POLICIA
doble crimen narco en belgrano

Analizan 150 cámaras y 17 mil patentes de autos para hallar al sicario

Las imágenes muestran al presunto asesino de Naged Ramírez y su hijo al bajar de un Corsa gris antes de entrar al edificio de Cabildo al 2600.

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Capturas. Una de las cámaras ubicadas en las inmediaciones de la escena del crimen toma al sicario bajando del auto (arr.). Y ya en el edificio, en el ascensor que lo llevaría hasta el departamento. | cedoc

Descendió de un Chevrolet Corsa gris, cuando el reloj de la cámara de seguridad marcaba las 21.36 del 4 de junio. Llevaba un buzo tipo campera, una gorra y, en la mano izquierda, un botinero. Así llegó al edificio de Cabildo al 2600, en Belgrano, el presunto sicario que habría asesinado a Rodrigo Alexander Naged Ramírez y a su hijo, John, en el departamento del narco mexicano involucrado en la causa Bobinas Blancas, en manos del juez federal de Campana Adrián González Charvay.

Con la abogada Julieta Bonanno en prisión, ahora los investigadores buscan al ejecutor del doble homicidio. Creen que, para dar con su identidad, es clave hallar el auto que lo trasladó.

Lo hacen analizando unas 150 cámaras ubicadas en las inmediaciones de la escena del crimen y con el rastreo de más de 17 mil patentes de vehículos que traspasaron los anillos de seguridad ubicados en la zona, en horarios aproximados a la entrada y la salida del asesino, quien se retiró del edificio, a paso apresurado, pasadas las 22.30.

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Caminó, luego, dos cuadras hasta que fue perdido de vista por las cámaras, en manos de los detectives de la ex División de Homicidios y de Drogas Peligrosas de la Policía Federal, la fuerza de seguridad a cargo de Néstor Roncaglia.

Cómplice. Minutos después de su llegada, a las 21.24, el presunto sicario –ahora con la capucha sobre la cabeza– aparece en la puerta del edificio de Cabildo, justo detrás de Bonanno, una abogada con mala fama en el departamento judicial de Morón.

Quienes la conocen hablan de una personalidad “sin frenos inhibitorios ni morales”; fue denunciada por pedir dinero por sobornos a sus clientes, y no tiene buena relación con la titular de la ex fiscalía especializada en estupefacientes y trata o explotación de personas de Morón, Claudia Fernández.

La describen, además, como una persona “ambiciosa”, y recuerdan que se jactaba de sus contactos con narcos mexicanos, país al que viajó, al menos, en una oportunidad.

La serena actitud de la abogada ante la presencia del encapuchado fue lo primero que inquietó a los investigadores; aún más cuando, tapándose la boca con el celular, parece decirle algo al misterioso hombre, quien simula hablar al portero eléctrico, en el mismo momento en que llega una de las víctimas a abrir la puerta.

El hallazgo de pólvora en la mano izquierda de Bonanno la complica. Si bien no habría disparado (es diestra), tuvo –al menos– contacto con el arma de fuego con la que Naged Rodríguez y su hijo fueron ejecutados, circunstancia que no encaja con el relato que hizo a la primera oficial que llegó a la escena, cerca de las 22.35, cinco minutos después de la huida del sicario.

El relato. Cuando la oficial primera de la Comisaría 33ª llegó al edificio de la calle Cabildo, la puerta estaba “completamente abierta”. Moduló para pedir refuerzos y esperó en el hall hasta que, poco después, arribaron sus compañeros. Subió por el ascensor hasta el piso 10 y buscó el departamento B.

La siguieron, por escalera, los dos efectivos de apoyo. Tocaron timbre y golpearon. No hubo respuesta. La oficial miró entonces por la mirilla y vio pasar la sombra de una persona. “Policía”, gritó. Y una mujer, nerviosa pero “no en estado de shock”, abrió la puerta. Se trataba de Bonanno. Los cuerpos de Naged Ramírez y John estaban tendidos en el living.

La declaración, a la que tuvo acceso PERFIL, de la primera oficial que entró a la escena del crimen pone en evidencia las primeras reacciones de la única detenida por el doble homicidio.

La efectivo detalló que Bonanno intentó irse. No se lo permitió. Sentada en el piso de la cocina, le dio su nombre y dijo que era la defensora de Alexander Naged.

 Le contó que su cliente “tenía una causa por drogas” y que esa era una de las razones por las que había ido al departamento: le prestaría plata para el alquiler. Luego indicó que, cuando estaba saliendo, cerca de las 22, al abrir la puerta ingresó un hombre armado –de tez morena, con capucha negra y una gorra– que les vociferó varias veces: “¿Dónde está la plata, dónde está la droga”. Dijo que la obligó a atar a John con cinta adhesiva y a taparle la boca. Pero no supo detallar dónde las ató. Acto siguiente, el sicario, según la abogada, le dijo: “Vos no tenés nada que ver”, la empujó y la golpeó para encerrarla en el lavadero. Aún no está claro cómo salió.

 

El cuchillo manchado con sangre

La Unidad Criminalística de la Policía de la Ciudad secuestró, en la escena del crimen, tres vainas servidas que se encontraban en el piso del living, un proyectil extraído de uno de los cuerpos y un cuchillo con manchas de sangre en el mango, que se hallaba tirado a un lado del cadáver Alexander Naged Ramírez.

Sin embargo, ninguna de las víctimas exhibe heridas de arma blanca, por lo que los investigadores creen que el cuchillo podría haber sido utilizado para remover el piso de parqué en busca de dinero. Incluso, uno de los zócalos estaba levantado.

Los detectives que trabajan en el caso presumen que el doble crimen podría haber estado motivado por un robo. Cuando el narco colombiano, nacionalizado mexicano, fue detenido en el marco de la causa conocida como Bobinas Blancas, la Policía Federal secuestró unos 50 mil dólares en el domicilio que ocupaba en la calle Olga Cossettini.

Sospechan que la abogada, alentada por este motivo, habría orquestado la escena de un crimen sicario. Esa es la hipótesis más fuerte.

Otra hipótesis habla de una ejecución ordenada desde México, por el cartel de Michoacán.