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Mariano Blatt, el Pibe de Oro

Siempre me gustó el sentido juguetón que tuvieron los padres de Zinedine Zidane para ponerle un nombre que alitera.

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Siempre me gustó el sentido juguetón que tuvieron los padres de Zinedine Zidane para ponerle un nombre que alitera. Y a unas cuadras de 188, la productora donde voy a escribir guiones, está Varela Varelita, un bar muy idiosincrático por la flora y fauna que lo habita. Cada vez que entro me pregunto: ¿estará el/la futuro premio Nobel de Literatura hoy? Y siempre está, con sus libros y su ropa vintage. Tecleando en una computadora o escribiendo en un cuarderno Gloria. En Varela Varelita hay pósters de películas como en los garajes argentos hay minas desnudas. Y en el televisor empotrado siempre están dando una de Tarkovski o de Apichatpong Weerasethakul. Es curioso, cuando hay una escena magnífica, como la de los caballos que comen manzanas en la arena en La infancia de Iván, los comensales de Varela Varelita gritan ¡goooolllllll!, celebrando el tanto del genial director ruso. De alguna manera, el espíritu de lo que en otra época fue el bar La Paz transmutó a Varela Varelita.

A veces se puede ver en medio de sus mesas a Ricardo Strafacce, el que quizás haya hecho la mejor biografía que se escribió en este país, la de Osvaldo Lamborghini, editada por Mansalva. O en un costado puede estar Mariano Blatt, uno de los grandes poetas jóvenes argentinos, dando un taller. ¿En qué bar se puede dar un taller literario en medio del bullicio mundano? Quedémonos en la mesa de Blatt. Parece que a Varela Varelita lo edita Mansalva, porque en esta editorial salió Mi juventud unida, el libro de poemas de Blatt que recopila los poemas que escribió en el primer tramo de escritura de su vida.

Hay algo similar entre los grandes poetas y los grandes maestros de ajedrez. Un gran maestro del juego ciencia suele tener en su cabeza toda la información de casi todas las grandes jugadas del mundo y cuando juega contra otro gran maestro durante un larga partida suele saber los movimientos que va a hacer el otro. Hasta que uno de los dos hace la jugada inesperada. Con los poetas suele pasar lo mismo. El joven Blatt tiene en su cabeza toda una serie de influencias –en su libro la más notable es la del poeta Daniel Durand, desde la estructura formal de los poemas hasta los temas que trata–, y gracias a una condensación que está compuesta por su vida diaria, sus percepciones personales y su genio logra hacer la jugada inesperada, despegar de la locomotora durandesca y arrancar solo.

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Blatt puede escribir en prosa, con verso cortado al ras y hasta hacer poemas con la morfología extraña que tienen hoy en día el corte de pelo de los jugadores de fútbol. Usa palabras extremadamente coloquiales que van a morir, pero como están encapsuladas dentro de sus poemas eso va a suceder cuando nosotros ya no estemos acá. El Pibe de Oro es uno de sus grandes poemas, un racconto de la vida junto al amigo dorado como nuestra perdida juventud: “Eras el pibe de oro. Brillabas todo el tiempo en todo lo que hacías o decías. Eras el Pibe de Oro que andaba de acá para allá con el Perro de Oro atrás. De cartón, decías, de oro te decía; de hojalata; no, pibe, de oro. Eras el Pibe de Oro y abajo tuyo el pasto se aplastaba como nosotros. Si te daba el sol relucías. Si no te daba parecía que lo habías guardado: brillabas. Tenías las manos tranquilas, las formas de moverlas. Hablabas poco o mejor dicho hablabas corto. Pero eras el Pibe de Oro y todo lo que decías era de Oro”.

También puede parafrasear a los viejos modernistas como William Carlos Williams y escribir el dichoso poema sobre las cerezas: “Bajé a comprar/ Cervezas y cerezas/ pero en el camino/ me comí las cerezas/ me tomé la cerveza/ y ahora/ como que me duele la cabeza”. O ser un maestro zen del Conurbano: “Vas a dejar cosas en el camino/ hasta que al final vas a dejar el camino./ Vas a estar estancado pero sin cultivar enfermedad./ No te vas a pudrir, ni vas a provocar fermentación./ Lo que renueves, se renovará por sí. Lo que no circules, se renovará por sí. / No vas a promover conflictos:/ nadie se pelearía por vos. Vas a carecer de valor”.