CULTURA
Radiografia de la industria editorial despues de la FIL

Llovido sobre mojado

El cierre de esta edición de la Feria del Libro vino con la noticia del alza del dólar, que vuelve a complicar a la industria editorial. Como los insumos de la impresión de libros están dolarizados, se espera un alza en los costos y en el precio del libro, lo que afectará nuevamente el consumo, que viene cayendo dos años seguidos. Hablan los damnificados.

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El cierre de esta edición de la Feria del Libro vino con la noticia del alza del dólar, que vuelve a complicar a la industria editorial. Como los insumos de la impresión de libros están dolarizados, se espera un alza en los costos y en el precio del libro, lo que afectará nuevamente el consumo, que viene cayendo dos años seguidos. | cedoc

En la conferencia de prensa en la que se entregaron los resultados de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, su director, Oche Califa, señaló que esta es “un fenómeno cultural esperado en Argentina y en toda la región y al que se le demandan determinados éxitos, que en general cumplimos”. Agregó que en general la feria desde hace unos años tiene un público de un millón doscientas mil personas en sus diecinueve días. Sin embargo, las cifras no fueron mucho más allá, tampoco ahondó en la crisis de la industria editorial, que para algunos, como el presidente de la Cámara Argentina de Publicaciones, tocó un piso, y para otros, aún continúa y se agravará con el alza del dólar registrada en los últimos días. Si algo de satisfacción podían tener los expositores este año, esa satisfacción se fue diluyendo con el alza de la divisa.

Martín Gremmelspacher, presidente de la Fundación El Libro, organizadora de la FIL, en conversación con PERFIL no eludió referirse a la nueva crisis que estaría enfrentando la industria, una especie de lluvia sobre mojado. Aclaró que “el mercado sigue estando muy inestable, con caídas, estancamiento y sin ningún crecimiento, pero la feria tuvo la particularidad de estar un poco mejor, aunque es un evento cultural que no podemos replicar en el mercado”. En relación con el dólar afirmó que afectará los costos, porque “nuestro sector está dolarizado: uno compra el papel a US$ 1,33 y el cartón a US$ 1,66. Hoy, por la crisis, muchas editoriales pequeñas están haciendo impresión bajo demanda, y todos los insumos de esta impresión están dolarizados”.

Para las editoriales que estuvieron en la FIL el panorama no varía tanto, hay mucha incertidumbre y pocas expectativas por lo que se viene, aunque algunos prefieren ser más cautos. Por ejemplo, para Leonora Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, las ventas fueron mejores que las del año pasado, sin embargo no cree que “haya relación directa y simple entre ese resultado y las ventas en librerías. Si bien nuestras ventas no están cayendo mucho, estamos atravesando un año muy difícil donde no parece que vaya a parar la caída en ventas que se viene registrando en el sector desde hace dos años”. La principal causa de esta caída es la baja en el consumo.

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Una breve encuesta entre los expositores demuestra que a varios les fue bien este año. En cuanto a su desempeño, la editorial infantil Kapelusz no tiene de qué quejarse. Su directora, Laura Leibiker, cuenta que hace tres años que no tenían stand propio y que les fue muy bien: “Además tuvimos la suerte de tener la novela de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina más importante del año, así que la verdad la vuelta a la feria para nosotros fue un éxito”. ¿Qué va a pasar de ahora en más con la industria?, es una difícil interrogante para ella, porque la situación económico-financiera de la Argentina “nunca te permite hacer planes a muy largo plazo”. En cuanto al alza del dólar, cree que cuando tenga que salir a reimprimir los libros que acaba de vender, “me van a costar más caros, por lo que claramente va a haber un aumento de precios de los libros”.

Julio Patricio Rovelli –editor de Cuenco de Plata– no puede separar el horizonte económico del país de la industria del libro: “La caída del consumo ha sido una constante en los últimos tres años, y ahora entramos en un proceso inflacionario que se combina con depresión económica. En particular el precio del papel y la mayoría de los insumos están dolarizados, aunque su fabricación es local”. Una vez consumada el alza de la divisa estadounidense se encontraron con que los proveedores no tenían precios: “En estos años, con el cierre de muchas imprentas y la baja del salario, se pretendió bajar el costo de impresión. Con el papel aumentando todo el tiempo, hoy la inversión para fabricar un libro es insostenible, ya que el recupero es a largo plazo”. Para muestra un botón: en 2017 el precio del papel subió un 35% y hasta mayo de este año había experimentado un alza de un 17%, sin contar con la devaluación del peso. En relación con cómo enfrentar la devaluación, Rovelli señala que es difícil decir cómo van a seguir: “Muchos colegas dejaron de imprimir novedades, solo reimprimen del catálogo, y otras editoriales están cerrando, seguro publicaremos menos y reduciremos aún más la tirada”.

