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ENTREVISTA

Patricia Sosa: "No hay nada que me pueda hacer bajar del escenario"

Una de las voces argentinas más reconocidas presenta su último espectáculo "Más que señales", y relata una emotiva experiencia en el cerro Uritorco.

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Patricia Sosa una de las voces argentinas más reconocidas, entrevistada en Perfil.com. | Cedoc

Patricia Sosa, una de las voces argentinas más reconocidas, presenta "Más que señales", el 9 de septiembre en el Auditorio Belgrano (Virrey Loreto 2348, Capital Federal) . Previo al show, la cantante pasó por la redacción de Perfil para hablar del disco, su experiencia con los realities que buscan talentos, la relación en casas separadas con su marido Oscar Mediavilla, y una desconocida anécdota en el Cerro Uritorco, famoso por el presunto avistaje de OVNIS y considerado por muchos un lugar con una energía especial. 

Oriunda del barrio de Barracas, Patricia llega a la nota con una mezcla nostálgica al recordar que nació y se crió a pocas cuadras de donde realizamos la entrevista. "Yo vivía acá a unas cuadras, acá pasé mi infancia", cuenta antes de acomodarse en el sillón. Cálida y sonriente, se acomoda su enrulado pelo largo y toma un té. Todo listo para la charla.  


—En varias oportunidades contaste que no te dejaban subir a los escenarios porque pensaban que eras una 'groupie' y no la voz cantante de la banda.

En realidad era una groupie porque era la novia de Oscar (Mediavilla)... ¡pero era la cantante! Eso me pasó en Buenos Aires Rock '82, era muy duro para una mujer meterse ahí. Soy la primera mujer de la historia en liderar una banda de rock, por lo que tenía que abrir camino a machetazo limpio porque no era que alguien había recorrido eso antes. Cuando subí la primera vez la banda ya estaba tocando, agarré el micrófono para cantar y me levantaron dos tipos y me dijeron 'nena, las minitas de los músicos abajo', y me tiraron al público. Así arranqué, y no me bajé más del escenario.

Y ahora ¿qué tiene que pasar para que no estés en el escenario? 

Un día hice un Gran Rex de tres horas cuarenta y cinco minutos y mi marido me gritaba de atrás del escenario '¡basta! cerraron todos los estacionamientos'. Nosotros seguíamos tocando a pedido del público y a partir de ahí tuve que filmar una cláusula de que no me puedo pasar de las dos horas y media por show. Pero no, no hay nada que me pueda hacer bajar del escenario. 

Con su amigo y guitarrista, Daniel Leis, interpretan el tema Para amarte una vez más  

—¿Quiénes fueron los músicos que te influenciaron?

—Tuve bastantes etapas. Cuando era muy chica me gustaba el folclore, en mi casa se escuchaba mucho, de hecho mi mamá es bailarina de folclore. Después aparecieron Los Gatos, me acuerdo que ahorré plata de la escuela, ahorré la plata del sándwich que me daban y me compré un simple: La balsa. En la época de la adolescencia me empezó a gustar el rock, como, The Who, Led Zeppelin, Deep Purple y todo lo que venía de afuera. Pero mi ícono es Tina Turner.

¿Te sentís referente de las nuevas generaciones de cantantes?

Últimamente me encuentro con chicas jóvenes que tienen bandas y que les cuesta muchísimo, y una de ellas me contó que me dicen 'la rompehielos', porque les abrí un camino. La verdad que no tomaba demasiada conciencia de que estaba eso presente pero me siento muy halagada. 

Contaste del machismo que sufriste en tus comienzos ¿eso cambió ahora?

Si bien ahora hay un poquito más de mujeres, pero un poquito nada más, y las que están se posicionan muy bien... te voy a dar un ejemplo, si Vicentico canta un disco precioso de baladas como lo hizo, es un rockero que se atrevió a otro género. Ahora, si yo grabo un disco de baladas, soy una baladista que renuncié a mis orígenes. Es medio metafórico esto, pero te rotulan. 

—¿Te imaginaste alguna vez que ibas a lograr la carrera que tenés?  

Mi vida estaba focalizada en ser arquitecta y maestra de inglés. Nunca en mi vida se me hubiera ocurrido que iba a vivir de la música. A medida que iba experimentando me iba dando cuenta que era mi terreno natural, que me movía con facilidad, era feliz y liviana y no tenía la presión de nada. Cantaba y listo. Salía un audio de adentro mío que me envolvía, me di cuenta mucho tiempo después de que yo era audio, el resto era un vestido. A veces, uno pone esfuerzo en determinada cosa y de repente te aparece algo y decís 'soy feliz con esto, ¿cómo voy a renunciar?'. Ahí existe entonces el 'me arriesgo o no me arriesgo'. 

