De las varias lecturas posibles sobre estas elecciones merece destacarse el nuevo apoyo de la ciudadanía a una nueva forma de hacer política. Una política que se caracteriza por poner el acento en mejorar la estructura productiva de la sociedad, en un marco de mayor diálogo y búsqueda de acuerdos, con lo que se mejora el funcionamiento institucional de una república donde los actores se definen más como ciudadanos que como colectivos populares adherentes a líderes carismáticos.
Una política que lejos de identificarse con el liberalismo económico busca remover los obstáculos estructurales poniendo énfasis en el “desarrollo de las fuerzas productivas”, tal como lo propone Marx en El Prefacio al abandonar su teoría de la lucha de clases como motor de la historia. Política que apunta a crear las condiciones para un desarrollo económico con mayor productividad y creador de empleo genuino, incentivando la inversión con mayor seguridad jurídica y buscando remover vicios que elevan el costo argentino (evitando la confrontación al modificar los convenios colectivos en negociaciones sindicato por sindicato, por ejemplo). Evitando que los costos de los ajustes necesarios caigan sobre los que menos tienen (gradualismo no ortodoxo mediante) y con fuertes recursos para la atención de la emergencia social.
Una nueva política donde el aparato del Estado deja de ser una herramienta de propaganda y proselitismo, para ponerlo al servicio de una gestión eficiente destinada a resolver los problemas cotidianos de la gente: desde el transporte, la seguridad y la lucha contra el narcotráfico, hasta acceder al servicio de cloacas y los préstamos para la vivienda (temas que fueron menospreciados por la vieja política, pero que pensadores sociales como Marx valoraban al afirmar que: “los hombres han de poder vivir para poder hacer la historia. Ahora bien, para vivir se necesita, en primer lugar, beber, comer, disponer de vivienda, vestirse y otras cosas parecidas” (La ideología alemana).
La vieja política argentina concentró sus funciones en proclamar derechos que se plasmaron incluso en la propia Constitución Nacional, pero sin ocuparse de los cambios estructurales necesarios para generar los recursos que permitieran financiarlos genuinamente. El inevitable fracaso de esta política meramente declarativa llevó al surgimiento de líderes que ofrecían a los excluidos su salvación, al precio de enajenar su voluntad y su dignidad. El resultado fue la consolidación de regímenes asistencialistas autoritarios que hicieron desaparecer los atributos de ciudadanía.
Estas elecciones son un paso más de un proceso cuya consolidación está en manos de los propios ciudadanos.
*Sociólogo
