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CóRDOBA
LENGUA E INCLUSIÓN

Sociedad y lenguaje en tiempos de diversidad

La incorporación de nuevos términos suele poner de relieve la necesidad de cambios hacia el interior de las culturas. Importancia de la injerencia de las modalidades inclusivas en la dinámica social.

Lenguaje inclusivo
DEBATES. El uso de arrobas, asteriscos y la reciente incorporación de la ‘e’ en reemplazo de la ‘a’ y la ‘o’, en la mirada de especialistas. | Leo Luna

Históricamente, las academias han funcionado como centros de poder conducidos por varones. Por caso, la Real Academia Española tuvo a lo largo de sus 300 años a 30 directores, puesto que nunca fue ocupado por una mujer. 
En noviembre pasado, el gobierno francés prohibió el uso del lenguaje inclusivo en textos oficiales, fundamentándose en que debían adecuarse a las reglas gramaticales y priorizar la inteligibilidad y claridad. En respuesta, las feministas francesas señalan que el genérico masculino no es neutro sino que se ocupa de invisibilizar a las mujeres.
Estas alteraciones -el uso de arrobas, asteriscos y la reciente incorporación de la ‘e’ en reemplazo de la ‘a’ y la ‘o’- vienen cosechando defensores y detractores.

Ivana Alochis, licenciada en lenguas y literatura castellanas y doctora en género, señala que “el uso del lenguaje inclusivo es significativo en la práctica porque lo que no nombramos no existe. Si no se dice la palabra ‘mujer’ cuando decimos que ‘el hombre ha logrado importantes cambios sociales’, se supone que es el hombre solo”.

Para la doctora en Letras Beatriz Bixio, si bien el tema es muy complejo, apareció como un instrumento muy importante de visibilización y lucha: “Si lo entendemos desde una perspectiva de políticas lingüísticas veremos que tiene por objetivo inscribir en la lengua un cambio de visión de las relaciones sociales”. 

Sí a la ‘e’. Para Romina Grana, docente de la Escuela de Letras de la UNC, reunir bajo la ‘a’ o la ‘o’ estas marcas que son masculinas o femeninas y no tener alternativa a otras, hace suponer que el lenguaje nos pone en una encrucijada donde solo hay dos opciones. “Tenemos la experiencia de la ‘x’, que no prosperó demasiado por la oralidad, porque si bien pudo dejar huella en la escritura, en la realidad de los sujetos hablantes es impronunciable. Sin embargo la incorporación de la ‘e’, una vocal que forma parte de nuestro acervo fonético, no como la ‘x’ que es una consonante doble, tal vez prospere. Además, esta marca de la ‘e’ pone en evidencia un conflicto que está en la arena de lo social; y la lengua lo reproduce, lo construye”, reflexiona. 

Cambio lingüístico y cambio social. “El lenguaje no queda aislado de lo que pasa en el mundo sino que actúa como constructor de identidades”, sostiene Grana. En tal sentido, señala que no está al margen de lo que pasa en el orden social sino todo lo contrario: “Lenguaje y hombre van de la mano, todo lo que ocurre en lo social va a tener un eco en el lenguaje y viceversa”.

Bixio remarca que no se puede tomar lo inclusivo como un elemento aislado para definir su relevancia: “El pensamiento o la conducta no se van a modificar por decir ‘lesniñes’, pero sí va a advertir en cada enunciado que aquí el genérico no es necesariamente masculino, que puede ser neutro o femenino. Visibiliza el problema de los géneros. Como dice Judith Butler es la iteración, su presencia continua, la que termina cambiando las representaciones. Las lenguas cambian, pero eso solo es inexistente, va acompañado de un conjunto complejo de cuestiones relativas al discurso, desde la revisión de cómo estamos acostumbrados a tratarnos, hasta términos que ya no pueden decirse sin ser mal vistos”. 

La Academia. Tal vez la mayor resistencia a estas nuevas formas sea la Academia, que no se adecua -al menos en tiempo y forma- a la necesidad de sus hablantes. “Va mucho más atrás de los cambios sociales; no hay un afán de cambio porque los centros de poder siguen siendo patriarcales, heteronormativos y misóginos”, señala Alochis.

Para Bixio la Academia tiene razón en su argumento: “El genérico masculino no es masculino de género sexual sino que es un masculino de género gramatical. Son cuestiones extralingüísticas, políticas, para lograr otro objetivo y en el caso de la Academia el objetivo está muy claro: lograr la unidad de la hispanofonía. No olvidemos que nuestra lengua es la del colonizador”.

Por su parte, Grana sostiene que la Academia toma en cuenta los cambios y se está aggiornando, aunque su ritmo y el de los hablantes no es el mismo: “En Latinoamérica, por ejemplo, se han hecho diccionarios de voces nuevas. Sin embargo me parece que estos surgimientos de los hablantes no se asumen en la misma sincronía en que el hablante los demanda. Al hablante le urge prosperar con un cambio y la lengua es un poco más lenta”.


Asteriscos: más que incluir, interrogar

Beto Canseco, activista de la disidencia sexual y doctor en estudios de género, publicó su libro Eroticidades precarias, donde remplaza términos masculinos y femeninos con asteriscos. “Tiene que ver con seguir una idea de los feminismos trans, que aparece en el libro Construyéndonos, cuadernos de lecturas de feminismo trans, donde se señala la importancia de dejar en 
claro en la escritura algún modo en que poética y políticamente apareciera el no saber cuál es la reivindicación del otro o de la otra”. 

La intención de Canseco no tiene tanto que ver con el incluir a todos bajo un mismo signo tipográfico sino plantear el interrogante acerca de cómo se autopercibe esa persona. “Quería que un signo sin sonido como el asterisco, que interrumpe la lectura y que se destaca sobre el renglón, pudiera hacernos ruido de tal modo que pudiéramos decir: yo no puedo presumir de antemano cómo se autopercibe el otro, se llame como se llame o se vea como se vea; porque lo que violenta a las personas es presumir que uno sabe la reivindicación genérica del otro”.-