COLUMNISTAS
politica de comunicacion

Semana de fábula

Macri-y-Awada-en-el-Central-Park-(4)
Distendidos. Esta semana, Macri y Awada se mostraron recorriendo el Central Park de Nueva York en bicicleta. | Presidencia
No existe una obsesión con la realidad, sino con la representación de mundos imaginarios, de espacios fabulosos que juegan a simular realidades. En la insistencia en crearlos, el gobierno nacional usa el tiempo, mientras gana otro tipo de tiempo, con la ciudadanía.
La búsqueda de la verdad y esencia de las cosas es compleja. El mundo moderno es un pliegue infinito de perspectivas, y en esa confrontación y armado de visiones en simultáneo, se conforma la complejidad que nos rodea. Más que haber logrado una síntesis para describir de qué se trata el mundo, hemos multiplicado las formas de relatarlo; ya no podemos hablar de unidad. La realidad o la posibilidad de llegar a algo concreto, es una ilusión de siglos anteriores.
Esto parece muy evidente para el gobierno nacional. La clave en el proceso de sostener la tensión comunicacional con la ciudadanía es la acumulación de ilusiones que se puedan seguir por los medios de comunicación. Podemos jugar a negociar la soberanía de Malvinas por unas horas y hacer de cuenta que viajamos en colectivo con gente pobre. Todo esto sucede en un clima de alegría descomunal, porque en ese mundo imaginario, todos somos felices.

Abuso de la ficción. En este esquema del Gobierno hay un conflicto en la comprensión del modo en que el mundo moderno construye sus conflictos de perspectivas. En el mundo, la confrontación de opiniones se constituye en forma seria.

La discusión por quién posee la verdad, aunque sea en lógica casi deportiva y sabiendo que no hay ganadores, no se realiza con chistes, y menos sosteniendo mentiras. Esta imposibilidad de una única verdad, la convierte el Gobierno en un abuso de la ficción, en un juego de representaciones basado en un territorio que permite las ilusiones sin pausa.
Dentro del armado de mensajes, hay una insistencia enorme en que se va a decir siempre la verdad, contraponiendo un esquema anterior de mentiras. Mientras el Indec vuelve a ser una fuente confiable de datos para la construcción de políticas públicas, el Presidente crea una fábula que ilusiona por algunas horas a los ex combatientes de Malvinas. La consecuencia de ese mecanismo de mentiras, todavía no se puede ver.

En Macri hay un juego muy impactante de la informalidad. Estaría ahora Argentina ingresando de nuevo seriamente al mundo, participando de sus reglas de juego como adulto. Sin embargo, el Presidente lo hace montado en un formato de relaciones personales muy argentino. Vladimir Putin no sabe si le habla en serio, y Clinton no termina de entender las humoradas. La combinación de reformas serias y probablemente necesarias de la economía, la presentación del país como una nueva estrella internacional, convive con actitudes maradonianas sorprendentes.

El regreso a los timbreos simula la no pérdida de contacto con la realidad, aunque en realidad se ejecuta como lo contrario. Lo impactante de esta actividad es la foto de cierre, el instante de la felicidad. Posan alegres el Presidente, la Gobernadora de la provincia de Buenos Aires y el ministro que ande por ahí.
Cuando al material está listo se envía a los medios y queda representada, de manera furiosa, la alegría del pueblo sin intermediarios. Un episodio con gente real que multiplica ilusiones.

Una vuelta en bicicleta con su esposa por Nueva York, con obvia sesión de fotos incluida, ocurría en simultáneo con la canciller Susana Malcorra intentando bajar el tono del entusiasmo por la negociación inexistente.
Mientras Malcorra buscaba realmente colocar a Argentina en el mundo adulto, Macri insistía en una charla irreal. Esa es la tensión más impactante.

Para la foto. La línea 520 de Pilar permitió extender la usina de ilusiones. No era una viaje real en colectivo, sino una representación de un viaje. Eran vecinos reales, pero jugando al mismo tiempo a ser vecinos para la foto, inmersos en una alegría descomunal. Macri tomado del pasamanos  del colectivo en forma extraña, continuaba el mismo juego de supuestos que con Malvinas, donde el conflicto por la realidad no es lo importante, sino la simulación de un momento que por algunas horas, juega a ser certeza.
La paradoja es que el Gobierno vive de esto, porque al mismo tiempo los peronistas son demasiado reales, demasiados concretos, y eso por ahora es suficiente.n

* Sociólogo, director de Quiddity Argentina.