Y de pronto los elementos se vuelven contra nosotros y decretan que somos sus enemigos, ah no, perdón, decretan que ellos son nuestros enemigos porque hasta ahora los venimos molestando y tratando de cambiarlos a nuestro gusto. Guerra pues, a estos intrusos y molestémoslos nosotros a ellos. Eso dicen. Y lo peor, lo que debería avergonzarnos, es que tienen razón. No sólo los molestamos sino que a veces pareciera que tratamos de hacer con ellos lo que se nos da la gana a nosotros. Vamos, como si supiéramos lo que nos conviene. Una repasada a la historia de la humanidad y nos damos cuenta en medio segundo de que no sabemos un corno a la vela acerca de lo que nos conviene. Basta con mirar los títulos de los diarios o con contemplar durante unos segundos la televisión, actividad de la que no puedo hablar porque poco es lo que la frecuento, para bien de mi conciencia y de mi alma inmortal vade retro cruz diablo, gran invento, pero no para ponerlo en manos de gente tan poco avisada en todo sentido, como nosotros usted yo la gorda de la otra cuadra, los señores que se juntan en algún lugar finísimo y decretan cosas que ni nos convienen ni nos interesan. En fin, todos los felices y a veces desdichados dueños (¿dueños?) de este planeta que viene a ser el tercero a partir del Padre Sol. Es por eso que el agua nos tiene tan preocupados. No, no se equivoque, no se trata, no en este momento, de que se nos va a terminar y de que la tercera guerra mundial va a ser por el agua y no por la utilización de los átomos. Es que el agua no explota, no por lo menos en condiciones normales. Pero puede hacernos sufrir y en ese rubro no hay quien le gane. Por favor, no usemos más submarinos. ¿Para qué queremos submarinos? No estamos en guerra, y quizá yo no lo sepa pero creo que no los usamos para examinar y estudiar y volver en nuestro favor las condiciones del fondo del mar, ¿no? Por favor, no tengamos submarinos, no usemos submarinos, hagamos algo, no sé qué, para estudiar sí pero para ahogarnos no. Gracias.
