cambio no se puede marchar del Acuerdo de París sobre el calentamiento global, porque ya hay muchos compromisos de los Estados Unidos y de las ciudades. Ni se puede permitir el veto indiscriminado contrario a los árabes, porque la sociedad civil norteamericana está muy organizada. Nueva York es una ciudad libre y no acepta el veto a las inmigraciones que propone Trump.
Trump además se encuentra con los jueces, y un juez de un Estado perdido le puede decir que no puede pasar un oleoducto procedente de Canadá por una reserva Sioux. Y los Sioux se levantan y dicen que es una montaña sagrada, y no pasa. Las estructuras económicas y políticas son fuertes y no se van a condicionar rápidamente al deseo pasajero de un personaje un poco atrabiliario.

"No le vendría mal al país realizar un pacto económico y social a largo plazo"

—Respecto de la crisis que vive Brasil, ¿cuál es su visión sobre la figura de Michel Temer, y la corrupción en ese país y en la región que parece un mal orgánico?
—En países como Brasil, las grandes empresas como pueden ser las petroleras, o Odebrecht que tiene contaminada a toda Sudamérica prácticamente. Ellos tienen gran capacidad de hacerse con el poder económico efectivo mediante el soborno, mediante la corrupción, de los más altos dignatarios del Estado. El señor que ha echado a Dilma Rousseff pues resulta que está casi peor que Dilma. Y si se le comprueba todo esto, a ver qué va a hacer el Senado brasileño. Le tendrán que hacer un impeachment grande como una casa.

—Algo parecido como lo que advierten que le pueden hacer a Trump si sigue tomando determinadas decisiones.
—Sí, y permítaseme la comparación con Al Capone. A Al Capone no lo metieron en la carcel por sus crímenes, sino por su declaración de la renta y la declaración de la renta de Trump yo creo que debe tener mucha historia detrás.

—Nuevos partidos, nuevos personajes en política, como Trump y Emmanuel Macron, entre otros. ¿Son los "outsiders" el futuro de la política?
—Tomaron una iniciativa importante con riesgos de fracasar y triunfaron. Es una situación de excepticismo sobre los políticos tradicionales, de los partidos políticos que prometen mucho y luego hacen mucho menos. Y además se corrompen. Y una persona limpia, que no es el caso de Fillon que sufrió las corrupciones de su familia, pero Macron llegó en una situación de estado de gracia, y esto le va a durar. Vamos a ver ahora con el primer ministro que nombró y el conglomerado de ministros que ha formado. Yo creo que está pensando en hacer unos Pactos de La Moncloa, porque dicen que se va a acercar a la izquierda y al centro para hacer un programa en común.
Me parece que Francia necesita mucho eso, Francia es un país grandioso. Pero se ha quedado atrasada en muchas cosas. Yo he viajado por el interior del país y me quedé asombrado: los pueblos solitarios, las ciudades medianas en estado de semiabandono. Los guetos racionales, sobre todo musulmanes, de tercera y cuarta generación que no se han integrado a la república francesa. Todo eso es lo que quiere hacer Macron.

Días atrás, Tamames se entrevistó con diputados y referentes del Frente Renovador y hablaron sobre la "unidad" del país y de los argentinos. Según, consignaron participantes de ese encuentro, Tamames expresó: "Los argentinos necesitan unirse más para alcanzar ese sentido de grandeza que siempre sintieron. No le vendría mal al país realizar un pacto económico y social a largo plazo. Le daría mucha popularidad a la política económica que en la actualidad está en juicio y discrepancia, un período de tres años en los que pudieran derivarse una serie de concreciones legislativas, acuerdos, funcionamientos de mercados y de instituciones".

—En su encuentro con legisladores del Frente Renovador se trató la unidad a la luz de los Pactos de la Moncloa. ¿Cómo se puede lograr algo así?
—Igual que se habla de sinergia entre las empresas y sus proyectos, igual que se establece un cluster para las industrias, por ejemplo el cluster marítimo español integra los constructores navales con turismo marítimo y los puertos, se buscan las sinergias, las ventajas comparativas. Eso es parecido a un pacto como el de La Moncloa que nos permitió aunar mucho conocimiento político, mucho conocimiento de la estructura económica del país. (...) Fue un  ejercicio especulativo mental que duró tres años el impacto. Modernizó a España de una manera que no habría sido posible con un gobierno monocolor.

—En su libro "¿Adónde vas Cataluña?" usted propuso crear una ley para la solución de conflictos territoriales. En este nuevo escenario global, ¿podemos esperar más casos de separatismos y nacionalismos?
—Sí, pero Miterrand lo decía muy claramente: "El nacionalismo es la muerte". Pío Baroja dijo que la cura del nacionalismo está en viajar y que vean el mundo y darse cuenta que la única patria común en general es el planeta. Luego tenemos nuestras identificaciones nacionales son muy respetables. Pero el 'nacionalismo', está trasnochado absolutamente. La muestra está en que los nacionalistas vascos, que son mucho más antiguos que los catalanes, están muy a gusto con el sistema de un estatuto dentro de un Estado con mucha autonomía y autogobierno. Los catalanes ahora miran al país vasco con envidia porque piensan que 'este es el camino que tendríamos que haber seguido'.
Cataluña está dividida. 45% quiere la independencia, pero el 55% no quiere nada de independencia. Los nacionalistas catalanes están muy equivocados. Dicen que la constitución española ya no la votaron la mayoría de los que viven, y los de 1787 de Estados Unidos, de los que votó, ¿quién vive? Lo que hay que hacer con la Constitución es enmendarla, pero no destruirla.

(*) Doctor en Derecho y en Ciencias Económicas por la Universidad de Madrid, con estudios adicionales en el Instituto de Estudios Políticos y en la London School of Economics. Desde 1968 es catedrático de Estructura Económica, primero en Málaga, y desde 1975 en la Universidad Autónoma de Madrid. Es autor de innumerables libros y artículos sobre economía española e internacional, ecología, historia y cuestiones políticas. Entre 1977 y 1981 fue miembro del Congreso de los Diputados y es firmante de la Constitución Española de 1978. Fue uno de los impulsores de un tratado entre diferentes fuerzas políticas, gremiales y de otros sectores sociales de ese país (Pactos de la Moncloa) para consensuar una estrategia para salir de la inflación y el desempleo que había en ese momento.