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econOMISTA DE LA SEMANA

La incertidumbre de la macro no va a aflojar

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Después de varias semanas con la economía en el centro de la escena (inflación, dólar, salarios), la atención de los medios masivos de comunicación se centró en temas como la despenalización del aborto, la gratuidad de la salud pública para los extranjeros, los cantos de las barras bravas contra el presidente Mauricio Macri, el debate garantismo (“puerta giratoria”) versus cumplimiento efectivo e incremento de penas y, a partir del jueves pasado, en la agenda de trabajo planteada por el Presidente en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación. Pero mientras se debaten esas cuestiones, la macroeconomía sigue generando incertidumbre y las expectativas de los agentes económicos sobre la marcha de la desinflación y de la actividad económica siguen sin acomodarse a las previsiones más favorables que exhiben las autoridades políticas y económicas de la Argentina.

Es probable que la vara con la que se miden los resultados de la gestión Macri siga estando muy elevada. Y es probable también que el paso del tiempo la vaya ajustando a los resultados que promueve el programa de convergencia fiscal e inflacionaria gradual. Pero este programa necesita que el crédito (apoyo) de la opinión pública y el crédito (financiamiento) de los mercados (local e internacional) se renueven constantemente y perduren durante la transición hacia una economía estable y menos vulnerable, por más larga que ella resulte.

Hace unos días, Ricardo López Murphy sostuvo que “este programa económico requiere buenas noticias todo el tiempo”. Y el discurso del presidente Macri ante la Asamblea Legislativa fue un claro intento en esa dirección. Se trató de una reafirmación del rumbo y de las políticas económicas actuales. El Presidente habló de su entusiasmo por los resultados que van produciendo (y que producirán) esas políticas, con el propósito de contagiar a una opinión pública que se muestra bastante más escéptica. Presentó también una agenda de trabajo con cambios institucionales y sectoriales que, si bien son necesarios y hay que darles la bienvenida, no lucen suficientes para compensar una macro aún inestable. El blanqueo laboral y la ley de financiamiento productivo (conocida antes como reforma del mercado de capitales) pueden ayudar, pero en materia económica no hay cambios sustanciales a la vista. El Presidente manifestó su convencimiento, al igual que lo han hecho las autoridades económicas (con renovada intensidad en las últimas semanas), de que el programa es el indicado. Las políticas fiscal, monetaria, cambiaria y de precios e ingresos seguirán siendo las mismas. La inestabilidad macro, también.

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Mismas políticas, mismos resultados. La inflación baja más lento de lo esperado y la actividad económica crece menos de lo esperado. Para colmo de males, el panorama del sector agroexportador se torna día a día más preocupante. Hay amplias zonas con un estrés hídrico que ya presenta ribetes históricos. Respecto de la campaña anterior, las últimas estimaciones indican una producción de soja que estaría por debajo de los 45 millones de toneladas y una de maíz que podría caer hasta los 35 millones de toneladas. Unos 80 millones de toneladas entre ambos cultivos, contra los 100 millones de la campaña anterior. Y esto podría agravarse si no llueve en las principales zonas productivas en las próximas dos semanas. Es muy probable que los precios internacionales de estos productos vayan aumentando en línea con este panorama. Ese aumento de los precios puede ayudar a aliviar, aunque no por completo, la ecuación de ingresos de divisas (el sector público podría compensar el menor ingreso de divisas privadas endeudándose más en los mercados internacionales que en el mercado local), pero no puede compensar el efecto sobre la actividad local. El productor que tiene grano y lo vende más caro no consume o invierte o genera empleo, por lo que deja de consumir o invertir el que no tiene grano, y el movimiento que generan 100 millones de toneladas no es el mismo que el que generan 80 millones. Hace algunos años, la Universidad Nacional de La Plata estimó que la cadena de valor agroindustrial involucra a 30% del empleo total de la Argentina, un dato de crucial importancia a la hora de evaluar las posibles consecuencias macro de una floja cosecha.

El Gobierno parece sentirse algo más incómodo con los resultados del programa en materia de crecimiento que con los que produce en materia de inflación. Lo hizo evidente cuando decidió modificar las metas de inflación, la última semana del año pasado. Pero ahora debería bancarse esa incomodidad y abstenerse de intentar compensar los efectos negativos de la sequía con políticas macroeconómicas aun más expansivas. Porque si alguien todavía cree que un menor compromiso con la desinflación o que algo más de inflación van a redundar en una mejor performance de la actividad económica y del empleo, simplemente se equivoca. Además, no sería la primera vez que políticas formuladas con las mejores intenciones no solo no producen los resultados buscados, sino que terminan produciendo aun más incertidumbre, comprometiendo todo el esfuerzo estabilizador.