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Macristas anónimos

El jueves habrá un paro de camioneros. Mientras más violento sea, mientras más barras bravas se envíe para amedrentar, mientras más dirigentes con mala imagen lo apoyen, más eficiente será el trabajo de los macristas anónimos para levantar la imagen presidencial.

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En el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica acuñó el concepto de “cristiano anónimo” para referirse a quien, sin ser bautizado, podía ir al Cielo porque gracias a su comportamiento merecía estar en comunión con la Iglesia. En las últimas semanas, los números de las encuestas se movieron mucho, cayó ostensiblemente el Gobierno pero se recuperó gracias al trabajo de macristas anónimos que colaboraron para eso. El próximo jueves realizarán una movilización nacional que proporcionará al Gobierno unos dos puntos más de imagen. Veamos cómo funciona el macrismo anónimo y cómo se usan las mediciones para explicarlo.

Pensamiento mágico
Si una persona entra a un hospital gritando “basta de exámenes y diagnósticos, hagan lo que hay que hacer, opérenme del corazón”, es posible que alguien le explique que debe hacerse exámenes de sangre, tomografías y otros estudios para diagnosticar sus males. Si dice “si San Martín se hubiera hecho estos exámenes, no habría atravesado los Andes, no necesito que nadie me diga cuál es mi tipo de sangre. Sé que soy AB negativo porque tengo intuición”, es posible que los médicos dispongan que además de los estudios usuales el caballero sea evaluado por un psicólogo o un psiquiatra.

No pasa lo mismo cuando algunos analistas dicen que los verdaderos líderes no consultan estudios de ningún tipo, que es suficiente que agudicen el olfato, inhalen dos pases de naftalina, compren varios pares de zapatos y salgan a corretear por las calles. Suponen que el verdadero conductor no necesita estudios porque es un ser con poderes mágicos capaz de comunicar un mensaje con el que los votantes lo seguirán, hipnotizados como los niños del flautista de Hamelín. Cuando llegue al poder seguirá sus corazonadas, hará lo que hay que hacer, todos serán felices y comerán perdices. Para quienes creemos en la ciencia y desconfiamos del pensamiento mágico, nada puede persuadirnos de que una persona se convierte en clarividente porque la nombran candidata a cualquier cosa. Siempre es necesario estudiar la realidad y usar las denostadas encuestas.

Las encuestas
De tiempo en tiempo aparecen datos de militantes que dicen que hacen encuestas. Afirmaron que Macri saldría tercero en 2005, que perdería en todas las elecciones en las que participó. También que De Narváez perdería en 2009 y María Eugenia Vidal en 2015. Se equivocan siempre con enormes diferencias a favor de sus líderes. No hacen encuestas sino propaganda con números.

En Argentina se hacen muchos estudios que valen la pena, unos producidos por institutos famosos y otros, por profesionales que estudian lo que ocurre con honestidad. Estoy en contacto con varios de ellos y valoro mucho su trabajo. Cuando los medios publican encuestas, deberían publicar la ficha técnica del estudio, y también podrían recordar los resultados que obtuvo esta encuestadora en la última elección, comparados con los resultados de los escrutinios. Así, el lector sabría qué tan confiables son estos números. Es una sugerencia para el ombudsman, que con esto elevaría la confiabilidad en este tipo de informaciones.

La calle

La opinión pública y la calle no tienen mucha relación. Algunas empresas que se dedican al negocio del pobrismo demostraron que controlaban las calles este viernes con una maquinaria bien aceitada para movilizar en camiones a miles de pobres a los que disciplinan con subsidios y changas esporádicas. A veces traen ollas de comida para organizar en la Ciudad de Buenos Aires las “ollas populares”. Si les interesara alimentar indigentes, podrían hacer menos espectáculo y llegar a más gente pero no pretenden alimentar a nadie, sino producir un espectáculo para pedir plata, facturar más e incrementar su negocio. Este viernes protestaron porque el Gobierno vetó una ley que pretendía congelar las tarifas de los servicios. Aunque tienen inspiración divina, estas instituciones también deberían hacer estudios de opinión para saber cómo las ven en este valle de lágrimas y por qué cada día tienen más rechazo. Les sería útil entender por qué sus líderes no llegan al 2% cuando se presentan a las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires. Se encontrarían con que pocos los consideran idealistas, y la mayoría cree que son personas que se dedican a fastidiar para hacer plata.

Sus máximos dirigentes son poco conocidos y entre quienes los conocen son más los que los ven mal que los que los ven bien. Mientras más grandes y violentas son sus movilizaciones, provocan más rechazo a sus causas y más simpatía hacia quienes combaten. La manifestación del viernes, que les costó buen dinero, ayudó a la recuperación de la imagen del Gobierno e incrementó el fastidio hacia ellos.