-¿Te ayudó tu marido, Oscar Mediavilla, en ese momento?

Cuando lo conocí él ya era músico, tenía una guitarra colgada como una prótesis en esa parte de su cuerpo. Tenía una banda  de rock y un día le fui a hacer coros porque su prima era mi amiga y ahí me enamoré pero él tenía novia. Después lo volví a ver y no nos separamos nunca más. Por estar cerca de él empecé a hacer coros y después le quité el puesto al cantante. 

—¿Qué dijo tu familia cuando dijiste que querías dedicarte a la música?

Primero chocarse con tu mediocridad es una cosa muy dolorosa, y cuando pasa eso es como chocar a 200 kilómetros por hora contra una pared porque estabas programado para eso. Después me di cuenta que como arquitecta iba a ser absolutamente mediocre y ahí dije 'no quiero esto para mi', y encaré a mis viejos. Primero lo tomaron con desilusión porque cursaba una carrera cara y mi papá había invertido mucho esfuerzo, pero después se dieron cuenta que yo era feliz. 

—¿Cómo cuidás la voz?

No voy a lugares con ruido, donde hay restaurantes que hay mucho ruido de cubiertos y eso, prácticamente no hablo. Duermo muchísimo, nunca menos de 8 horas. Salgo de gira y al lugar que llego me voy a dormir. No tomo cosas muy calientes ni muy frías, vocalizo todos los días, estudio canto desde el ‘84 y hablo con las cuerdas vocales porque ellas son 'mis chicas', les hablo y les agradezco. 

—Decidiste abrir una escuela de canto...

Sí, cuando fui jurado de tantos realities había tantos talentos que me di cuenta que había gente que cantaba para afuera, para impresionar, como si el canto fuera una disciplina deportiva, y de repente dije 'yo tengo que transmitir esto que sé'. Encontrar el sonido propio es fundamental para que no existan las comparaciones, uno es uno, único como decía [Eduardo] Galeano, cada uno brilla con luz propia sobre todos los demás y no hay dos fuegos iguales, eso hay que grabárselo. Entonces querer parecerse a un artista es como competir en otra liga. Formé una escuela que se llama El Templo de la Voz.

—¿Por qué ese nombre?

Porque somos la casa, el templo donde habita el único instrumento que no creó el hombre que son las cuerdas vocales. Hay que ser muy cuidadoso, hay que rendirle honor. En la escuela se enseña a respirar de una manera donde se encuentra la respiración de la meditación y que cuando salís a cantar se enseña a que con la vibración del sonido propio se alinean chacras y, cuando haces eso, estás en sintonía con el universo y la tierra, entonces va a salir una voz que comunique sentimientos verdaderos y cuando uno transmite eso, lo que vuelve es lo mismo. Vamos por ese lado con la escuela. 

—¿Cuándo empezaste a relacionarte con la meditación?

—Hace mucho, más de veinte años, en 1995. 

—¿Fuiste al Cerro Uritorco, lugar que muchos dicen que tiene una energía especial, a practicar meditación?

Varias veces, el Uritorco es como un emblema, yo tengo una casa cerca de ahí. Toda esa zona del Valle de Punilla tiene energía, medito mucho ahí.

—¿Vas sola o acompañada?

Voy con medio mundo, con los músicos... una vez nos juntamos con Julia Zenko, Sandra Mihanovich, Marilina Ross y otras amigas más y en esa ocasión fuimos a la localidad de Cuchi Corral. Cantamos ahí arriba a la noche, fue muy emocionante estar meditando y que Mairlina se levante y cante Honrar la vida solo para la inmensidad, no para el público sino quien esté ahí escuchando. Lloramos mucho, yo hago mucha catarsis, te encontrás en un lugar espiritual muy hermoso donde el canto es el vehículo y estás conectado. 

—¿Qué enseñanza te dejaron los realities?

El Soñando por Cantar fue una experiencia maravillosa gracias a la cual recorrimos el país. Hay tantos artistas, en los pueblos del interior, en cada cuadra hay un guitarrero y un cantor que sacan el banco a la puerta y el de enfrente viene y le trae un mate y se arma una juntada que acá ya no se vive. Encontramos unos talentos que fueron una cosa increíble, pero lo que más escuchamos que nos llamó mucho la atención fue que ellos decían que no lo habían hecho antes porque o no los dejaron, o no se animaron o su marido/esposa no quiso... Había mucha traba afectiva y eso de hacerle caso al otro y al ‘qué dirán’. Claro, cuando subían a ese escenario semejantes cantantes, con una historia de vida bastante cruel, los veías cantar y felices y la felicidad del otro contagiaba. Era una cosa hermosa. 

