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RUMBO PRO

Volver a la política

En múltiples frentes, el Gobierno mantiene el “reformismo”, pero elige de qué temas hablar.

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DAR BATALLA Mauricio Macri | DIBUJO: PABLO TEMES

Todo gobierno nacional divide sus días entre múltiples frentes conflictivos. Cada ministerio, por definición, administra una agenda compleja. Y hay muchos ministerios. Pero a los fines de esta columna, podemos simplificar un poco y clasificar a la gestión de hoy a partir de dos grandes esfuerzos. Uno es activar la economía y promover la inversión a partir de políticas de competitividad; el otro es garantizar la sustentabilidad política y el apoyo de la opinión pública al Gobierno. Tras un fin de año turbulento por la reforma a la Ley previsional, que tuvo consecuencias, podemos decir que estos dos esfuerzos se mueven ahora en planos separados. El esfuerzo político ha sido ubicado en el primero de los planos. Es el rostro y las cartas que el Gobierno decidió mostrar. El más preocupante y acuciante, el económico, pasó a la dimensión del bajo perfil.

Discreción. Tras el triunfo electoral, la “agenda de las reformas”  prometía dominar el primer semestre de 2018. Era la consecuencia del impulso de los votos y la ventana de oportunidad del gabinete económico; el “reformismo permanente” se había convertido en el marco ordenador del oficialismo. En los últimos meses, ese eje ya no se ve. ¿Acaso el Ejecutivo decidió abandonarlo, tras la milagrosa aprobación de la nueva fórmula de movilidad jubilatoria? Creemos que no. Pero pasó a trabajar con discreción. El 30 de octubre, Macri dio un discurso sobre austeridad ante gobernadores y ministros. Fue el primero de ese tenor, y por ahora el último. Se viene un año económico complicado, con el agravante de la incertidumbre sobre lo que pueda llegar a hacer la Reserva Federal estadounidense con la tasa de interés: hay que repolitizar.

Pero eso no significa que el gobierno de Macri haya renunciado al giro económico. Nicolás Dujovne y Sebastián Galliani siguen militando la reforma tributaria y la supervisión de las metas de gasto provinciales. Jorge Triaca evalúa cómo avanzar en modificaciones laborales sin formato de superley. La Cancillería y su diplomacia económica buscan denodadamente acuerdos comerciales, mecanismos de promoción… lo que sea. El ajuste del sector público se concentrará en los salarios. En suma, el “reformismo permanente” y el objetivo general de ir hacia una sociedad con más lógica de mercado y menos Estado no abdicaron. Sin embargo, en su relación con el público, Cambiemos decidió volver sobre sus orígenes: la política. La seguridad dio réditos desde el primer día, y se habla de seguridad. También se habla de transporte y de obra pública, dos emblemas del PRO desde la gestión porteña. Habrá un segundo round en materia de reforma política. Y reapareció la confrontación con la oposición peronista y el sindicalismo, doblemente representados ahora por Hugo Moyano y la marcha del 21 de febrero. Combate al narcotráfico, transporte, infraestructura y “nueva política” son las columnas de la oferta discursiva y programática del Gobierno.

Conciencias. Ahora debemos sumar otro tema: el Presidente decidió llevar al recinto de la Cámara de Diputados la cuestión del aborto. Un tema que no está del todo ausente de nuestra legislación, pero que siempre requiere definiciones. No sabemos exactamente hasta dónde se pretende llegar. Mauricio Macri no instaló por sí solo este tema, que pertenece a un debate influyente desde los 60 en las democracias liberales. Se trata además de proyectos de destino político incierto, ya que pertenece al ámbito de lo que los partidos suelen llamar “voto de conciencia”: los jefes de bloque dan libertad a sus legisladores para que voten de acuerdo a sus creencias. Por lo tanto, es difícil anticipar cómo puede salir esa votación.

Hasta ahora, en la Argentina este tema no tenía un claro dueño. Sí un histórico adversario principal, que es la Iglesia Católica. Pero en los últimos tiempos encontró una nueva referencia social en el Movimiento NiUnaMenos. Que nació como una marcha contra la violencia machista, pero es un movimiento feminista con una voz potente e internacional. En Cambiemos hay opiniones de todo tipo sobre el tema; los principales dirigentes macristas no se han expresado demasiado al respecto. En cambio, el peronismo tiene dirigentes connotados con posiciones claramente contrarias, incluyendo a Cristina Kirchner, José Luis Gioja (presidente del partido) y todos los católicos identificados con el papa Francisco. Al poner el tema sobre la mesa, Macri puso a todos estos sectores a debatir sobre el tema del momento en las pantallas de los medios sociales y la televisión. Con un agregado: dado que no habrá alineamientos partidarios, cada diputado y senador nacional deberá sentar posición.

Dilema peronista. Seguramente, el peronismo se verá tentado de decir que “el Gobierno quiere hablar del aborto para que no hablemos de la economía”. Pero quien dice eso, pierde. Queda en off-side frente al movimiento feminista. Cuando el kirchnerismo en el gobierno llevó al Congreso la ley de Matrimonio Igualitario, que provocó una furibunda reacción del entonces cardenal Bergoglio, los entonces opositores hoy gobernantes intentaron decir que se trataba de una ley oportunista, y perdieron una batalla. El rédito político (o el costo) y el contenido de una ley van de la mano, pero son cosas diferentes. Las reformas culturales –algunos prefieren hablar de “liberalismo cultural”– siempre tienen rostro. Macri primereó, en el presidencialismo el Ejecutivo suele jugar con las blancas. Si el peronismo bloquea el aborto en el Congreso se pondrá de punta al movimiento feminista y perderá el aura progresista que supo adquirir en la etapa kirchnerista. Y si apoya, de todos modos Macri habrá sido el factótum que hizo posible una nueva ley.

(*) Politólogo. Profesor de la Universidad de Buenos Aires.