El Congreso
Pasa algo semejante con el Congreso y la ley que congeló las tarifas. Cada alborotada sesión del Congreso sirvió para que Macri recuperara su imagen. Cuando preguntamos si los diputados querían aprobar esa ley porque se preocupan por la suerte de la gente o porque son demagogos, una abrumadora mayoría dijo que son demagogos. Los falangistas y otros istas de nuestra política creen que la mayoría de los ciudadanos son tontos y pueden ser engatusados fácilmente, pero no es así. Samuel Popkin, en The Reasoning Voter, demuestra que los electores no toman sus decisiones usando silogismos, pero son razonables. En las últimas elecciones hubo un candidato que ofrecía que se reconociera un sueldo mensual de 10 mil dólares a todos los argentinos. No llegó ni al 1% de los votos. Los votantes son razonables.

Cuando la gente ve a un grupo de legisladores que gobernó el país por más de diez años tratando de congelar las tarifas, sabe que eso es una farsa. Cuando Cristina Fernández habla, opaca a los demás peronistas no solo por su capacidad y experiencia, sino porque es más auténtica.

Defiende lo que siempre defendió, no trata de estar con un pie en el peronismo y otro en el cambio. Los que creen en su visión del mundo se sienten alentados por Cristina y los otros renuevan su fe en Mauricio. Queda poco espacio para el angosto parterre del medio.

En el fondo están en discusión dos metodologías para hacer política, una basada en acuerdos de redes clientelares para repartir subsidios, contratos, cargos y candidaturas. Esa política puede dominar las calles, pero a veces no logra llenar las urnas. La otra privilegia el contacto entre los dirigentes y los ciudadanos. No usa subsidios ni programas de vivienda para captar gente y usarla como carne de cañón. Cree que hay que convencer, no pretende comprar a las personas.

Desde hace treinta años hemos averiguado en distintos países de América Latina sobre la imagen de Nicolás Narváez, un personaje imaginario que nos sirve para medir la tendencia a mentir de los encuestados. Es obvio que cuando un político con años de trayectoria está como Nicolás, su metodología de trabajo no ha sido muy eficiente. En estudios realizados para analizar el impacto de las grandes ofensivas de la oposición en el Congreso nos encontramos con que, excepto dos personas, la imagen de la mayoría de los parlamentarios compite codo a codo con Nicolás, que siendo menos conocido tiene menos rechazo. En muchos casos esto es injusto. Conozco personalmente a varios diputados y senadores del actual Congreso que son gente de primera, pero sus imágenes son fruto de errores individuales o partidistas, y del contagio del Congreso, que es una de las corporaciones más desprestigiadas del país. Si son pocos los que creen que al congelar las tarifas los legisladores actúan decentemente, ellos se hacen daño a sí mismos y ayudan a Mauricio. ¿No tendría sentido que reflexionaran sobre el tema?

La crisis de las tarifas
Cuando empezó la última crisis, los estudios cualitativos y cuantitativos decían que muchos argentinos rechazaban los ajustes pero entendían que eran inevitables. No veían que existiera una alternativa porque no estaban dispuestos a volver al pasado y el pasado era el peronismo en cualquiera de sus variantes. Al ver actuar a la oposición en el Congreso, ratificaron la idea de que no hay un “peronismo racional” y un cristinismo, sino que todos los peronistas actúan de la misma manera.
En la primera semana de abril, las encuestas arrojaban determinados números que cayeron bastante hasta el 15 de abril, fecha en que cambió la tendencia. En la encuesta de este 18 de mayo las cifras volvieron a ser las de un mes atrás, con una leve mejoría para la imagen de Mauricio. He podido acceder al menos a tres encuestas de instituciones serias que coinciden en estos datos.

La gente vio que el bloque que apoyaba la nueva ley estaba presidido por Cristina Fernández, que tiene alto conocimiento, una base sólida y un techo duro, a la que ayudaban otros, menos conocidos y con mala imagen. El jueves habrá un paro del gremio de camioneros. Mientras más violento sea, mientras más barras bravas se envíe para amedrentar a la población, mientras más dirigentes con mala imagen lo apoyen, será más eficiente el trabajo de los macristas anónimos para levantar la imagen presidencial. Imaginemos que se arme una tribuna para que hable Moyano en la que estén Baradel, Hebe, Filmus, Amado, Máximo, Barrionuevo y señora, D’Elía, Felipe Solá. Si para colmo, el Gobierno permite que asista el “batayón militante” de ex funcionarios y sindicalistas que están detenidos, se cortan las rutas, atacan a la población, son violentos, lograrán mejorar la imagen de Mauricio en algunos puntos y hundir las posibilidades de que se crea que puede existir una alternativa civilizada al macrismo.

Usar los estudios es útil. Si los opositores piden que cualquier encuestador profesional estudie el tema y que no mueva cifras para complacerlos, se ratificará lo dicho. Vale la pena que lo hagan si quieren ser macristas anónimos menos eficientes.


*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.