CULTURA
DATOS DE LA industria

El libro argentino, en crisis

Presa de la inflación, la baja del consumo, pero sobre todo del aumento de libros importados, la industria nacional del libro se encamina a la debacle. En los primeros dos meses de este año, la importación de libros representa el 77% de todo lo importado en 2015.

0623_oferta_libros_argentina_ai_g.jpg
Presa de la inflación, la baja del consumo, pero sobre todo del aumento de libros importados, la industria nacional del libro se encamina a la debacle. En los primeros dos meses de este año, la importación de libros representa el 77% de todo lo importado en 2015. | A.I.

La reciente publicación del informe anual 2018 de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP) muestra indicadores preocupantes sobre la “cadena del libro” que, ante una constante retracción del consumo, perderá la característica de industria. Dicha cadena se compone de: autores, editores, papeleras, imprentas, encuadernadores, transportistas, vendedores, logística de distribución, carga administrativa de la misma, librerías y su carga administrativa, recuento de ejemplares, liquidación de ventas y devolución de libros. Este largo derrotero se concreta tomando en cuenta que la mayoría de los libros se venden bajo el sistema de “consignación”, esto es, se entrega a librerías una cantidad, estos se exhiben y, pasado un tiempo, los devuelven pagando aquellas unidades vendidas. Los más de 12 mil títulos editados al año por las editoriales comerciales circulan de esta manera, ahora bien: ¿qué comenzó a fallar? Ya hace dos años, la Cámara Argentina del Libro (CAL) advertía que los plazos de ese circuito se estaban extendiendo en demasía, hasta los seis meses en muchos casos. En términos reales, al editor le llega el dinero del libro vendido con esa demora. En el otro extremo está el librero, que sufre el aumento de alquileres, impuestos, descuentos por pagos con tarjeta de crédito, gas, luz, teléfono, abono de internet, impuestos municipales y un nulo acceso al crédito (el libro no es un bien de capital para los bancos). Todo esto depende del precio de tapa del libro que, por ley, es fijo en todo el territorio y está exento de IVA. Es decir, tanto los costos de imprenta como de distribución y venta pagan impuestos que el precio del libro no contempla. Esta asimetría se acrecienta cuando las ventas caen y el flujo de dinero disminuye, al punto que los costos de cada uno de estos actores son inviables.

Pero el informe referido da cuenta de otros factores que complican aún más al sector. Tanto el aumento de costos como el incremento inflacionario se trasladan al precio de tapa del libro, que se vuelve suntuario para el consumidor. Esto se refleja en la caída de ventas en el mercado interno: en 2015 se vendieron 52,7 millones de ejemplares; en 2016, 39,3 millones, y en 2017, 41,5 millones. Vale decir que en dos años la venta cayó en 24,6 millones de ejemplares. Con la apertura de las importaciones, las editoriales comenzaron a imprimir en países como China, Chile y España, entre otros. Esto impacta de manera directa en la industria gráfica local.

Sector crítico. En diálogo con PERFIL, Juan Carlos Sacco, presidente de la Federación de la Industria Gráfica Argentina (Faiga), expresó: “La importación de libros impresos en el exterior produjo, entre 2016 y el primer bimestre de este año, la pérdida de 5.100 empleos directos en la industria gráfica. Durante este año se prevé el ingreso de mayor cantidad de libros impresos en el exterior que en 2017, y esto, mal que le pese al Gobierno, es financiar impositivamente a las industrias extranjeras, pues la exención impositiva deja afuera de la recaudación aquellos impuestos que sí pagan las imprentas argentinas. Y así, el Estado argentino se pierde de recaudar mucho dinero. Esto se podría solucionar eximiendo del IVA a las imprentas argentinas de libros, logrando costos similares a imprimir en el exterior”.

Según Faiga, la importación de libros aumentó escalarmente en los primeros dos meses de este año: 31,9 millones de dólares, que representan el 77% de todo lo importado en 2015 y el doble de lo importado en los primeros dos meses de 2017. Otro factor es la caída del consumo de papel en el país (ver gráfico). Si pensamos en la “cadena del libro”, la importación de libros impresos en países asiáticos está bajo sospecha de utilizar mano de obra esclava (en este y rubros como manufacturas pesqueras, textiles y electrónicas), eso surge de los informes generados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la que denomina a estas formas de explotación en ultramar (aguas internacionales), y en territorios sin presencia del Estado, como la nueva “esclavitud moderna”. ¿Cómo competir contra eso? ¿La sociedad argentina debe retroceder a la Asamblea del año 1813 y desconocer la libertad de vientres? Y más aún, ¿por qué esa baja de costos por imprimir en el exterior no reduce el precio de tapa de dichas ediciones? ¿Se trata de capitalismo salvaje solamente? La concentración editorial es uno de los determinantes: la formación de precios también es una estrategia para reducir la competencia.