—Uno de sus libros es “El fin
de la pobreza”. Argentina empujó hacia la pobreza al 30% de su población y el
presidente Macri tuvo como lema de su campaña presidencial “pobreza cero”. ¿Es
posible el fin de la pobreza o “pobreza cero”?
—En mi libro y en mi trabajo para las Naciones Unidas, el tipo de
pobreza que estoy tratando es lo que llamamos pobreza extrema o pobreza
absoluta. Cuando la gente no puede satisfacer sus necesidades básicas: una
alimentación adecuada, agua potable, saneamiento, acceso a servicios básicos de
energía como la electricidad, acceso a la atención sanitaria. Este tipo de
pobreza debería desaparecer de este mundo rico que tenemos, y escribí que eso
podría lograrse para el año 2025. Los Estados miembros de las Naciones Unidas
votaron en 2015 a favor de acabar con la pobreza extrema para 2030. Para un
país rico como Argentina, esto no tiene nada de obvio. Nadie en Argentina
debería estar privado de sus necesidades básicas, nadie debería tener hambre en
el “granero del mundo”, nadie debería carecer de acceso a los servicios básicos
de salud, ningún niño debería ser incapaz de ir a la escuela, ningún hogar
carecer de agua potable y saneamiento. La mayor parte de la pobreza argentina
no es extrema, sino más bien relativa. Las personas pueden satisfacer sus
necesidades básicas, pero están muy por debajo de la mayoría de la sociedad.
¿Qué debe hacer Argentina para vencer esa pobreza relativa? Uno, reforzar los
servicios públicos para asegurar que las escuelas, los hospitales, la
electricidad y las rutas satisfagan las necesidades de todas las comunidades.
El otro es, simplemente, un medio de redistribución del ingreso, asegurándose
de que los ricos paguen impuestos adecuados y que estos se transfieran según
sea necesario, para apoyar a familias pobres, jubilados, discapacitados,
desocupados; para la readaptación laboral y para los que no tienen aptitudes
para la economía moderna. En política se llama socialdemocracia, y es la
filosofía en la que creo. Los países que mejor la han desarrollado son los del
norte de Europa: Suecia, Dinamarca, Noruega, Alemania, los Países Bajos.
Redujeron la pobreza relativa a una proporción muy pequeña y solo un 5% de los
hogares está por debajo de la mitad del ingreso medio. Argentina y Estados
Unidos hacen lo mismo. En mi país no hay pobreza baja, pero sí pobreza extrema,
hogares tan necesitados como en los lugares más pobres del mundo. Suelen ser
comunidades afroamericanas u otras comunidades minoritarias. Están indefensos,
son discriminados, están en regiones remotas, sufren enfermedades que deberían
haber sido eliminadas hace cien años.
—Pero no en la misma proporción que en Argentina.
—En una proporción pequeña, pero tenemos mucha pobreza relativa,
porque Estados Unidos está profundamente dividido por la raza, por la etnia,
por la región, por la ideología, algo que no es tan distinto a Argentina. Ambos
países tienen mucha desigualdad. No tenemos una socialdemocracia efectiva; no
existe un consenso sobre temas básicos como la redistribución del ingreso, el
pago de impuestos, las responsabilidades de los ricos. Por eso seguimos siendo
sociedades divididas.
—El fin de la pobreza apelando a la ayuda y el
asistencialismo genera al mismo tiempo un estancamiento, porque le quita a la
persona o un conjunto de ellas la necesidad de desarrollarse por sus propios
medios y evolucionar.
—La idea de que si se ayuda demasiado a los pobres se les quita el
poder a los ricos, o que se quitan las motivaciones de los pobres es, en mi
opinión, una ideología cruel del siglo XIX, llamada darwinismo social. Es una
visión muy equivocada. Claro que los incentivos importan, pero si los ricos
pagan impuestos, dicen mis observaciones y la historia, aún tienen incentivos
para ganar dinero, no detienen el esfuerzo. Y si se ayuda a los pobres con
asistencia sanitaria y buena educación, se les da una gran ayuda. Lo que
margina a los pobres es el hambre, la falta de educación, la desesperanza.
Ayudar a los pobres de ninguna manera es quitarles ningún incentivo.
—¿Por qué en Estados Unidos prosperó el darwinismo social?
—Surgió en el pensamiento social después de Darwin. Herbert
Spencer fue un sociólogo que tomó la teoría de la evolución de Darwin y la
convirtió en una teoría social. Una idea cruel. En Estados Unidos hay una
escritora terrible, Ayn Rand, que escribió novelas de mala calidad y luego se
convirtió en filósofa. No es filósofa, solo una señora grosera que fingía serlo.
Su propuesta fue muy mezquina, y por desgracia tiene muchos seguidores, como el
presidente de nuestra Cámara de Representantes, Paul Ryan. Si pudiera, él
pondría en marcha un sistema desagradable e injusto basado en Ayn Rand. También
tenemos dos hermanos súper ricos, David y Charles Koch, con una fortuna de 100
mil millones de dólares heredados de su papá, como suele pasar con esta gente
tan egoísta. Son agresivos, los llamamos “libertarios”;‒“neoliberales” les
dirían aquí, son agresivos, ingenuos, nada inteligentes y con ideas peligrosas.
No son agradables. Su idea es: “No ayudemos a los pobres”, como escribió Ayn
Rand. Esa es la raíz de la maldad y la inmoralidad, no la raíz de una buena
sociedad.
—¿Cuál es su opinión del plan social que existe en Argentina,
la Asignación Universal por Hijo, y la Bolsa Familia en Brasil?
—En general, la idea del apoyo social condicional básico es una
buena idea. Puede ser corrompida, puede ser mal utilizada, pero la idea de que
la familia pobre debe tener apoyo es una vieja idea democratacristiana. ¿Cómo
se puede tener un hogar pobre y permitir que los niños padezcan daños
cerebrales o un desarrollo limitado porque no reciben buena nutrición,
inmunización, o no van a la escuela? Es un pensamiento horrible el dejar sufrir
a cualquier niño. Son los inocentes de nuestra sociedad, sufriendo por la
pobreza de sus padres. Este tipo de apoyo familiar no es una idea
revolucionaria, es solo una buena idea que toda sociedad decente debería
considerar.