Damián Ríos, uno de los editores de Blatt & Ríos, comparte la visión de Rovelli, aunque de entrada reconoce que las ventas de esta edición de la feria crecieron un poquito en relación con el año pasado, sobre todo durante la primera semana, cuando la venta a instituciones y a libreros fue muy buena, a diferencia de la venta minorista, que se mantuvo discreta a lo largo de toda la FIL. Para este editor conspiraron dos cosas: el clima, los días de lluvia, pero también las noticias de la devaluación: “El mismo día que ocurrió empezamos trabajando muy bien, pero a las cinco de la tarde desapareció la gente de la feria y al otro día fue muy malo. Luego la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) no compró tanto como el año pasado”. En cuanto a los efectos de la devaluación, Ríos cree que en el consumo ya está pegando, “y en los precios uno va a tratar de subir lo menos posible, pero el papel está dolarizado, se complica un poco la financiación que dan las imprentas, y se ve que será un año muy difícil. La feria está bien, pero las librerías la están pasando muy mal, y de eso nos damos cuenta”. Para él hay medidas que se podrían tomar para contrarrestar los efectos de lo que se viene, como el IVA al papel, “pero el tipo de medidas que uno le puede reclamar al gobierno no están en el horizonte de este gobierno”.

Sin embargo hay otras voces que optan por poner serenidad a la hora de analizar lo que está ocurriendo. Trini Vergara, editora de V&R y del Libro Blanco de la Industria Editorial 2017, explica que con el actual escenario no es tan difícil concluir que lo primero que habrá que hacer como sector será “bajar nuestra deuda con el exterior, porque se puso más caro traer. Eso hay que detenerlo, si bien los compromisos hay que pagarlos, los que siguen hay que pararlos; hay trabajos muy grandes que tienen un seguro de cambio, es decir que cuando yo te pague te voy a pagar a un dólar determinado, al de hoy”. Entonces en el segundo semestre, de continuar el dólar a un precio que tenga un piso de $ 24, debería registrarse una baja de las importaciones, que por lo demás venían en franca alza perjudicando a la industria local, “y automáticamente habrá una oportunidad para subir las exportaciones. Frenar las importaciones es relativamente rápido, pero exportar, porque las condiciones son más favorables, es más lento: hay que tener los canales bien aceitados, y eso se piensa a mediano o largo plazo. Además hace años que la Argentina no exporta libros de manera significativa, entonces ahora sube el tipo de cambio y hay una oportunidad que no podemos tomar instantáneamente”. Vergara no tiene miedo, piensa que el miedo es un mal consejero; de hecho, como editora, atravesó la gran crisis de 2001, que sí fue tabla rasa, pero aun con esa crisis creyó que los proyectos editoriales se podían reconvertir. Por eso señala que para manejar un proyecto editorial debe “haber una serenidad básica que está agarrada de algo que es difícil de explicar, pero que no es optimismo”. Y aconseja que un proyecto editorial debe tener una pata fuera de la Argentina, “porque si no eres muy frágil”.

 

Las editoriales emergentes

El término editorial emergente fue acuñado en el Libro Blanco de la Industria Editorial el año pasado para denominar a los sellos que publican una cantidad de veinte títulos en un número determinado de años, con una tirada menor a la de las pequeñas y medianas. Según la medición del año pasado, había 146 editoriales emergentes que publicaban el 4% del total de los libros registrados por la industria. Es interesante observar este sector, porque aquí se publican muchos autores jóvenes y primeros libros.

En un adelanto del Libro Blanco de este año al que tuvo acceso PERFIL, esa cantidad subió a 151 editoriales; sin embargo, se observa una caída en la cantidad de ejemplares impresos de un 14,3%, asimismo la tirada media disminuyó de 687 a 626 ejemplares, lo que representa un 8,9% menos. Si bien Fernando Zambra, de la consultora Promage, que procesa junto a la CAP los datos del informe, dijo que el año pasado había sido peor para las editoriales grandes y que las medianas y pequeñas habían sabido surfear mejor el 2017, estos datos demuestran que las más pequeñas, es decir las emergentes, sintieron fuerte la crisis del sector.

Vanina Colagiovanni es una de las editoras del sello emergente Gog & Magog, que lleva años publicando principalmente poesía, por lo que sus tiradas no son grandes y sus títulos son pocos por año pero muy interesantes. Esta editorial estuvo invitada a la FIL junto a otros sellos, argentinos y extranjeros, en el sector denominado Nuevo Barrio; allí no tuvieron que pagar alquiler, que en general en otros sectores iba de sesenta mil pesos hacia arriba. Colagiovanni señala que, producto de la crisis, están publicando menos títulos, “claramente por un tema de costos, por eso en 2017 hicimos cuatro títulos, dos de ellos eran obras reunidas, pero antes hacíamos entre seis y ocho libros. En cuanto a las tiradas, no nos conviene hacerlas muy chicas, por lo que más o menos las mantuvimos”. Gog &Magog hace entre seiscientos y setecientos de promedio como tirada. En relación con el alza del dólar, esta editora cuenta que había pedido presupuesto a la imprenta justo en la semana de la devaluación “y hoy me escribió el imprentero diciéndome que esos precios me los podía mantener hasta pasado mañana, así que creo que mandaremos a imprimir algunas cosas, porque luego sube un montón”.