MEDIOS
recuerdos de una redaccion historica

Te amo, te odio, dame más

El periodista relata cómo se vivió desde adentro la gestación, puesta en marcha y cierre del diario PERFIL en 1998, del cual era prosecretario. “Haber sido parte sigue siendo un orgullo enorme”.

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HISTÓRICAS. Algunas de las tapas más emblemáticas de la edición de PERFIL 1998. | CEDOC.

Pese a una carrera vertiginosa que me llevó de aquí para allá, en Buenos Aires, Tucumán o Madrid, puedo exhibir con orgullo un récord personal: participé en todos los medios que Jorge Fontevecchia llamó como su propia editorial: PERFIL.

Primero, en la loquísima y vanguardista revista Perfil de 1982, hoy un medio de culto. Después en el diario de 1998, incomprendido, lujoso, soberbio, sediento de publicidad, éxito y fracaso a la vez, fusilado al amanecer por el universo Clarín –toda la verdad del caso se contó en un suplemento especial que escribí hace diez años–; y por último, éste PERFIL, donde fui prosecretario de redacción y hoy un columnista dominical sarmientino, para compensar tantas idas y vueltas: solo cuatro faltas en 11 años.

La revista fue un año de placer intelectual, de diversión. El diario de hoy es la madurez, la libertad creativa, el respeto a la palabra. El PERFIL del 98 fue otra cosa. Una historia fantástica, contradictoria, frustrante, llena de amores y odios, de adentro y de afuera.

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Volví de Tucumán, donde la pasaba bárbaro complicándole la vejez a Bussi dirigiendo un grupo que tenía al Canal 8 de aire, tres radios y un dominical llamado El Periódico, solo para ser profeta en mi tierra. Esa fue la idea que me convenció, y fue pensada por alguien que me conoce bien. Narcisista de manual, acepté el desafío.  

El diario tenía un equipo irrepetible, color en todas sus páginas, buen papel, un diseño hermoso y una extrañísima tapa en módulo que me dejó perplejo.

La foto para lo que en la jerga interna llamábamos Focal, tenía una proporción imposible; al menos para mí, que cuando Noticias salió los domingos, pensé que iba a ser fagocitada por los diarios. Un visionario, el tipo.

La campaña publicitaria, que afirmaba: “Donde decía tal cosa, debió haber dicho tal otra” irritó a muchos. No era solo mojarles la oreja a monstruos como Clarín y La Nación, sino hacerlo con ganas, haciendo ruido. Nos lo hicieron pagar.

Todo el mundo tuvo su teoría para explicar el fracaso de un producto bien hecho, con estilo y un equipo de primer nivel. Decían que tenía demasiado contenido para todos los días, que hacían falta ocho, diez, mil horas para leerlo y eso creaba frustración, rechazo. Puede ser. Pero objetivamente, ni La Nación ni Clarín tenían menos texto.

No existe un producto que genere tanta fidelidad como un diario. La gente “se casa” con el diario de toda la vida, no cambia fácilmente. Es un hecho cultural. Yo mismo, mientras hacíamos PERFIL, me sorprendí  mirando la cartelera de Clarín para elegir película.  

Mi explicación era estética. El valor de aquel diario era, también, su condena: nadie envolvía la basura con PERFIL. Lo guardaban, subía la pila y la solución era… no comprar más. No hay nada más viejo que el diario de ayer, dicen. Es así. Un diario debe transmitir esa sensación, que es lo que impulsa la compra del ejemplar nuevo.

Bla, bla, bla, pero la bala fatal fue la falta de publicidad. Si hubiésemos vendido 100 mil ejemplares, el problema podía surfearse. Pero el pico fue inferior a lo planeado. Además, los anunciantes que amagaran con apostar a un medio novedoso, ponían en peligro los descuentos en los diarios líderes, la televisión, las radios.

En fin. Si a un boxeador es difícil acertarle en la mandíbula, más complicado será noquearlo si tiene ocho cabezas, como los monstruos mitológicos.

Todos recuerdan que hicimos más números cero que números en la calle. Es cierto, y costaban una fortuna. Trabajamos mucho, fue difícil, y el final fue una herida abierta. Yo había escrito una contratapa titulada ‘Travesti’, que fue cambiada poscierre por la histórica ‘Hasta siempre’ firmada por el director, anunciando el cierre. Me enteré en mi casa, por una llamada de Daniel Pliner, a la una de la mañana. Era una muerte anunciada, pero dolió. Mucho.

Veinte años después, es un recuerdo agridulce. Fue hermoso mientras duró y no me arrepiento. De nada.

Puedo decir, sin dudarlo, que haber sido parte de ese PERFIL amado y odiado, sigue siendo un orgullo enorme, un privilegio.