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Tiempo y narración

A mí, en cambio, sí que me interesó la polémica suscitada entre Alejandro Fantino y Rodolfo De Paoli. Porque el relato deportivo, en general, y el del fútbol, en particular, son casi el último refugio que le queda hoy por hoy a la narrativa épica.

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A mí, en cambio, sí que me interesó la polémica suscitada entre Alejandro Fantino y Rodolfo De Paoli. Porque el relato deportivo, en general, y el del fútbol, en particular, son casi el último refugio que le queda hoy por hoy a la narrativa épica (al menos a las que se proponen la más plena actualidad; luego quedan las prospectivas, que son las utópicas, y las retrospectivas, que son las de ciertos enfoques históricos).

Nada podemos agregar sobre la cuestión de tiempo y narración a lo que ha dejado escrito nada menos que Paul Ricoeur (quien se expidió, por lo demás, en tres tomos). O sí: podemos agregar que José María Muñoz, para el caso, narraba pausadamente, con lo que daba la impresión de estar contando los hechos una vez que habían pasado; y que Víctor Hugo Morales lo relevó cambiando por completo el ritmo narrativo, suscitando así el efecto de contar en pleno presente, en el tiempo de la vivencia y no en el de la evocación.

A mi entender fue Mariano Closs quien introdujo más fuertemente en el relato una fuerte dimensión de futuro: contar no ya lo que había pasado, o lo que estaba pasando, sino lo que podía llegar a pasar, lo que iba a pasar a continuación. Esa anticipación le otorgó a su relato el sello de las tomas de decisión: narrar desde el punto de vista del que tiene que resolver las jugadas, o bien hacerlo en segunda persona, diciéndole al que juega, aunque no escuche, qué es lo que le conviene hacer.

De Paoli retoma marcadamente este estilo (incluso olvidándose, en el afán de anticipar lo que pasará, de decirnos lo que está pasando). De Paoli anticipa y se anticipa. Pero con una característica fundamental: no acierta nunca. Si dice: “¡Engancha y le pega!”, viene un pase al costado; si dice: “¡Cambia de frente!”, se viene un tiro al arco. Este rasgo narrativo resulta fundamental para los tiempos que corren. Porque está expresando, en su forma misma, tanto la profunda necesidad de prever qué es lo que ocurrirá, como la radical imposibilidad de saberlo. Su relato de partidos nos expone permanentemente a eso: al querer saber que vendrá, para angustiarnos una y otra vez en el error de los falsos anuncios y la constante incertidumbre.

El “Fútbol para Todos” no existe más, ese dinero se invierte ahora en hospitales y jardines de infantes (por eso es que hay tantos y tan en esplendor). No obstante, si alguno puede escucharlo, le sugiero hacer la experiencia.