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maradona-messi en sudafrica

El mundial de D10S y el Messías

El mundial de 2010 los reunió. El que habia dejado la corona y el que la iba a buscar. El pasado y el presente. Maradona y Messi. En este adelanto de su próximo libro, el periodista británico Jonathan Wiilson detalla idas y vueltas del vínculo entre los dos más grandes.

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Messi y Maradona, juntos en la pintura que recrea la obra de Miguel Ángel. Está pintada en el club Sportivo Pereyra de Barracas | Twitter

Aunque no recuerda los detalles, Messi, a los seis años, había entretenido a la multitud jugando con la pelota sin que tocara el suelo en el entretiempo del debut de Maradona en Newell’s Old Boys, un amistoso contra el equipo ecuatoriano Emelec, la primera vez que sus destinos se entrecruzaban. Maradona había llamado por teléfono a Messi durante la Copa Sub-20 en 2005 y nuevamente después de su gol contra Albacete en la temporada siguiente. Durante mucho tiempo, su relación era, si no cercana, al menos respetuosa. Sin embargo, algo cambió en 2008. En septiembre de ese año, Maradona se mostró muy crítico de Messi después de un empate 1-1 en un partido clasificatorio como visitantes contra Perú. “A veces –dijo– Messi juega para Messi. Es Messi FC. Si jugara más con Agüero o Riquelme, los defensores de la oposición tendrían más razones para preocuparse”. Maradona agregó otra crítica, acusando a Messi de “carecer de carácter”.

Incluso dada la propensión de Maradona a proferir exabruptos inesperados, buscar semejante enfrentamiento parecía extraño y, en retrospectiva, parece posible que estaba deliberadamente tratando de desestabilizar al equipo de Basile con vistas a tomar su puesto. Incluso puede haber estado tratando de congraciarse con Riquelme, cuyo rol como ícono del equipo estaba siendo socavado por el brillo que Messi estaba demostrando repetidamente para Barcelona. Si esa era su intención, lo logró.

Argentina había comenzado clasificándose para la Copa del Mundo con victorias sobre Chile, Venezuela y Bolivia, pero una derrota como visitante ante Colombia señaló el comienzo de una serie de cuatro empates seguidos. Sí venció a Uruguay el 11 de octubre de 2008, pero tres días más tarde perdió 1-0 ante el Chile de Bielsa. Se trató solo de la sexta derrota de Argentina contra su vecino occidental, la primera desde 1973 y la primera en un partido que realmente le importaba a alguien. En medio del consiguiente clamor, Basile renunció. Argentina reaccionó haciendo lo que tendía a hacer cuando se acercaba una crisis: recurrió a Maradona. Su regreso a la Selección nacional en 1993 había sido una mala idea y terminó con su expulsión a causa de las drogas, pero al menos como jugador había cierta posibilidad de que pudiese hallar la chispa para dar energía al equipo. Como sus dos etapas anteriores como entrenador habían dado como resultado un total de tres victorias, su nombramiento para conducir al país a la Copa del Mundo 2010 fue un acto de fe ciega.  Su primer partido competitivo a cargo de la Selección, en marzo de 2009, ofreció falsas expectativas. Con Messi con la número 10 (Maradona pronto comenzó a reconstruir esos puentes una vez que obtuvo el puesto), Venezuela fue derrotada 4-0 en el Monumental, pero fue una demostración sin forma contra oponentes que se veían intimidados. Cuatro días más tarde se produjo una visión muy diferente. Jugar en la altitud de La Paz siempre había sido un desafío para los equipos argentinos, pero ninguno lidió con el tema tan mal como el equipo de Maradona. Estuvo caótico y perdió 6-1 ante Bolivia.

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Hubo una victoria sobre Colombia, pero también derrotas contra Ecuador, Brasil y Paraguay. Cuando faltaban dos rondas clasificatorias, Brasil, Chile y Paraguay estaban en clara ventaja, Ecuador con 23 puntos, Argentina con 22, Uruguay y Venezuela con 21 y Colombia con veinte, todos en busca del lugar restante para clasificar directamente o de un lugar en el repechaje. Argentina debía vencer a Perú como local.

 Las dudas sobre la falta de compromiso de Messi, por más que carecieran de fundamento, eran verdaderamente reales: el sitio web minutouno.com llegó a presentar a un psicoanalista que sugirió que el desarraigo de Messi le había dejado sentimientos de resentimiento hacia su patria. Maradona, tal vez recordando la visita que le había hecho Bilardo cuando se estaba recuperando de hepatitis, fue a Barcelona a reunirse con Messi y le preguntó cómo quería jugar. Messi propuso o un 3-4-1-2 o un 4-3-1-2, jugando él detrás de Higuain y Tevez. Agüero, quien se convertiría en una complicación extra, tenía en ese momento solo 21 años.

En retrospectiva, los resultados de Argentina de la Copa Mundial 2010 no parecen tan malos, pero existió una sensación abrumadora de caos desde el comienzo. En cuartos de final se cruzó Alemania, tal vez el peor oponente posible para la debilitada defensa de Argentina. Las esperanzas de Argentina duraron tres minutos: una vez que Thomas Müller le echó un vistazo al tiro libre de Bastian Schweinsteiger, no hubo camino de retorno, y todos los saltos atacantes de Argentina solo la hicieron parecer más vulnerable a los contraataques contra los cuales los alemanes eran tan expertos. Argentina perdió 4-0. Como jugador, Maradona había sido un arquitecto, mucho más que Messi.

Messi se desplomó entre dos bancos, apoyándose contra la pared. “Los jugadores –hizo notar Clarín– descubrieron que Papá Noel no existe: Maradona no es quien pensaban que era.” Caer en la cuenta de ello no les ocasionó un shock solamente a los jugadores. Pero la reacción fue dividida. Estaban los que aún se negaban a condenar a Maradona, y si no se podía culpar al viejo mesías, entonces la culpa era desviada, inevitablemente, hacia el nuevo. “No es culpa de Messi –hizo notar el novelista Eduardo Sacheri– que los argentinos no sean capaces de poner fin al duelo por Diego.”