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baja de edad de imputabilidad i

No descubrí el huevo duro

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Ahora que entramos en año electoral, los políticos de derecha conservadora han sacado a relucir el manual de la demagogia punitiva, insistiendo con bajar la edad de imputabilidad de menores a 14 años. Momento de recordar tres dimensiones subjetivas y objetivas que desautorizan insistir con semejante disparate.

Uno: objetivamente, se ignora la dimensión real del fenómeno a punir. Todas las cifras de delito disponibles con consistencia estadística –que no son muchas– cortan la información en “18 años o más”, lo que impide darle solidez estadística al “reclamo” de penar a menores. ¿Cuánta es la proporción de menores de 18 años que delinquen en realidad? Misterio, sólo vagas referencias periodísticas, agitadas con furia en tele, radios y redes.

Dos: objetivamente, es el contexto socioeconómico el que favorece o no el desarrollo del delito en general y, en esta dimensión de análisis, la inequidad distributiva resulta la mayor favorecedora de conductas delictivas. Todos los estudios disponibles prueban que no “a mayor pobreza”, sino “a mayor distancia entre ricos y pobres y peor distribución del ingreso”, mayores tasas de delito. Pues bien: desde que asumió el gobierno neoliberal que encabeza el hoy vacacionando presidente Macri, los niveles de inequidad distributiva no paran de crecer, medidos por la Dirección de Estadísticas de la CABA, impoluta dependencia libre de todo sesgo populista.

Los gráficos muestran que los hogares del 30% más pobre de la sociedad recibieron ingresos 15 puntos por debajo de la inflación, mientras que el 30% más rico, apenas dos puntos por debajo, en tanto el índice de Gini de concentración del ingreso interanual 2015/ 2016 empeoró notablemente, pasando de 0,416 a 0,427, un 2,5% de deterioro en un indicador sumamente inelástico en lapsos tan cortos. Siendo así, con este gobierno concentrador del ingreso ya sabemos que habrá más delitos en general, independientemente del marco jurídico.
Tres: subjetivamente, esta sociedad maltrata a los menores de manera vergonzosa. Al respecto, ya en su momento el sociólogo y referente de la niñez desamparada Alberto Morlachetti advirtió: “Yo no descubrí el huevo duro ni el agua tibia”. Se le preguntaba cuáles creía que habían sido las razones por las cuales el índice de reincidencia de los menores con problemáticas delictivas alojados en su obra Pelota de Trapo había sido menor al 2%. Recordamos que la institución que evaluó el índice de reincidencia fue la organización sueca Radda Barnen (la filial escandinava de Save the Children) a pedido de Naciones Unidas, y fue el comienzo de una serie de reconocimientos de organismos internacionales para Morlachetti, cuyo trabajo transcurría en constante, en silencio, desde 1974 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires.

Fueron más de treinta años de trabajo hasta su muerte, en 2015, en los que Morlachetti demostró de manera absoluta, con mucha eficacia y en línea con otras experiencias mundiales, que la problemática de los “pibes pobres chorros”, que tanto desvelo provoca en “la gente pulcra”, se vuelve insignificante si los menores reciben un trato adecuado, al que Morlachetti, siguiendo al pedagogo brasileño Paulo Freire, llamaba “trato amoroso”. Sí, el trato que estos chicos tan estigmatizados piden como pueden, o sea, como les enseñamos.
 
*Director de Consultora Equis.