COLUMNISTAS
gobierno y empresarios

Sueño y realidad

20180311_1289_economia_Captura-de-pantalla-2018-03-10-a-las-18.54.08
CLASICO. El contraste entre el empresario que sueña Macri y el que tiene, volvió. | Cedoc Perfil

La macana para el Presidente, una vez más, es que tiene que volver a hacer equilibrio entre lo que le gustaría que hubiera en la Argentina y lo que efectivamente hay.
A veces la diferencia es más bestial. La última batalla con los empresarios volvió a exhibir que ahí donde Mauricio Macri imagina a un émulo de Elon Musk, está José Ignacio De Mendiguren. Ahí donde supone que puede emerger un Steve Jobs de las pampas, hay un Osvaldo Cornide. Donde imagina un Marck Zuckerberg argento, encuentra un Teddy Karagozian. Es el Foro de Davos que tiene en la cabeza versus el Día de la Industria en un galpón de Pilar con banquetas que le hacen doler la rodilla, como le sucedió el año pasado.
Los hombres de negocios que tiene sentados en el otro lado de la mesa no son los que querría tener. Quizás, uno de los puntos de coincidencia del líder de Cambiemos con Cristina Kirchner esté ahí, en la tirria con los miembros de la Unión Industrial Argentina (UIA), la más vieja y más grande de las representaciones del empresariado fabril. El “se tienen que fundir todos” que se le escucha a la ex presidenta en las escandalosamente filtradas escuchas de sus catarsis con Parrilli es quizás una frase que bien podría pronunciar Macri.


El tema es que son tipos que emplean a mucha gente, de hecho, sus fábricas perdieron 68 mil puestos desde 2015.  Pero también son tipos que te matan con los precios, al punto que hasta el más mercadointernista y proteccionista que pisa el exterior cede a la tentación de los precios de la ropa y llena la valija. Ellos dicen que se debe a los impuestos y el costo local, Macri lo atribuye a que se achancharon en años de modus operandi del ex secretario Moreno, y que por eso les vendría bien una sacudida de la competencia externa para entrar en ritmo y volverse competitivos, como lo serían sus pollos Marcos Galperín, de Mercado Libre, y Martín Migoya, de Globant. Pollos competitivos globales y todo a los que, sin embargo, algún maíz les tira: Galperín disfruta de los beneficios impositivos de la Ley del software a pesar de los cuestionamientos del ahora ido de la AFIP, Alberto Abad, y Migoya, sonríe en las fotos junto al presidente de YPF, Miguel Gutiérrez, tras la firma de un contrato para trabajar en temas “disruptivos” de transformación digital con la petrolera estatal.


“Es una venganza”, llegó a gritar por celular el ex presidente de la UIA, Juan Carlos Lascurain, a un colega que lo llamó poco antes de entregarse en Tribunales donde se lo investiga por la construcción de una ruta en Río Turbio. Ahora ya liberado, esa misma palabra, “venganza”, es la que usan los industriales para explicarse algunas decisiones del Poder Ejecutivo en materia de importaciones.
También a Macri le gustaría, obviamente, otra realidad en el mundo sindical. Sin embargo, encuentra algunos puntos que lo entusiasman: dicen que hasta habría encontrado un moyanista bueno. Cuentan en el PRO que en una reunión sectorial el año pasado se quedó cuarenta y cinco mintos hablando sobre productividad y logística con Omar “Manguera” Pérez, un histórico de la familia del camionero, insospechado de traicionar a Hugo, pero con lo que consideran hoy una virtud: se lleva muy mal con Pablo Moyano. En el Gobierno se alternan las opiniones entre los que creen que hay que minar la conducción del camionero, y hasta por eso sueltan ideas como que habría una intervención del gremio conducida por el titular de la AFA, su yerno el Chiqui Tapia, con los que creen que todo se arreglará ahora que le dieron plazo a OCA, su correo, para que regularice su situación hasta después de que Abad termine de juntar sus cosas e irse.