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Veto presidencial

La realidad desborda el relato

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Las crisis confunden. Mucho más si quienes las generan están poco acostumbrados a pilotear en cielos turbulentos. Los traspiés que viene exhibiendo el Gobierno desde que se desató la corrida cambiaria muestran las limitaciones de una política pensada como “infalible” y sobre la cual no se conciben ni correcciones ni cambios.

Tal vez ello explique la persistencia en el error, al exponer a un presidente de lectura dificultosa y oratoria escasa a “profetizar” acerca de las bondades del FMI, el ahorro con el uso de lamparitas led o las “mieles” del ajuste. Sus últimas apariciones han mostrado a un Macri cada vez más parecido a sí mismo, en el que cuesta descubrir resabios del personaje danzarín y afable de campaña, que parecía sobrevolar la realidad con la liviandad de los globos amarillos. Hoy, su impronta gélida y adusta, por momentos amenazante y “gastadora”, desnuda la transmutación del político del “futuro” al propagador y defensor de alquimias revestidas de pasado.

  Ese discurso deshilachado y recortado, en el que sus partes nunca configuran el todo, no logra ocultar ni el ensimismamiento de un gobierno con altísimas dificultades para escuchar, ni la defensa profundamente ortodoxa e ideológica de los intereses que defiende y representa. La crisis económica por la que atraviesa descascaró la fachada de un andamiaje político que prometía sentar las bases de una Argentina “verdadera”, “normal”, “previsible”. El encanto del PRO, que supo encandilar a algunos comunicadores en la búsqueda de fenómenos  rupturistas con las pautas de los partidos tradicionales, consistió en presentarse en sociedad como una nueva derecha, abierta, dialoguista y sin pesadas mochilas históricas o pendientes.  

Hoy, el relato gubernamental parece alcanzar sus propios límites. ¿Cómo entusiasmar con la “utopía” del ajuste, construir la “mística” del desencanto o apasionarse con ser el verdugo de uno mismo? El Gobierno no ha perdido legitimidad y credibilidad por convocar al sacrificio. El mayor error que cometió son sus evidentes inequidades, arbitrariedades y excesos. En las restricciones no entran ni las retenciones, ni las exorbitantes ganancias de las empresas  beneficiadas con los tarifazos, ni la minería, ni la bicicleta financiera, ni la dilapidación de 10 mil millones de dólares para “mantener” un dólar que se sigue disparando. Ni los amigos del Gobierno ni los poderosos de siempre. La foto de este proyecto de país en blanco y negro da cuenta de una decepción profunda de la que aún no se conoce su dimensión exacta.

La derrota autoinfligida en la aprobación de la ley que frena el aumento de tarifas y sus múltiples consecuencias habla de impericia, además de un grosero error de cálculo en la lectura de la realidad y en la correlación de fuerzas. Solo la cultura empresarial devenida en política puede suponer que una “oposición racional” consiste en no participarla en las decisiones, pero exigir que comparta sus costos. Y el catálogo para persuadir voluntades es “la caja”, la presión o el carpetazo.

A la oposición no la une el amor pero tampoco el “espanto”. Fue capaz de aunar voluntades porque ve que un 2019 es posible.

La aprobación de la gestión presidencial araña el 26%, mientras el veto a la ley que aprobó el freno al tarifazo provoca un rechazo del 88% según las últimas encuestas. El costo político que pagará el oficialismo parece demasiado alto para un mandatario que hace de su inflexibilidad y terquedad un mérito: si hoy la realidad no se adapta a sus deseos, en algún momento lo hará.

María Eugenia Vidal, la figura de recambio, tambaleó con declaraciones poco atinadas e inoportunas. Hace unos días legitimó la mentira como una picardía y un estilo del gobierno. También desconoció a los miles de chicas y chicos que tienen el orgullo de ser los primeros en sus familias en ingresar a las universidades públicas del Conurbano, desafiando la predestinación de la pobreza.

Los problemas de comunicación de Cambiemos –que hizo del marketing su eje– muestra, a las claras,  desconcierto. La realidad se ha escapado del relato y camina libremente por las calles.

 

(*) Politóloga. Experta en medios, contenidos y comunicación. Para leer las columnas de Bernarda Llorente y Claudio Villarruel hacé click aquí.