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Un arma cargada de futuro

Revel advirtió que el comunismo no se había extinguido con la caída del Muro y la tentación totalitaria seguía vigente.

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Dicen que el mayor éxito del diablo es convencer a la gente de que no existe. Federico Jiménez Losantos dice que con el comunismo pasa algo semejante y que, “pese a ser el mayor monstruo político de todos los tiempos con más de cien millones de víctimas”, los historiadores le han extendido “un acta de defunción con el consiguiente indulto moral”. Jean-François Revel advirtió en 2000 que el comunismo no se había extinguido con la caída del Muro y la tentación totalitaria seguía vigente. Pero la cita de Losantos es de un libro flamante (1.032 páginas), Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos, que sirve para recordarnos que “el comunismo no es sino la culminación monstruosa, gigantesca, de todas las tendencias liberticidas de la historia” y que el terror, lejos de ser un desvío estalinista, “está en la base intelectual y el designio político del comunismo” desde Marx y Bakunin pero, sobre todo, desde Lenin.

En la Argentina, donde el progresismo domina las discusiones intelectuales, periodísticas y académicas, no estamos preparados para Jiménez Losantos. Tampoco en España, donde su programa de radio La mañana de Federico es muy escuchado entre quienes buscan refugio contra podemistas y separatistas catalanes. Nacido en 1951 en Teruel, Jiménez Losantos encarna al intelectual self made, que empezó en la izquierda (en el PC, para más datos) y estudió psicoanálisis con Oscar Massotta en la época en la que España intentaba “con gente extraordinaria e ilusa” encontrar el camino de la integridad, la reconciliación y la democracia, algo que se logró en buena medida y hoy aparece amenazado.

Federico tiene un estilo oral y escrito reconocible: es irónico, ocurrente y tenaz. Memoria del comunismo es un mosaico de sus obsesiones, entre las que se encuentran la inmensa perversidad de Lenin, su inquebrantable voluntad de robar y asesinar que trajo la policía secreta, cinco millones de víctimas, la destrucción económica y una colosal hambruna que fueron el molde para todos los regímenes marxistas posteriores. Otro de los temas que desarrolla es el de la Guerra Civil Española y la falsificación historiográfica que la convirtió en una batalla entre fascistas malos y republicanos buenos, borrando del mapa a la mitad de España que en el 36 votó contra la izquierda. Losantos demuestra que el POUM, los anarquistas y los socialistas bolchevizados al estilo Zapatero practicaron también el exterminio y tenían en mente un régimen semejante al soviético. A la distancia, es difícil rebatir esta frase: “El prestigio sagrado que en las izquierdas de todo el mundo adquirió la guerra de España se debe a que fue el último lugar en que fueron felices porque se fingían inocentes”.

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En el final del libro, Jiménez Losantos enlaza la escuela económica liberal austríaca de Mises y Hayek con Juan de Mariana y otros pensadores católicos del siglo XVI contrarios al pobrismo, demostrando que su erudición asistemática y su inquietud intelectual son un posible remedio contra la “maldita necesidad universitaria actual de investigar para hacer carrera y no para ilustrar lectores y compartir descubrimientos”. Este libro extraordinario nos entusiasma además para otra aventura: los tres tomos (dos mil páginas) de Los enemigos del comercio, de Antonio Escohotado.