ELOBSERVADOR
otra cultura

Basta de creer que el fútbol nos representa

El autor propone retomar un comportamiento institucional, cívico y social, y dejar los vicios que expone el “deporte nacional”.

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Lágrimas. Todo salió mal en Rusia, con un plantel atravesado por problemas de todo tipo. | cedoc

Por si algo faltaba, este Mundial de Fútbol dejó a la política y a la sociedad argentinas en pelotas y ante el espejo. No hay mejor ni más literaria que la criolla manera de decirlo. Se sabe desde hace mucho (ver recuadro), pero volvió a darse, concentrada, la conjunción de evidencias sobre el entramado que conforman sectores de la política, los clubes, la AFA, empresas, sindicatos, fuerzas de seguridad, medios de comunicación y negocios –legales o no– a los que hay que agregar “barras bravas” omnipotentes e impunes relacionadas con la delincuencia organizada.

Estar en el mundo. Ese entramado refleja hoy la manera de considerar los problemas, de verse a sí mismos, de estar en el mundo, de la mayoría de los argentinos. También el funcionamiento de sus instituciones. Toda una cultura. Las cosas ocurren y luego se olvidan o incorporan al anecdotario sin sanción ni reflexión alguna, puesto que “la masa” es indiferente. En cuanto a los que manejan esos asuntos, todo está ligado, se corresponde.

Cualquier política razonable, civilizada, es menos negocio. Cualquier denuncia o sanción supondría una amenaza al circuito colector de dinero, influencias, poder. En ese círculo, cualquiera puede hacer una “oferta imposible de rechazar”, a lo Corleone. Por acción, omisión o interés, todo “prescribe”, como la mayoría de los asuntos de corrupción ante la Justicia.

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En cuanto a las empresas de comunicación y periodistas, salvo pocas excepciones, la indigesta cobertura en casi todos los programas y horas del día, las banalidades futboleras en celeste y blanco y el silencio respecto a los problemas de fondo, responden a los millonarios ingresos por publicidad que supone el fútbol semanal, los partidos y torneos internacionales y un Mundial cada cuatro años.

En la tele, los anuncios incluyen proyecciones sobre el césped durante los partidos, por no hablar de los carteles laterales y la vestimenta de los jugadores. No hay manera de mirar la pelota y los pies sin tragarse alguna publicidad. Volviendo a los criollismos, en ese entramado nadie tiene el culo limpio y a la sociedad le importa un pito.  

Rusia. Respecto a la última tragicomedia, el Mundial de Rusia, empecemos por mentar la miserable actitud del director técnico del seleccionado nacional, Jorge Sampaoli, al insultar, denigrar y amenazar a un agente de tránsito en su ciudad natal, Casilda, pocos meses antes del comienzo del Mundial (https://www.elespanol.com/deportes/futbol/internacional/20171226/jorge-sampaoli-insulta-policia-boludo-ganas-pesos/272473147_0.html).

Después de semejante episodio (video-viralizado, además), en cualquier país serio un personaje así habría sido inmediatamente despedido. Aquí, lo salvó su condición de noveno entrenador en los últimos 12 años, o el volumen de su contrato; o las dos cosas. En Uruguay, sin ir más lejos, el técnico del seleccionado, Oscar Tabárez, lleva 12 años en el cargo y es un reconocido maestro que brega por la educación antes que el fútbol, aunque también es hincha fervoroso y ex jugador (https://www.lanacion.com.ar/2048450-la-cruzada-del-maestro-tabarez-es-fundamental-combatir-el-resultadismo).

Luego vino lo del partido Argentina-Israel… en Jerusalén. Una insensatez político-deportiva. Citemos: “(…) el Ministerio de Cultura y Deportes de Israel presionó con éxito a los organizadores deportivos para que el partido se traslade de Haifa a Jerusalén, abonando una elevada suma, que el diario Haaretz fijó en 760 mil dólares (…) el partido entraría dentro del presupuesto asignado con motivo de los festejos por los setenta años de la creación del Estado de Israel (…). El presidente Mauricio Macri ha destacado en más de una ocasión los lazos de proximidad que lo unen con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu” (http://www.perfil.com/noticias/politica/partido-cancelado-mucho-mas-que-una-cuestion-deportiva.phtml).

