COLUMNISTAS
TERRORISMO CIBERNETICO

Libertad hackeada

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Ciberataques. ¿Podrán convertirse en algo más peligroso que el terrorismo? | Cedoc Perfil
Cuando el 11 de septiembre de 2001 las Torres Gemelas se esfumaron ante los ojos del mundo, la libertad como ideal supremo y difícilmente alcanzable perdió peso en Occidente. Resignar libertad por seguridad, uno de los grandes dilemas de la posmodernidad, inclinó definitivamente la balanza a favor de ese Gran Hermano que vigilaría y registraría nuestros pasos. Sin embargo, el último ciberataque a escala planetaria, que ya afectó a más de 300 mil usuarios de 150 países, plasmó la paradoja de estos tiempos: el excesivo control no se traduce en protección sino en vulnerabilidad creciente.

 Rehenes de la compleja ingeniería social, y de una virtualidad que refleja y “completa” la propia existencia, todos somos blancos móviles del virus conocido como WannaCry (“quieres llorar”), que bloquea y encripta los discos rígidos que operan con Windows bajo una contundente amenaza: “Pagá o destruimos tus datos”.
 Los cibersecuestros, un delito creciente, agitan el fantasma de que sin nuestros gigabytes atesorados la vida se vuelve inasible, despojada de recuerdos, emociones y rastros selectivos de un rompecabezas llamado biografía. ¿Qué son 600 dólares pagaderos en bitcoins, esa moneda irregular y exclusiva de la web, a cambio de recuperar parte de una información institucional valiosa o de una identidad perdida?

 El cibercrimen ha adoptado estrategias eficaces para retener y extorsionar a usuarios, empresas y gobiernos. En 2016 se registraron más de cinco millones de ataques, y se espera un crecimiento del 100% en el corto plazo. La última extorsión apuntó a compañías tan versátiles como bancos, telefónicas, los sistemas de salud inglés y estadounidense y Disney, a la que amenazaron con filtrar sus grandes producciones inéditas. El común denominador de la extorsión es que todos tienen mucho que perder ante una dependencia tecnológica creciente.

Simultáneamente con las sospechas que recaen sobre Corea del Norte, los expertos señalan el origen de los virus de ransomware en los sistemas de espionaje diseñados por la inteligencia de Estados Unidos, bajo el amparo de su política antiterrorista. La herramienta utilizada por los hackers fue diseñada por la poderosa Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y publicada por WikiLeaks como forma de denunciar los métodos de espionaje del gobierno estadounidense. Tanto la NSA como la CIA han despojado a los habitantes del mundo de su privacidad, sistemática e indiscriminadamente, a través de móviles y redes de datos. Sin detenerse en si se trata de Angela Merkel o el ciudadano más común u opaco. El espionaje es masivo, global e indiscriminado.

Ante la indefensión que implica la videovigilancia a nivel global, la mirada vuelve sobre dos personajes fundamentales: el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, que lleva casi cinco años recluido en la Embajada de Ecuador en Londres, y el analista de la NSA Edward Snowden, exiliado en Rusia. Ambos, considerados “enemigos” por Estados Unidos y “ciberguerreros” y “héroes” por aquellos que temen por el futuro de las democracias y el respeto de los derechos humanos, han sacado a la luz los procedimientos ilegales e invasivos de la NSA y la CIA.

 Lo aterrador, además, es que esta tecnología ideada por las agencias estadounidenses es la que se aplica en los últimos ataques cibernéticos. El problema adicional es que el arsenal pirata ha salido de su órbita de control y circula entre hackers privados y gobiernos.

Con Trump a la cabeza del imperio, se agudiza el riesgo de ceder algunas estrategias militares convencionales al nuevo territorio de batalla: el ciberespacio. La OTAN registró el año pasado 500 ataques cibernéticos mensuales. El armamento nuclear y gran parte de las armas están controlados por sistemas al alcance de un hacker. No vaya a ser que el ex director de la CIA, James Clapper, tenga razón al advertir “que los ataques cibernéticos suponen una amenaza incluso mayor que el terrorismo”.

*/**Expertos en medios, contenidos y comunicación. *Politóloga. **Sociólogo.