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¿Vio qué fácil?

Hay días terribles, y no hablo de catástrofes puntuales, estacionales y fatales, sino de esos días en los que una sabe que se le viene encima el último segundo para entregar el trabajo y como tuvo mucho tiempo, lo dilapidó y en dos horas tiene que hacer la tarea de tres meses.

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Hay días terribles, y no hablo de catástrofes puntuales, estacionales y fatales, sino de esos días en los que una sabe que se le viene encima el último segundo para entregar el trabajo y como tuvo mucho tiempo, lo dilapidó y en dos horas tiene que hacer la tarea de tres meses. Y menos trágico, un martes, todos los martes, para la columna del sábado. Momento en el cual una se dice ¿y ahora sobre qué escribo? Ah, ya sé, comentarios sobre economía. Muy bonito pero yo de economía no sé nada y seguro que hago un papelón del que ni el Kiko, digo el Koki, me salva. Y eso que el Koki es experto en papelones porque todas las mañanas se manda uno ribeteado de palabras y frases que nadie entiende. Claro, al principio parece que el Koki es tan sabio que excede los límites de comprensión del público. Hasta que descubre que no, que lo que sucede es que el Koki se pasó la noche (por eso tiene esa cara trasnochada el pobre) tratando de componer algo que nadie, ni el más entrenado de los descifradores de jeroglíficos o de códigos secretos en guerra, nadie pueda comprender. Generalmente lo logra. Y sin mucho esfuerzo. De manera que no, del Koki no. Pero en el mismo rubro podría hablar del Kichi. Ahí me gustó. Y, sí, porque el Kichi es adorable, no me diga que no, querida señora. Yo lo adoré desde el instante en el que lo vi por vez primera. Tan lindo, el muchachito; tanto, pero tan lindo que no parece de este mundo. Fíjese en esos rasgos delicados, en esos ojos que miran el mundo con asombro, en esa boca de la que siempre salen frases optimistas y llenas de color, música y esperanzas. ¿Cómo no quererlo? ¡Y tan transgresor, ah, pícaro! Eso de andar sin corbata, estimado señor, es algo que usted debería aprender. Porque vea: si alguna vez usted salió sin corbata por olvido o distracción, bueno, eso no es nada. Pero si usted hace de la falta de corbata un credo y un evangelio, la cosa cambia y usted es el héroe del momento. Así que vaya pensándolo. No le digo que salga sin saco, camiseta o zoquetes, pero piense en el Kichi y adopte algo extraño en su vestimenta y va a ver cómo los medios (¡aaah, los medios!) empiezan a hablar admirativamente de usted. Y, junto con el rasgo extraño en su vestimenta, adopte un tema y hable sin descanso de eso. En todas partes a toda hora. En el club, la oficina, el café, la calle, la universidad, la audiencia con el papa Francisco. Siempre. Y ahí se va a dar cuenta de dónde radica el éxito del Kichi.

Y ya pasó el martes. ¿vio qué fácil?