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Duhalde y la violencia: "No creo que peligre la gobernabilidad"

El expresidente considera que no existe riesgo democrático. "El miedo es que haya muertos", afirmó. Video.

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Jorge Fontevecchia en diálogo con un referente de la política nacional Eduardo Duhalde. | Pablo Cuarterolo

#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro.

—A usted el crimen de Kosteky y Santillán lo obligó a adelantar las elecciones.
—Sí, pero le voy a explicar por qué. Cuando asumo, tenía solo tres objetivos básicos: mantener el sistema democrático, pacificar el país y cambiar el modelo económico social que había sido impuesto a sangre y fuego por los militares en 1976. Yo hablaba tres veces por semana por Radio Nacional y siempre decía lo mismo; y me enojaba porque no me creían. Soy de enojarme cuando uno insiste en algo y no le creen. Entonces empecé a subir el tono. Cuando viene lo de Kosteky y Santillán, ya estábamos saliendo, y como yo no pensaba quedarme, me dije “Las adelanto”. Pero no para la semana siguiente ni para dos meses. Era para el año siguiente, de julio a mayo. Yo temía que ese hecho desencadenara otros hechos violentos. Mi decisión de irme ya estaba, inclusive después. Pero como siguieron insistiendo, tuve que hacer el ridículo de presentarme en el Congreso y declarar: “Vengo a reducir mi mandato al 25 de mayo, haya o no haya elecciones”. Después, dijeron: “No puede haber elecciones porque no están los padrones”. Fui con la gente de los medios a hablar con la jueza Servini de Cubría, le pedí una declaración de certeza, que sí iba a haber elecciones. No podía creer que no me creyeran. Era algo insólito.

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—En algún momento, cuando vio las escenas del lunes, la policía cercada y la enorme cantidad de manifestantes, las piedras llovían, ¿Pensó que podía llegar también a afectar seriamente la gobernabilidad de Macri?
—No me parece. La situación del gobierno del ingeniero es muy comprometida, muy difícil, pero no creo que peligre la gobernabilidad. La enorme mayoría de la sociedad rechaza eso. Son grupos pequeños, muy pequeños, no sé quién los moviliza, pero siempre están. Hay muchos chicos y chicas jóvenes. Yo los entiendo, todos en la juventud quieren parecerse a Marx, y después van cambiando. Es así. Los chicos que se dedican a la política, que son una minoría también.

—¿Nunca, no sintió miedo porque pudiera alterarse el orden constitucional?
—El miedo es que haya muertos. Ya hubo demasiada gente que murió. Los casos recientes que hemos vivido han entristecido mucho a nuestra sociedad. La gente está triste, en la Argentina.

—Si hubiera habido muertos, ¿Hubiera puesto al gobierno de Macri en una situación grave, con pérdida de la gobernabilidad?
—No si hay una respuesta firme, como la que espero, de los que creen en la democracia. Cuanto peor se esté, más hay que tratar de ayudar, ese es mi criterio, y no es de ahora, es de siempre. En la época de De la Rúa, con Alfonsín estábamos convencidos, ya a fines del 2000, que había que salir sí o sí de la convertibilidad. A fin de año hicimos una despedida con empresarios y fue una catarsis, no fue una despedida. Cuando terminamos me dice don Raúl: “Tratemos de hacer algo Eduardo”. Le expliqué: “Vea, don Raúl, yo me voy de vacaciones, lo hablamos en marzo”. Y así fue. Por Alfonsín siempre sentí un enorme aprecio y creo que fue el mejor presidente de la democracia, más allá de los errores que pueda haber cometido en materia económica, hay otras cosas que lo ponen, en mi criterio, mi evaluación, entre los mejores. Era tremendamente honesto, y se la jugó cuando fue necesario. Era un hombre comprometido y cumplió, con el tema del Juicio a las Juntas. Me enoja mucho cuando algún periodista o algún político dice: “Fue un cobarde, por las leyes de Punto Final y Obediencia debida”. Yo me enorgullezco de haberlo ayudado en ese momento. Él me llamó, yo era intendente, lo ayudé y fue un orgullo. Es fácil hablar, pero hay que estar gobernando. Conocí a Alfonsín a los diez días de asumir la intendencia de Lomas de Zamora yo, y él la presidencia, en 1983. Vino un coronel del ejército y me dice: “¡Hay que echar a los zurdos!”. Yo estaba en reuniones con algunos intendentes peronistas, algunos gremialistas, y no podía creer lo que me decía ese hombre. Lo miré mal y le contesté: “Mejor váyase, pero déjeme su tarjeta, así el presidente se entera mañana, sin quitarle ni agregarle nada, lo que usted me dijo hoy”.

—Usted habla de 1983, pero usted ya había sido intendente, desde 1974 hasta el golpe de 1976.
—Sí, clero, esa fue mi primera intendencia. Pero a don Raúl lo conozco recién en 1983. Tuvimos infinidad de encuentros, porque yo, como dicen algunos amigos míos, soy el más radical de los peronistas, y soy el más peronista de los radicales. Toda mi vida admiré mucho a Alem, Hipólito Yrigoyen, Frondizi, que fue un gran presidente. También admiré mucho a Palacios y al general Perón, obvio.

Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.