COLUMNISTAS
antigüedad y modernidad

Los bitcoins de Scioli

default
default | Cedoc
En la semana, lo antiguo y lo moderno se han desplomado sobre todos nosotros.

Un fantástico mapa del mundo en negro señalaba con puntos de colores las zonas de ataque de un virus informático global. En esa operación ultraveloz, y simultánea, quedaba representada la tecnología moderna y el modo de su amenaza hacia la humanidad. Sin embargo, había algo de tradicional en la acción.

Si bien los bitcoins circulan sólo virtualmente, expresan operaciones que pertenecen al sistema económico. Por más que sea un “firulete” tecnológico nuevo y con base en algoritmos complejos, su realidad operativa termina anclándose en la vida económica real. El mapa de puntos de colores abunda en Estados Unidos, Europa y China, e ignora Africa y bastante de América Latina. El mundo supuestamente nuevo de las redes e internet, ideal para dar charlas TED y contar sobre la vida de los geniales millennials, termina anclándose en el modo en que circula la concentración de la riqueza en el mundo de la vida cotidiana heredado del siglo XIX y XX. Obsesionados por describir las novedades, perdemos de vista lo que hay de tradicional en ese todo, hasta en las bitcoins.

Está algo de moda decir que las marchas se originan en las redes sociales. La primavera árabe como ejemplo obsesivo y nuestros casos locales son descriptos como hijos de la moderna tecnología y sólo existentes por la existencia de las redes. En este lanzamiento a la reflexión repentina, se olvida con furiosa velocidad un historial casi incontable de movilizaciones sociales de apoyo o rechazo a diferentes regímenes de gobierno. Desde la Semana Trágica hasta la recepción caótica a Perón en Ezeiza, encontramos a las sociedades modernas con capacidad de comunicarse entre sí por enojos o emociones compartidas y transformarlas en movilizaciones. No estamos en las calles porque estamos en las redes, estamos en las redes porque estamos en las calles.

El despliegue de la movilización por la negativa a la validación del 2x1, en un caso de crimen de lesa humanidad, se basa en valores sociales anclados en la tradición democrática reciente y se ramifica de manera veloz por las redes. Las redes, más que cambiar al mundo, aumentan su velocidad. No es la primera vez que se pide un rescate por tomar de rehén a alguien, pero es posible que sea la primera vez que se realiza un rapto tan inmensamente masivo pidiendo dinero de manera simultánea. Hay cerca de 45 mil personas sin poder ver sus archivos, con un mensaje inspirado en los textos clásicos de los secuestros, sin los cuales nada de esto podría probablemente ser imaginado.

En la divulgación de una charla telefónica privada por mensaje instantáneo, se juega aparentemente el futuro político de Scioli. Su caso se expone igual que las amenazas de este virus informático, expandiéndose de manera simultánea y contagiosamente por todo medio masivo de comunicación posible y sin control. El uso de las nuevas tecnologías de comunicación dejó rastros de una conversación que pudo ser descubierta, porque ahora habría espacio para almacenar la eternidad. Pero en Scioli rigen consecuencias que sólo podrán ser explicadas sobre los valores tradicionales de la sociedad que estamos siempre heredando. El mundo moderno expande su caso; los valores tradicionales son la arquitectura de su juzgamiento.

Para el rescate de la información parece no haber más salida que la compra de esas bitcoins por un precio de 300 dólares. La misma velocidad de generación del problema ofrece su otra velocidad para repararlo. En la cuestión del 2x1 y en el señalamiento a Scioli, los desafíos de “reparación” necesitan tiempo; es imposible comprar su recuperación inmediata. El
tiempo puede incluso no tener límites.

En el mensaje que acompaña el virus se anuncia que se van a contemplar los casos que sean tan pobres que no lo puedan pagar ni en seis meses. Esa contemplación por los menos favorecidos tiene olor a historia, a postura ideológica. Podrían mandarlos a buscar trabajo para pagarse la fianza de los datos, pero eso lo harían sólo los más ortodoxos liberales. No sabemos quiénes son estos pibes, pero por lo menos sabemos que son medio progres.

*Sociólogo.Director de Quiddity.