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Un dia en Lijiawan

Viaje a un 'pueblo laboratorio' del plan antipobreza chino

Hay aldeas en todo el país donde el Estado pone a prueba su proyecto para que no haya más pobres en 2020. PERFIL visitó una de ellas. Logros y límites de una obsesión de Xi Jinping.

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De punta en blanco. Una señora de Lijiawan limpia la entrada de su vivienda, una de las provistas por el gobierno local a los vecinos. | F.F.B.

Desde Lijiawan, China

Los vecinos de Lijiawan sonríen a la cámara con el gesto mecánico de los que están acostumbrados a que los observen. Es un pueblito de poco más de 800 habitantes en el cantón de Chencelou, distrito de Huangzhou, ciudad de Huanggang, provincia de Hubei, en el centro de China, lejos del fulgor de Beijing y Shanghai; pero aquí nadie parece sorprendido por la presencia de periodistas occidentales que recorren las calles en plan de tour oficial. Desde hace tres años, cuando Lijiawan se convirtió en uno de los tantos ‘pueblos laboratorio’ chinos donde el Estado pone a prueba su proyecto nacional para erradicar la pobreza extrema antes de 2020, el escrutinio de la mirada ajena es parte de la vida en la aldea.

Según el discurso oficial, el plan de “alivio de la pobreza” existe por obra y gracia del presidente Xi Jinping, cuya obsesión por transformar a China en un país libre de carencias sociales viene de los años en que era gobernador de la provincia de Fujian. Ahora, en su segundo mandato como secretario general del Partido Comunista, Xi aspira a convertir a todos los ciudadanos pobres en miembros de una clase “modestamente acomodada”. Un objetivo que, contra lo que su nomenclatura pueda sugerir, no tiene nada de modesto en un país con 1.400 millones de habitantes.

China contribuyó más que ninguna otra nación al combate global contra la pobreza: el Banco Mundial estima que, en las últimas cuatro décadas, cerca de 800 millones de chinos pobres dejaron de serlo. Pero, aunque la brecha social muestra una tendencia a la baja desde hace diez años, sigue siendo uno de los países con mayor desigualdad de ingresos. La disparidad estructural entre campo y ciudad es el desafío número uno para el gobierno.

Viaje al pueblo laboratorio del plan antipobreza chino
Los vecinos se reparten en cooperativas especiales para tareas como el asfaltado de calles.

La estrategia antimiseria aplicada a nivel macro se ve con mejor detalle en pequeña escala, en estos pueblos que sirven de tubo de ensayo social y que salpican toda la geografía china. La visita de PERFIL a Lijiawan tiene sus estrecheces: transcurre en el marco de una invitación del gobierno para la prensa y, por lo tanto, se ve lo que la propaganda oficial quiere que se vea. Lo cual no significa que no valga la pena contarlo.

En Lijiawan ya no hay pobres, dicen las autoridades, y muestran números. Cinco años atrás, 250 vecinos vivían con menos de 2.300 yuanes (340 dólares) por año, el ingreso per cápita mínimo considerado por el gobierno chino como línea de pobreza. Hoy, los 844 habitantes del pueblo están por encima del umbral. A los dirigentes comunitarios les da tanto orgullo ese logro como contar que en la aldea ya hay 43 militantes afiliados al Partido, en torno al cual giran todos los esfuerzos, relatos, éxitos y fracasos del plan contra la miseria.

Sin perjuicio de que aquí se respire el “socialismo con características chinas”, en Lijiawan corre aquella vieja fórmula liberal de “dar la caña de pescar y no el pescado”. La esencia del proyecto oficial es poner el motor en marcha, y que luego sea la propia comunidad la que lo mantenga carburando. “Aunque el programa de apoyo estatal para el alivio de la pobreza se mantendrá hasta 2020, en la actualidad todas las familias del pueblo lograron la autosuficiencia”, explica a este diario Zheng Xingping, secretario de la comisión de vecinos de Lijiawan.

Viaje al pueblo laboratorio del plan antipobreza chino
Las autoridades del pueblo exaltan a la figura del presidente Xi Jinping.

El Estado busca por todos los medios involucrar a los aldeanos en la solución de sus propios problemas. En el pueblo hay marcas visibles de esa vocación comunitarista. Las puertas de todas las casas tienen pegadas entre una y diez estrellas, que corresponden a un sistema de puntos que califica a cada familia según valores como disciplina, moralidad, higiene, sinceridad o participación en trabajos voluntarios. No hay beneficios económicos para los mejor puntuados: es simplemente una cuestión de prestigio frente a los demás.

Los vecinos se reparten en cooperativas especiales que hacen tangibles los progresos en la calidad de vida. Todo se ejecuta con presupuesto público que baja de distintos niveles gubernamentales: modernización agrícola, construcción de viviendas, trazado de calles y rutas, tratamiento de aguas residuales, generación de energía solar, cultura y recreación, escuela para los niños.

Y todos tienen un papel que cumplir. “Alentamos a quienes viven en la ciudad a que ayuden en el campo, a los jóvenes talentos a que regresen a sus pueblos, y a las empresas a que contribuyan con los objetivos sociales –dice Wang Lisan, vicejefe de gobierno del distrito de Huangzhou–. Sobre todo, buscamos impulsar la fuerza endógena de cada familia para ganar esta lucha antipobreza”.

Viaje al pueblo laboratorio del plan antipobreza chino
Los hijos de los vecinos estudian en la nueva escuela de Lijiawan.

Lijiawan es o quiere ser una miniatura de lo que el gobierno pretende para el país. En los últimos cinco años, 68 millones de chinos salieron de la pobreza, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas. Aún quedan 30 millones bajo el umbral, lo que equivale al 2% de la población total, cuando quedan poco más de dos años del deadline autoimpuesto. Aunque con una salvedad: la línea de pobreza china, hoy fijada en 340 dólares anuales, es levemente más baja que el criterio internacional que históricamente consideró que vivir en la miseria es hacerlo con menos de un dólar por día.

En cualquier caso, la meta de erradicar la pobreza extrema antes de 2020 parece al alcance de la mano del gobierno chino. A partir de entonces, el reto mayor será la desigualdad de ingresos: un problema aún más desafiante para un país que todavía se dice marxista.