—¿Cómo manejás la carrera y la relación con tu marido con quien te casaste, te separaste, te volviste a juntar y ahora viven en casas diferentes? ¿Cómo se logra eso? 

Cambiamos los formatos pero seguimos juntos. ¿Cómo se logra?, con la meditación yo aprendí que hay que humillar al ego. Me casé muy enamorada y me divorcié con papeles y todo de un hombre que amaba porque estábamos enojados, pero aprendí a humillar al ego y Oscar también y logramos reencontrarnos porque el sentimiento estaba intacto. No me costó levantar el teléfono y decirle ‘mira Oscar, empieza el milenio y hace tres años que nosotros no estamos juntos, me encantaría empezarlo con vos’. Ahí él me dijo, ‘en 20 minutos te llamo’... claro en ese momento pensaba que capaz está con otra pareja pero me llamó y me dijo ‘contraté un crucero ¿nos vamos?’. Y nos fuimos, pero no es que ahí sonaron los violines y fuimos felices para siempre, ahí nos pasamos factura porque había que limpiar muchas cosas, pero somos muy felices. Hace muchos años que vivimos separados, desde el ‘96, y estamos re bien. Él es mi historia, es mi pasado, mi presente y mi familia, mi amigo mi co-equiper, mi productor. 

—Fruto de esa relación nació Marta, que se dedica a la actuación ¿te gusta que haya seguido el camino artístico?

Martita tiene 29 años y a ella le gusta todo. Cuando era chica me decía 'mamá, qué lindo que es saber'. Es una gran actriz, tuvo muchas nominaciones y ahora tiene una escuela de teatro recreativo, para no actores, para todos aquellos que no quieran ser actores pero busquen una terapia alternativa, es genial. 

¿Qué proyectos tenés ahora, aparte de no bajarte del escenario?

Estuve en Málaga hace un año grabando con el maestro Chucho Valdés, uno de los cinco mejores pianistas del mundo del jazz. Él me llamó un día y me dijo que quería hacer un disco conmigo, entonces fui a su casa e hicimos un trabajo maravilloso de boleros cubanos de la década del ‘30 y del ‘40. Ese material sale a la venta en septiembre. Además, para fin de año o principios del 2018, estamos preparando un concierto para concientizar un poco de la unión, con una cantante judía y una musulmana vamos a hacer un encuentro. Algo así como ‘enredarse’, algo así se llamará el espectáculo.

—El público que te acompaña desde siempre puede verte ahora en Capital en el Auditorio Belgrano, ¿qué le tenés preparado?

En el espectáculo del 9 de septiembre presento el disco Señales y un montón de otros temas. Siempre que subo al escenario se escucha que de algún lado alguien grita el título del tema 'Aprender a volar’ y es una canción que ya es un himno, es algo que se me fue y que se usa para todo: casamientos, viajes de egresados, para cuando la gente está mal, en los hospitales, en los centros de rehabilitación.

—Ya que mencionás ese himno, ¿cómo surgió la letra?

Ese tema lo escribí en lo que dura la letra, se me iba la mano sola, por lo tanto no es mía... eso sabemos de dónde viene (señala para arriba). Marta empezaba la primaria un lunes y la letra la escribí un domingo porque estaba angustiada que mi bebé empezaba la primaria, una etapa donde ya crecía e iba a cambiar su vida entonces ella me preguntó ‘¿mamá que es la primaria?’ y yo le dije, mañana la maestra te va a contar. En ese momento se me hizo un nudo en la garganta y agarré un cuaderno y cuando se durmió le contesté: 'Duro es el camino y sé que no es fácil, no sé si habrá tiempo para descansar. En esta aventura de amor y coraje sólo hay que cerrar los ojos y echarse a volar'. Marta es mi musa inspiradora en un montón de cosas.

Orgullosa de su familia y de su profesión, amante de la música y de la vida. A sus 61 años, que claramente no aparenta, Patricia no sólo demuestra un espíritu rockero, enérgico y alegre, sino que lo transmite con tenerla cerca.

Un concurso con el premio más original: cantar a solas con Patricia Sosa. Enterate cómo participar.