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noticias falsas

Mentiras impiadosas 

Cronistas de un tiempo en el que la “emoción” se va apoderando de los resabios de la razón, los medios han ayudado a moldear, y muchas veces falsear, una realidad de la que no han salido indemnes.

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Cronistas de un tiempo en el que la “emoción” se va apoderando de los resabios de la razón, los medios han ayudado a moldear, y muchas veces falsear, una realidad de la que no han salido indemnes. Quebrar esa amalgama en la que mentiras y verdades forman muchas veces un todo indivisible, es uno de los grandes desafíos para un periodismo que ha dilapidado en parte su credibilidad y no termina de reencontrar su esencia.

El siglo XXI terminó de poner en jaque la lógica cartesiana surgida de la Ilustración, y con ella una forma de mirar, interpretar y narrar la propia época. Solo basta un paneo por algunos titulares, zócalos, redes o comunicadores para detectar un fenómeno doblemente negativo y paradójico: la sobreabundancia de información redunda, lisa y llanamente, en mayor desinformación. La cantidad de datos, su fragmentación y la velocidad en la generación constante de contenidos se imponen como la norma de funcionamiento de un universo mediático en transición y en crisis. En ningún tiempo se ha producido tanta información, de calidad tan disímil y credibilidad altamente dudosa. Hay una epidemia de “noticias falsas” que generalmente comienzan en las redes sociales, pero que si persisten suelen encontrar rebote en los medios tradicionales. Planteado como uno de los grandes problemas del momento, las versiones no chequeadas y muchas veces inventadas, terminan formando parte de una agenda periodística que se fagocita en su necesidad de llenar tantos espacios.

En Argentina, conductores y panelistas de radio y televisión repiten hasta el hartazgo o increpan a sus invitados con revelaciones o rumores extraídos de las redes. Porque si bien la fuente es desconocida o endeble, el atractivo reside en el condimento a modo de relato que vuelve una realidad plana o adormilada, en un tema con otras aristas. La autenticidad es tema menor ante cualquier historia sugestiva y verosímil. Su fuente se irá desvaneciendo a medida que se reproduzca y se viralice. La revista Wired plantea el axioma que “cuanto mas erróneo sea un artículo mayor popularidad alcanzará en Facebook”. Dato perturbador cuando además, advierte, que las redes sociales son ya la segunda fuente de información de los estadounidense después del cable. Los medios con historia en la práctica del chequeo de datos, como el The New York Times o The Washington Post, no logran esas audiencias.

La generación y reproducción de noticias completamente falsas o altamente distorsionadas no suele ser azarosa. El puntapié inicial se relaciona con intereses económicos o políticos. Basta repasar los titulares tendenciosos o engañosos de algunos diarios, que forman opinión en lectores que no superan las dos primeras líneas.

La lógica del éxito, el parámetro por antonomasia de la sociedad posmoderna, legitima una carrera hacia metas inciertas. En medio de una transición tecnológica que impone sus ritmo, los medios tratan de maximizar la rentabilidad y acotar los riesgos. Fortalecerse y concentrar es vital para los conglomerados que hoy son protagonistas en las altas ligas del poder económico y de la política.

Se miente para llenar espacios, para hacer atractivo lo invendible, para generar audiencia, por falta de rigurosidad en las fuentes, porque se abusa de Google, porque la manipulación y las operaciones son parte

constitutiva de una sociedad que se “informa” para reafirmar sus creencia. La idea de verdad poco tiene que ver con los hechos. Para muchos lectores las noticias falsas son aquellas con las que no están de acuerdo. Los contenidos interesan por empatía emocional o política.

La corrección y la admisión del error poco importa. El escándalo es llamador, las desmentidas aburren. En tiempos de elecciones las campañas sucias pegan sobre votantes pasivos, indecisos. Qué problema. Parafraseando al sociólogo francés Pierre Bourdieu, “la información es demasiado importante como para dejarla en manos de los periodistas”.


*/**Expertos en Medios, Contenidos y Comunicación. *Politóloga. **Sociólogo.