Pirro fue un general nacido en el año 317 AC. Como rey de la
región griega de Epiro decide atacar a la potencia de la época, la República
Romana. Su característica principal era atacar con tal bravura que las batallas
que encaraba eran famosas por las enormes pérdidas de soldados propios. De allí
surge el nombre de “victoria pírrica”.
Teniendo en mente esta conocida historia de la antigüedad,
surge la pregunta sobre si valió la pena para el gobierno de Cambiemos apostar
gran parte de su capital político a una reforma parcial de la ley previsional.
Esta reforma arrancó en noviembre con un acuerdo con los gobernadores de una
baja progresiva de los ingresos brutos, tras la cual el Tesoro les restituiría
los montos perdidos por “ahorros” que se obtendrían del sistema previsional. A
partir de allí muchos voceros del oficialismo comenzaron a anunciar que a
partir de cambios en el cálculo previsional, el Estado se “ahorraría” 100.000
millones de pesos. La cifra aun siendo imprecisa impresionaba. Sería la
presentación en sociedad de la era del “reformismo permanente” anunciada por Mauricio
Macri el 30 de octubre en el CCK.
Como todo el mundo pudo observar casi en tiempo real, la
cuestión no iba a ser fácil. Si bien con modificaciones pasó a toda velocidad por
la Cámara Alta, era obvio que en Diputados la aprobación se trabaría. Cambiemos
ya no tiene el acuerdo con el massismo y parte del peronismo que le permitió en
2016 votar leyes importantes como el arreglo con los fondos buitres y el
blanqueo y reparación histórica, y ahorra debía contar con el apoyo de los
gobernadores peronistas. Por otra parte, contra las afirmaciones de los
expertos de marketing político, este proyecto de ley sí podría convocar a una
enorme movilización ante la sesión del jueves 14 de diciembre, manifestación
que sería duramente reprimida por Gendarmería.
Ese día la sesión tendría problemas de quórum, y terminaría
insólitamente levantada por Elisa Carrió, quién se manifestó molesta por la
actuación de las fuerzas de seguridad, pero también por el propio proyecto ante
la evidencia de la pérdida futura en los ingresos de los jubilados. Allí
aparece también el problema del empalme de los trimestres y el bono como
compensación decidido de apuro el fin de semana. La argumentación que el
gobierno plantea es que la nueva forma permitiría que las jubilaciones,
pensiones y planes sociales sigan a la inflación sin pérdida de poder
adquisitivo.
¿Ahorro para las arcas del Estado o defensa del poder
adquisitivo? La disonancia cognitiva
hizo que la sociedad dudara, pero el gobierno redobló la apuesta, con un doble
movimiento: presión a los gobernadores para que aseguren la presencia de los
diputados, -muchos de ellos no querían estar presentes para votar el proyecto-,
y la amenaza de un Decreto de Necesidad y Urgencia.
Así se llega a la votación entre la noche del 18 y la madrugada
del 19 de diciembre, después largas horas de debates. Durante todo el martes la
zona del Congreso se había convertido en otra zona de guerra, pero ahora, a
diferencia del jueves anterior se presentaban grupos de personas bien listas
para atacar con piedras, bulones, o morteros improvisados (¿?). No pocos hablan
de infiltrados, pero probablemente hubo de todo un poco, gente con poco afecto
a los modos democráticos. Sin embargo, sobre llovido mojado, luego de mucho
tiempo un nuevo cacerolazo sacudiría la ciudad de Buenos Aires, la misma donde
Elisa Carrió sacaba el 51% hace tres meses.
El resultado de la votación en la Cámara Baja fue ajustado
127 a favor, 117 en contra, 2 abstenciones y 10 ausentes. El proyecto lograba
lo impensado, que votaran juntos -en contra- Axel Kicillof, Graciela Caamaño,
Martín Lousteau y Diego Bossio, junto con otros 113 diputados. En la sociedad,
la grieta gana en kilómetros de profundidad.
Finalmente, Mauricio Macri, en la conferencia de prensa
posterior ratifica el rumbo, reafirmó que su mayor misión es reducir la
pobreza, y que este es su paso en esa dirección. Tiempo de control de daños
para verificar si valió la pena.