Entre todo el tremendo conflicto que se abrió
con el cambio de la ley previsional, la CGT llamó a un inédito paro general que
va desde las 12 del mediodía del lunes hasta las 12 del mediodía del día
siguiente. Al mismo tiempo que Hugo Moyano festejaba la copa Sudamericana y su
reelección en Independiente, la cúpula de la central obrera buscaba no quedar
fuera de la postal de la historia, tomando una decisión que como mucho se
notará en la mañana del martes -si logra paralizar el transporte- transformando
el día laboral en uno de medio día.
La explicación de la decisión de la CGT no es
tan fácil de comprender, sobre todo cuando está abocada a negociar con el
gobierno en la que realmente es la pelea de fondo: la reforma laboral. La
cuestión fundamental es que, con una de las conducciones menos representativas
de su historia, la Central obrera, comienza a imaginarse cómo será la calle
cuando se vote la reforma laboral, la que afectará a gran parte de la población
económicamente activa. Expertos en supervivencia, pueden percibir que, sin
algún tipo de iniciativa política, el día posterior de la votación de la
reforma laboral la central nacida con Juan Perón sencillamente implosionará.
La CGT percibe el error político del gobierno
en el manejo de la situación y pretende que no se repita cuando le llegue su
turno en la era del reformismo permanente. El oficialismo decide arrancar ese
proceso con el cambio de la ley jubilatoria por considerar que era la sanción
menos complicada. Era un cálculo aritmético sencillo: se acuerda con los
gobernadores la progresiva eliminación de los ingresos brutos, y se los
compensaría con trasferencias desde el Tesoro. ¿Pero de dónde saldrían los
recursos? De los fondos de la Seguridad Social, buscando que a través de los
cambios en la fórmula de cálculo los jubilados ralenticen sus ingresos, en el
tiempo. Sin embargo, los gobernadores no pudieron o no quisieron lograr que sus
diputados aseguren su presencia el jueves 14 de diciembre. ¿Quién asegurará la
reforma laboral?
Para el segundo capítulo de la votación de la
ley en Diputados, se podía predecir otro día de furia, sobre todo cuando gran
parte de los manifestantes ya sabían con qué se iban a encontrar. Mientras algunos sueñan con otro 19 y 20 de
diciembre, y Elisa Carrió grita "¡golpe de Estado!", como lo hizo en el propio
hemiciclo, desde el viejo edificio de la calle Azopardo, la CGT cuenta las
horas.