Hubo “advertencias” de la Cancillería a la AFA, pero la política no intervino ante una decisión que generaba un grave problema diplomático. Nadie ignora que Jerusalén está en disputa; que hay resoluciones de la ONU y de diversos organismos internacionales que acreditan esa situación. ¿Qué necesidad, sino el dinero, había de jugar allí el partido contra Israel? Todo acabó en un papelón político internacional y en un partido menos de entrenamiento para un equipo en el que rotaron decenas de jugadores en pocos meses. Se agregó luego la imprevista y confusa anulación de la entrevista de la Selección con el argentinísimo papa Francisco (https://www.infobae.com/deportes-2/mundial-2018/2018/06/05/seleccion-argentina-vaticano-papa-francisco-encuentro/). Así, el equipo fue llevado de un lado a otro y sin partidos de entrenamiento; los jugadores, sometidos a presión. El fútbol quedó para los titulares y las gargantas de millones de indiferentes ante esos desaguisados.

Ya en Rusia, la hinchada argentina fue la que tuvo más expulsados del Mundial, por no hablar del brutal ataque a un croata y los videos de un par de imbéciles con niñas rusas (PERFIL, 30-6-18). Agustín Ciarlo, un estafador condenado y en prisión, viajó a ver el Mundial con permiso de una jueza (R. Roa, Clarín 5-7-18). Nada nuevo: en 2010, durante el kirchnerismo, viajaron al Mundial de Sudáfrica decenas de “barras bravas”, muchos con antecedentes policiales e interdicción de salir del país. Algunos fueron expulsados por las autoridades sudafricanas. Hasta viajó una “barra” oficial, disfrazada de ONG…

Así somos, al menos la mayoría, y así estamos, con el dólar rondando los 30 pesos; la inflación y la pobreza el 30%; la deuda aumentando exponencialmente y la política económica otra vez fijada por el FMI, después de que la del populismo dejase al país en igual o peor situación, según se mire.

La otra Argentina, la que hace cien años dio al mundo el ejemplo de la Reforma Universitaria; la de la plástica, la literatura, el teatro y el cine de renombre internacional; la que educó a tres premios Nobel en ciencias; la del Invap Bariloche, “que hoy fabrica satélites de última generación, radares y reactores nucleares que vende llave en mano en todo el mundo” (El País, 3-7-18), sigue allí, subsiste. Pero la educación, la salud, las instituciones, el comportamiento institucional, cívico y social continúan cuesta abajo.

Así somos y estamos, pero alguna vez fuimos o quisimos ser y estar de otra manera. Es cuestión de retomar el camino o seguir creyendo que el fútbol nos representa.

 

Decíamos ayer

En esta página se hacen afirmaciones acerca de un entramado muchas veces delincuencial, incluso mafioso, alrededor del fútbol, pero sin mayores precisiones. Limitaciones  de espacio obligan, pero en otras ocasiones se han hecho, junto a parecidas reflexiones y advertencias.

En “Boicotear el fútbol” (PERFIL, 16-2-13), abundan las fuentes. Por ejemplo: “Quien quiera enterarse de la extensión, gravedad e impunidad de que gozan las ‘barras’ merced a sus negocios con dirigentes de clubes, narcotraficantes, intermediarios y la policía, no tiene más que ver el notable reportaje de Canal Plus de España, “Con las barras bravas”, realizado en 2012 por el periodista Jon Sistiaga (http://www.youtube.com/watch?v=Zi8HZCFcB5w), pasablemente ninguneado por los medios locales”.

Más de lo mismo en “Balas para todos” (PERFIL, 27-7-13 y (http://www.perfil.com/columnistas/Balas-para-todos-politica-y-negocios-sucios-20130728-0059.html), dedicado al inolvidable escritor, futbolero y amigo Osvaldo Soriano.

Por último, la columna “Ante el Mundial” de Brasil (PERFIL, 15-6-14), concluía así:  “(el que suscribe), un argentino nacido, criado y amante del buen fútbol, no podría dejar de señalar que la satisfacción de un posible tercer título mundial se le empaña ante la perspectiva de ver a Messi y sus compañeros bailando cumbia villera en la Rosada, acompañados de Cristina Fernández, Amado Boudou, Julio Grondona y Moria Casán”.

Por no hablar del Mundial de 1978, en el que a la vez ganamos al fútbol y perdimos en dignidad política y social.

*Periodista y escritor.